VATICANO - "Que en cada quien el alma de María ensalce al Señor, que en cada quien el espíritu de María exulte al Señor": el Santo Padre concluye el ciclo de catequesis sobre los Salmos con el "Magnificat"

miércoles, 15 febrero 2006

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La audiencia general de esta mañana, 15 de febrero, se ha desarrollado en dos momentos diversos: en la Basílica Vaticana, el Santo Padre Benedicto XVI se ha reunido con algunos grupos de estudiantes italianos y con los participantes en la peregrinación promovida por la Familia religiosa "Frères de Saint-Jean"; sucesivamente, en el aula Pablo VI, el Papa ha saludado a diversos grupos de fieles procedentes de todas las partes del mundo. En el breve discurso pronunciado en la Basílica, el Papa ha recordado su primera encíclica titulada "Deus caritas est", en la que recuerda que el amor de Dios es "la fuente y el motivo de nuestra verdadera alegría", después ha invitado a todos los presentes "a comprender y acoger cada vez más este Amor que cambia la vida y nos convierte en testigos creíbles del Evangelio". Por último, ha exhortado: "Debemos hacer sentir, sobre todo a las personas más débiles y necesitadas, la ternura del Corazón de Dios y no olvidar que cada uno de nosotros, difundiendo la caridad divina, contribuye a construir un mundo más justo y solidario."
En el discurso en lengua italiana, el Santo Padre, al final del ciclo de catequesis sobre los Salmos y Cánticos, iniciadas por el Papa Juan Pablo II en abril del 2001, ha comentado el "Magnificat", el Cántico "que idealmente sella toda celebración de las Vísperas". Este canto " revela la espiritualidad de los «anawim» bíblicos, es decir, de aquellos fieles que se reconocían «pobres» no sólo por el desapego a toda idolatría de la riqueza y del poder, sino también por la humildad profunda del corazón - ha dicho Benedicto XVI -. Todo el Magnificat está, en efecto, marcado por esta "humildad", en griego tapeinosis, que indica una situación de concreta humildad y pobreza."
El primer movimiento del cántico mariano nos hace comprender que "el alma de la oración es, por tanto, la celebración de la gracia divina que ha entrado en el corazón y en la existencia de María, haciendo de ella la Madre del Señor. La íntima estructura de su canto de oración es la alabanza, la acción de gracias, la alegría agradecida. Pero este testimonio personal no es solitario e intimista, meramente individualista, pues la Virgen Madre es consciente de que tiene una misión que cumplir por la humanidad y de que su vida se enmarca en la historia de la salvación".
El segundo movimiento poético y espiritual del Magnificat tiene una tonalidad más coral, "casi como si a la voz de María se le asociara la de toda la comunidad de los fieles, que celebran las sorprendentes decisiones de Dios" ha explicado el Santo Padre. En la conmemoración de las obras divinas, el Señor de la historia se pone de la parte de los últimos. "Con frecuencia, su proyecto queda escondido bajo el terreno opaco de las vicisitudes humanas, en las que triunfan «los soberbios», «los poderosos» y «los ricos». Sin embargo, al final, su fuerza secreta está destinada a manifestarse para mostrar quiénes son los verdaderos predilectos de Dios: los «fieles» a su Palabra, «los humildes», «los hambrientos», «Israel, su siervo», es decir, la comunidad del pueblo de Dios que, como María, está constituida por quienes son «pobres», puros y sencillos de corazón". El Santo Padre ha concluido su catequesis citando el comentario al Magnificat de San Ambrosio: "Que en cada quien el alma de María ensalce al Señor, que en cada quien el espíritu de María exulte al Señor; si, según la carne, Cristo tiene una sola madre, según la fe todas las almas engendran a Cristo; cada una, de hecho, acoge en sí al Verbo de Dios… ". (S.L) (Agencia Fides 15/2/2006, Líneas: palabras:


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