VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA a cargo de Don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - “Pertenencia eclesial y caridad”

jueves, 27 abril 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “Pertenencia eclesial y caridad”. Un sacerdote, un misionero, más aún, un cristiano, es tal si actúa con la conciencia de ser un ministro, un miembro del cuerpo de Cristo que es la Iglesia. ¿Qué debe hacer sobre todo? Poner en práctica el comienzo del Evangelio de Marcos: “Convertiros y creed en el Evangelio”. Un sacerdote que no convierte, en el sentido de que no facilita con su palabra y testimonio la obra la obra del Espíritu que convierte el corazón del hombre al Señor, debe interrogarse seriamente sobre su propia vocación. Dedicarse a solucionar las situaciones sociales más diversas sin desear conducir el hombre a Dios, es como limitarse a ser un trabajador social, o bien un trabajador del Estado que, por su propia naturaleza, debe ocuparse de la justicia social y no de la caridad.
En cambio, ya que todos los cristianos están llamados a compartir globalmente las necesidades de los hombres, “ellos no deben inspirarse en las ideologías de mejora del mundo, - señala el Papa Benedicto XVI en la encíclica Deus Caritas est - sino dejarse guiar por la fe que actúa por el amor (cf. Ga 5, 6). Han de ser, pues, personas movidas ante todo por el amor de Cristo, personas cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo. El criterio inspirador de su actuación debería ser lo que se dice en la Segunda carta a los Corintios: « Nos apremia el amor de Cristo » (5, 14). (Deus Caritas est, nº 33)
Verdaderamente es la pertenencia a la Iglesia lo que debe sobresalir cuando se realizan obras para “salvar” a los jóvenes de la droga, de la prostitución y de todas las formas de marginación. Salvaremos al errante sin olvidarnos de estigmatizar el error, el pecado, para no ser cómplices del mal, como dice el profeta. En esta obra de salvación, sobre todo los sacerdotes, deben recordar que son ministros, siervos inútiles, tratando de evitar todo protagonismo televisivo y político; prefiriendo “disminuir para que Él crezca”, para que se dilate el cuerpo de la caridad que es la Iglesia. Ellos no se dejarán “etéreo-dirigir de cuantos dicen: Cristo si, Iglesia no; no buscarán otras “liberaciones”, sino aquella que viene de la comunión con Cristo.
El error de Babel fue no haber escuchado antes el Misterio. Éste es el verdadero drama, porque de ello depende la esclavitud o la salvación: para ser salvación de los otros, es necesario depender del Otro. He aquí la diferencia entre Babel y la torre de Erma: la Iglesia es totalmente relativa a Cristo el cual “lo es” respecto del Padre.
Von Balthasar dividía el misterio de la realidad en dos partes: las cosas conocidas de Dios que pueden ser comprendidas y hechas propias (Romanos 1, 19) y aquellas que ignoramos, y que no tenemos ningún medio para conocer y por consiguiente no nos ocupamos para nada. Dicho esto, con impresionante actualidad afirmaba: “El movimiento del pensamiento moderno es por tanto doble: primero acercar Dios al hombre, para que lo que trae pueda ser asimilado; después alejar a Dios, de manera que sus realidades desconocidas no sean más consideradas por el hombre. Ambos movimientos pueden acontecer en clave tanto cristiana como atea. Acercando Dios al hombre se toma en serio la Encarnación; alejando a Dios se demuestra el verdadero respeto que no cambia a Dios por los ídolos de la razón. Así en sentido cristiano. Y en sentido ateo: se debe acercar Dios para que coincida con el hombre, y alejarlo para que se disuelva en humo” (Cordula, pp. 78-79).
Desgraciadamente en la dirección indicada por esta última - bajo la fórmula de la “vuelta antropológica” - ha colaborado también una cierta teología y catequesis, sutil y astuta en el método y en el lenguaje, hasta el punto de dejar inciertos sobre un dato fundamental para la fe: si Jesucristo es una persona viva y que podamos encontrar hoy. (Agencia Fides 27/4/2006 Líneas: 45 Palabras: 687)


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