VATICANO - Proyectar y construir el templo de Dios. Una contribución de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia a cargo de Su Exc. Mons. Mauro Piacenza. "Los espacios para la liturgia"

miércoles, 15 marzo 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - A los discípulos encargados de preparar la última cena pascual, Jesús les dice: "[Un hombre] os enseñará en el piso superior una sala grande ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros" (Mc 14, 15). Para instituir la Eucaristía Jesús elige la sala mejor de una casa rica. También las habitaciones que hospedaban el culto de las primeras comunidades cristianas, puestas a disposición por los hermanos más adinerados, eran elevadas, espaciosas e iluminadas, según nos documentan los Hechos de los Apóstoles (1, 13s; 5, 42 y 20, 7s) y los monumentos arqueológicos (domus ecclesiae del Celio en Roma).
Después de la paz de Constantino, los edificios para el culto cristiano que se han sucedido en el tiempo, han sido el espejo del autoconciencia de la Iglesia respecto al mundo externo (catedrales como fulcros ciudadanos, ermitas en el desierto, parroquias como lugares de reunión de los campos etcétera); análogamente, la disposición interior de los espacios ha sido imagen de su auto comprensión teológica y espiritual, en orden a la relación entre liturgia y devoción, entre ministros ordenados y pueblo de Dios, a la inter-relación entre los polos sacramentales, especialmente los de la celebración de la Eucaristía, del bautismo y de la penitencia.
Sobre todo la disposición del espacio litúrgico ha sido pensada en función de la centralidad de la Eucaristía y la habitabilidad de la asamblea. Ya que en la iglesia se produce el encuentro entre el hombre y la divina presencia, todos los elementos pueden ser connotados simbólicamente hasta convertirse en "mistagógicos", esto es, capaces de llevar a la comprensión del Misterio: el altar, el tabernáculo, el ambón, el baptisterio, la sede, el confesionario, gracias a los materiales empleados, a su forma y disposición, pueden ser portadores de un significado trascendente (celebración del sacrificio y del banquete eucarístico, presencia real permanente del Señor, anuncio de la Palabra, inmersión en la muerte y resurrección de Cristo etcétera), y lo mismo se diga del espacio en su relación con la luz y la asamblea que lo habita. Tales elementos se configuran como "lugares", es decir espacios "habitables" y relacionados entre ellos, como lo son los sacramentos o las acciones litúrgicas que se celebran.
En esta óptica, también las imágenes presentes en la iglesia católica, en las paredes o en las decoraciones, no tienen un valor puramente decorativo sino una función litúrgica. Se podrá hablar pues de imágenes mistagógicas para el presbiterio, capaces de presentar sintéticamente el misterio de Cristo (encarnación, pasión, resurrección, parusía); de imágenes didascálicas por el aula, de sujeto bíblico y, por último, de imágenes devocionales (vía crucis, imágenes de Cristo, de la Virgen y de los santos).
Según la eclesiología del Vaticano II, la Iglesia es una asamblea que nace de la escucha de la Palabra de Dios, es edificada por el Espíritu Santo, que conforma a los creyentes en Cristo mediante los sacramentos y permite la comunión, se nutre con la oración y se presenta al mundo como signo de la salvación de Cristo. Por consiguiente, la iglesia tiene que ser modelada según estos principios.
En primer lugar, siendo la Iglesia un cuerpo con varios miembros, la iglesia debe hacer visible tanto la articulación como la unidad. La articulación del pueblo de Dios, constituida por sacerdocio común y sacerdocio ministerial, se explicita a través de una oportuna distinción del presbiterio del aula, destinada no a separar sino a expresar las diversas riquezas del único sacerdocio de Cristo; la unidad se subraya mediante la conexión del presbiterio con el aula, al que también pueden acceder los laicos.
En segundo lugar, siendo la liturgia acción de todo el pueblo de Dios, la disposición del espacio debe permitir la participación, permitiendo entrar y salir, ver y oír, entrar dentro, de modo procesional o según los otros modos previstos por la liturgia. Tales exigencias influirán por tanto en la conformación de la puerta y pasillo, en la planta del aula y en la disposición de los asientos para la asamblea etc... Es necesario, por tanto, prever espacios apropiados para las procesiones y para algunos momentos de la celebración de los sacramentos y sacramentales en espacios fuera del presbiterio (bautismos, matrimonios, funerales etc...).  Mauro Piacenza, Presidente de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia, Presidente de la Pontificia Comisión de Arqueología Sagrada. (Agencia Fides 15/3/2006 - Líneas: 54 Palabras: 754)


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