VATICANO - Proyectar y construir el templo de Dios. Una contribución de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia a cargo de Su Exc. Mons. Mauro Piacenza. "El ambón"

martes, 4 abril 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En el espacio litúrgico del presbiterio cada decoración es en realidad un "lugar" de encuentro entre Dios y su pueblo. Así se expresa el Sacrosanctum Concilium en el n. 7: "Cristo está presente en su Palabra, ya que es El quien habla cuando en la iglesia se lee la sagrada Escritura". Efectivamente el ambón es el lugar donde Cristo se manifiesta a sus fieles como Palabra de Dios. Por tal motivo, desde la antigüedad el ambón es una decoración monumental, como indica el mismo nombre (del verbo griego anabáino subir en alto), que lo califica como un lugar alto y a la vista de todos.
En el libro de Neemías (8, 1-6) se narra que, después de la vuelta del destierro, para proclamar la Ley "Esdras el escriba estaba en una tribuna de madera que construyeron por necesidad". Parece que las decoraciones presentes en las sinagogas hebreas para la lectura de la Biblia estén en el origen de los ambones de las iglesias paleocristianas y de la Alta Edad Media, una especie de tribunas marmóreas, en número de uno o dos, con uno o dos tramos de escaleras, atril y, a veces, baldaquín, a menudo delimitados en un espacio dentro del aula, destinado a lectores y cantores (cfr en Roma las basílicas de San Clemente y Santa Sabina).
En Italia centro meridional muchos ambones medievales están rodeados de un candelabro pascual de dimensiones monumentales, que indica que es el lugar del anuncio de la resurrección la noche de Pascua (Exultet). Por este motivo, el ambón también se identifica con el Sepulcro vacío de Cristo y esta simbología pascual sería confirmada por la frecuente aparición sobre el mismo de imágenes referidas a la resurrección de Cristo (ciclo de Giona). En varias iglesias de Italia septentrional, análogamente a otras regiones europeas, los ambones eran integrados a los tabiques que separaron el santuario del aula, manteniendo un gran relieve, hasta la eliminación de tales estructuras, en los siglos XV-XVI, para hacer más visible el altar y el tabernáculo. En época tardía medieval con el nacimiento de las órdenes de predicadores y sobre todo, en el período tridentino, el ambón fue reemplazado por el púlpito, situado a la mitad del recinto y utilizado sólo para la predicación, mientras las lecturas de la Misa eran "leídas" por el sacerdote en el altar, en cornu Epistolae y en cornu Evangelii.
Con la reforma del Vaticano II, la renovada atención a la proclamación de la Palabra de Dios ha favorecido un cambio del ambón en el espacio litúrgico. A este respecto, así se expresa el Ordenamiento General del Misal Romano: "La importancia de la Palabra exige que haya en la iglesia un lugar adaptado desde el que se anuncie, y hacia el que se dirija espontáneamente, durante la liturgia de la Palabra, la atención de los fieles" (n. 309).
La colocación del ambón debe estar pues cerca de la asamblea, dentro del presbiterio o también fuera del mismo; aun lado, debe estar en relación con la sede y con el altar, pero sin ocultar la prioridad y centralidad del altar, y que haga posible la procesión con el evangeliario, la incensación y colocación de los cirios; debe ser funcional para la proclamación de la Palabra, dispuesto de tal modo que la asamblea vea y escuche bien a los ministros.
Debe ser digno, hasta el punto que constituya un signo elocuente de la Palabra cuando esta no es proclamada: con este objetivo conviene que esté fijo, construido de un material apto (piedra, mármol, bronce, madera etcétera) de forma monumental y artística. También la decoración puede contribuir al resplandor del ambón: sea representando a los Profetas o los Evangelistas sea utilizando imágenes que hacen referencia a la resurrección del Señor. Pero la iconografía debe ser sobria y esencial. Durante el Tiempo Pascual está prevista la posibilidad de colocar junto al ambón el cirio pascual: este debe situarse en un candelabro pascual verdaderamente digno.
Desde el ambón sólo se pueden proclamar las lecturas, el salmo responsorial y el anuncio pascual; se puede tener la homilía y pronunciar la oración universal de los fieles. Desde aquí no se debe pues hacer cualquier otro tipo de lectura o anuncio. ES bueno por último que al ambón suban sólo los ministros ordenados y los lectores instituidos. Mauro Piacenza, Presidente de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia. (Agencia Fides 4/4/2006)


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