VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA de Don Nicola Bux y Don Salvador Vitiello

viernes, 10 marzo 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Fe "adulta". Diversos autores se han ocupado en las últimas décadas de las problemáticas en torno a la fe y sus dinámicas internas, llegando, en no poco casos y no siempre en verdad de modo suficientemente crítico, a adherirse a un "concepto" muy difundido pero nunca adecuadamente comprendido: el de fe "adulta". ¿Qué es una fe "adulta" y cuándo es posible definirla como tal? Con la premisa de que se considera indispensable toda posible elaboración crítica del dato revelado, a la luz de la razón conducida por el Espíritu y la Gracia, en una correcta y equilibrada relación de recíproca fecundación entre razón y fe, la impresión general es que se corre el peligro, a veces, de confundir una tal justa comprensión crítica de la Revelación, con la incansable crítica al Magisterio, siempre y en todo caso, con la acusación de "fideísmo" a todas aquéllas posiciones que, por el contrario, se reconocen plenamente en ello.
Como afirmó admirablemente el entonces Cardinal Ratzinger en la homilía de la Santa Misa Pro eligendo a Romano Pontifice: ""Adulta" no es una fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es una fe intensamente arraigada en la amistad con Cristo. Es esta amistad la que nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio para discernir entre lo auténtico y lo falso, entre el engaño y la verdad". Cuántas veces bajo la máscara de la fe "adulta", se esconden errores, compromisos con el mundo, agnosticismos si no auténticas contraposiciones al Magisterio y a sus indicaciones. Y un comportamiento tal de no poco fieles afecta sobre todo a la enseñanza moral de la Iglesia, siempre debido a una no adecuada comprensión del Misterio que ella representa y en último análisis, de la Verdad de la encarnación del Verbo.
En esa misma homilía, el Card. Joseph Ratzinger llegó a tales afirmaciones a través de una puntual y aclaradora ilustración de la actual situación de "borrasca" a causa de no pocos vientos de doctrina. Afirmaba: "¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios!, ¡cuántas corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas de pensamiento!... La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir a error (cf. Ef 4, 14)”.
De estos vientos de doctrina no han estado inmunes ni siquiera los teólogos y pensadores cristianos ni pseudo-fundadores de nuevas comunidades que pretendían ser la "verdadera iglesia", moderna y al paso con el mundo, mientras que en realidad eran "fagocitados" por el mundo que "como león rugiente ronda buscado a quién devorar" (1Pt 5,8-9). La única alternativa es "permanecer firmes en la fe". Efectivamente continuaba la homilía del hoy feliciter reinante Benedicto XVI: "A quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, dejarse «llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina», parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos". Si fe "adulta" equivale a "relativismo" de la fe, en la práctica, a "no-fe", nos encontramos inequívocamente frente a un concepto que debe ser rechazado, eliminado de nuestro diccionario por su intrínseca equivocidad. Si por el contrario, nuestra fe es adulta porque, en la plena adhesión al magisterio, tiene como única "medida" a Cristo, autor y perfeccionador de la "fe" (Heb. 12,2b), entonces, continuaba Ratzinger, "Debemos madurar esta fe adulta; debemos guiar la grey de Cristo a esta fe. Esta fe —sólo la fe— crea unidad y se realiza en la caridad. […] En Cristo coinciden la verdad y la caridad. […] La caridad sin la verdad sería ciega; la verdad sin la caridad sería como «címbalo que retiñe» (1 Co 13, 1)". Adulta, en definitiva, es la fe que cree, pero que cree realmente, como afirmaba aquel gigante de la Caridad que era San José Benito Cottolengo, invitando a la confianza sin medida en la Divina Providencia: "¡Fe! ¡Pero de esa! ". (Agencia Fides 10/3/2006 - Líneas: 51 Palabras: 764)


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