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Kinshasa (Agenzia Fides) – Jesús conoce las heridas del pueblo congoleño y de los pueblos de las demás tierras de África, “son heridas que queman, continuamente infectadas por el odio y la violencia”. Él dice a todos los heridos y oprimidos “no teman poner sus heridas en las mías, sus llagas en mis llagas”. Para los que son de Jesús “siempre tenemos la posibilidad de ser perdonados y volver a empezar”, la fuerza “para perdonarnos a nosotros mismos, a los demás y a la historia” y de realizar “una gran amnistía del corazón” que lo limpie de “la ira, de los remordimientos, de todo resentimiento y envidia”. Con estas y otras palabras, en el segundo día de su visita apostólica a la República Democrática del Congo, el Papa Francisco ha sugerido que todas las interminables tragedias y dolores que sufre el pueblo congoleño y los demás pueblos de tantos países africanos pueden encontrar una verdadera luz de redención en las llagas de Cristo, en el misterio de su muerte en cruz por la salvación de todos. Lo ha dicho en la homilía de la "Misa por la paz y la justicia" celebrada en Kinshasa, en la explanada del Aeropuerto de N'dolo, ante más de un millón de mujeres y de hombres, de niños, jóvenes y ancianos que han llegado incluso de países limítrofes para ser confirmados en la fe por el Sucesor de Pedro.
A todos los presentes, y dirigiéndose idealmente a todos los bautizados del continente, el Papa Francisco ha pedido: “No tengan miedo de quitarse el Crucifijo del cuello y de los bolsillos, de tomarlo entre las manos y llevarlo junto al corazón para compartir sus llagas con las de Jesús”, para convertirse en “misionero de paz” en cualquier situación y en cualquier contexto desgarrado por conflictos.
La paz de Jesús “que también se nos entrega en cada Misa – ha recordado al Papa Francisco en la primera parte de la homilía, recordando el relato evangélico del primer encuentro de Jesús Resucitado con sus discípulos, leído durante la liturgia - llega con la resurrección, porque antes el Señor tenía que vencer a nuestros enemigos, el pecado y la muerte, y reconciliar al mundo con el Padre; tenía que experimentar nuestra soledad y nuestro abandono, nuestros infiernos”. Y Jesús, saludándolos con las palabras “paz a vosotros”, proclama y entrega la paz a sus discípulos, mientras el corazón de los discípulos “está lleno de escombros”. La paz de Jesús “llega en el momento en que todo parecía haber terminado para ellos, en el momento más imprevisto e inesperado, cuando no había atisbos de paz. Así actúa el Señor: nos asombra, nos tiende la mano cuando estamos a punto de hundirnos, nos levanta cuando tocamos fondo”. En vista de ello, “en un mundo abatido por la violencia y la guerra, los cristianos hacen como Jesús” - ha proseguido explicando el Papa Francisco-. Custodian en el corazón y ofrecen al mundo la paz, recurriendo a las que Jesús mismo nos indica como tres fuentes de paz: el perdón, la comunidad y la misión.
Cuando Jesús Resucitado encuentra por primera vez a sus discípulos, su primer gesto es mostrarles sus llagas gloriosas. El perdón – ha comentado el Obispo de Roma - “Nace cuando las heridas sufridas no dejan cicatrices de odio, sino que se convierten en un lugar para hacer sitio a los demás y acoger sus debilidades. Entonces las fragilidades se convierten en oportunidades y el perdón en el camino hacia la paz”. Jesús, ante la miseria de los discípulos que lo han negado y abandonado, “muestra las heridas y abre la fuente de la misericordia”. Y desde ese momento, en cada historia, y a lo largo de la historia, “cuando la culpa y la tristeza nos oprimen, cuando las cosas no van bien, sabemos dónde mirar: a las llagas de Jesús, dispuesto a perdonarnos con su amor herido e infinito”. Él – ha proseguido el Papa – “conoce tus heridas, conoce las heridas de tu país, de tu gente, de tu tierra”. Con Jesús “siempre tenemos la posibilidad de ser perdonados y volver a empezar. Y esta circunstancia propicia vale ante todo para aquellos que también en la República Democrática del Congo se dicen cristianos pero cometen violencias: “a ti - ha insistido el Papa Francisco - el Señor te dice: ‘Deja las armas, abraza la misericordia’. Y a todos los lastimados y oprimidos de este pueblo les dice: ‘No teman poner sus heridas en las mías, sus llagas en mis llagas’”.
En el camino iniciado de la Historia con el perdón dado por Cristo también a sus discípulos – ha proseguido el Sucesor de Pedro, aludiendo a la segunda “fuente” de la paz - no se camina solos: “No hay cristianismo sin comunidad, como no hay paz sin fraternidad”. Y la comunidad no puede estar unida por el espíritu del mundo, ya que se insinúa también en las agregaciones eclesiales el riesgo de “ceder a las divisiones, a las seducciones del carrerismo” y a “las falsas ilusiones del placer y de la brujería que llevan a encerrarse en sí mismo”. La comunidad recordada por el Papa como fuente de paz es la recogida por la obra del Espíritu Santo, guiada por Él en el seguimiento de Cristo, que impulsa a “compartir con los pobres” y a reconocer siempre “que todos necesitamos el Espíritu de Dios para liberarnos del espíritu del mundo; que la humildad es la grandeza del cristiano y la fraternidad su verdadera riqueza”. Siguiendo el obrar de la gracia del Espíritu Santo – ha proseguido el Papa, describiendo la misión como “tercera fuente” de la Paz – los cristianos pueden imitar a Jesús también en su ser enviado por el Padre a ofrecer su vida “no sólo para los justos, sino para todos”. Los cristianos, enviados por Cristo – ha proseguido el Papa Francisco en la parte final de su homilía - “están llamados, por definición, a ser conciencia de paz en el mundo; no sólo conciencias críticas, sino sobre todo testigos del amor; no pretendientes de sus propios derechos, sino de los del Evangelio, que son la fraternidad, el amor y el perdón”.
(GV) (Agencia Fides 1/2/2023)