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Ambanja (Agencia Fides) – La hermana Germana Boschetti es una de las 5 pioneras de las Hijas de Maria Auxiliadora del Madagascar. “Llegamos a Ambanja el 15 de octubre de 1985, al principio estudiamos la lengua malgache y al cabo de nueve meses nos trasladamos a Mahajanga, una ciudad portuaria del noroeste del país. Cuando llegamos, en mayo de 1986, los niños nos tenían miedo porque éramos blancas y llevábamos delantales blancos”.
Con el paso del tiempo y su presencia, las hermanas se han sentido “como en casa”, y desde entonces han cambiado muchas cosas. “En las casas no había agua y ahora ya hay quienes la tienen. En aquellos años no había televisión y ahora que ha llegado también han empezado los cambios, empezando por la ropa importada que ha destruido el pequeño comercio local. Con la llegada de las fábricas, la gente ha dejado de trabajar en el campo, prefiriendo horarios y salarios fijos. En comparación con cuando llegamos, la educación ha mejorado con las nuevas escuelas. El hecho de que Mahajanga sea una ciudad portuaria ha marcado la diferencia. Gracias a un proyecto instigado por el entonces dictador Didier Ignace Ratsiraka, los barcos de pesca de altura partieron hacia Japón para comerciar”.
Tras pasar ocho años en Mahajanga, la hermana Germana fue trasladada al altiplano, a la aldea de Betafo, cerca de Antsirabe, donde durante otros seis años prosiguió sus actividades misioneras de apoyo a la mejora de la condición de las mujeres y los niños, mediante diversas formas de escolarización, actividades de bordado a mano y pequeño comercio. “Después de Betafo volví otros seis años a Mahajanga y luego a la capital, Antananarivo, donde permanecí 12 años, dos años en Fianarantsoa y ahora de nuevo en Ambanja desde hace casi tres años”.
En sus numerosos viajes, la Hermana Germana ha podido experimentar los enormes cambios. “Estoy contenta de estar entre la gente, de sentir la acogida de los niños y el calor de los adultos, de ir al mercado para poder relacionarme con ellos. Hay una diferencia enorme entre un lugar y otro, sobre todo en el aspecto de la vida de fe. En comparación con el altiplano, donde hay muchos más cristianos, donde estamos ahora hay muchos protestantes y muchos musulmanes, pero no tenemos problemas de convivencia. En el altiplano de Betafo y Antsirabe es donde comenzó la presencia cristiana en Madagascar. Otra gran diferencia se encuentra entre los grupos étnicos. Donde estoy ahora hablan dialectos y lenguas diferentes y aceptan la lengua oficial malgache y los dialectos del sur y del altiplano. En la elección de líderes religiosos y políticos sólo apoyan a los representantes de sus etnias y no quieren en absoluto a los demás”.
El objetivo de las hermanas es mantener unidos a los niños, independientemente de sus afiliaciones, para que, al aprender a quererse de pequeños, sigan sintiéndose hermanos cuando sean mayores. “Nuestra esperanza es que poco a poco las cosas cambien de verdad”.
La hermana Germana cuenta también las enormes dificultades que tienen en Ambanja para conseguir que arraigue entre la gente una percepción adecuada de la importancia del trabajo constante. “Intentamos implicar a las mujeres en proyectos de costura, les trajimos máquinas de coser. Pero a menudo prevalece la costumbre, que lleva a muchas de ellas a pasarse el día sentadas frente a sus casas. Viven del pequeño comercio, patatas y cebollas, legumbres secas y harina cuando hay. Y al mismo tiempo, llegan a privarse de comida para comprar ropa para las fiestas”.
“Mientras que en el altiplano la gente está acostumbrada al trabajo duro -dice la Hermana Germana- no ocurre lo mismo en Ambanja, donde ahora muchos buscan el dinero fácil, que a menudo llega con el narcotráfico. Por desgracia, se ha extendido una nueva droga que provoca alucinaciones hasta la locura, unas hojas masticables que llegan en enormes camiones. Estos fardos de hojas se envuelven en bolsas de nailon que luego llevan de un lado a otro para venderlas”.
Otro hecho aún más dramático es la crisis de la familia. “Las familias -explica la misionera- ya no existen. Me llamó la atención un niño que me dijo una mañana: esta mañana ha llegado una nueva madre a mi casa... y también: es el cuarto padre que llega a casa...”.
Al describir la parroquia que acoge a las Hijas de María Auxiliadora en Ambanja, la Hna. Germana menciona los grupos parroquiales presentes, así como los 1.300 niños que asisten a la catequesis. “Una de nuestras hermanas está acompañada por una persona que se encarga de la catequesis y juntas se ocupan de la formación de los catequistas. Luego, cuando acaba el colegio, los miércoles por la tarde, vamos por el barrio, donde hay una capillita en la que hacemos catequesis para adultos. También tenemos el oratorio con animadores y muchos chicos. Por desgracia, al ser una ciudad de tránsito, sobre todo para la isla de Nosi Be, hay un alto índice de prostitución, incluso entre las niñas. En las escuelas hay mucha corrupción, pequeños delitos, alcohol, robos, y también empiezan a circular drogas desde el extranjero. En cuanto al personal que trabaja aquí, es difícil encontrar católicos, hay profesores no católicos en nuestra escuela”.
(AP) (Agencia Fides 29/7/2023)