ÁFRICA/NÍGER - Desolación es uno de los nuevos nombres de muchas zonas del Sahel: espacio entre dos orillas

lunes, 25 julio 2022

SMA

Niamey (Agencia Fides) – “De julio de 2019 a julio de 2022 son tres años completos de ausencia. Este es el tiempo que ha pasado, también de arena, desde mi última estancia en Italia, madre y patria según las mejores tradiciones del pasado”. Así lo dice el misionero P. Mauro Armanino, de Niamey, de camino a Italia. “En esta parte de mi vida han pasado cosas y podrían haber pasado otras en función de los acontecimientos”, continúa el sacerdote de la Sociedad para las Misiones Africanas (SMA). “En primer lugar, tras más de dos años de cautiverio en el desierto del Sahara, la liberación de mi amigo y compañero de viaje Pierluigi Maccalli. Fue en octubre cuando la noticia se filtró en Niamey durante una reunión de personas que no habían dejado de rezar para que las cadenas, que había traído consigo desde su cautiverio, conjugaran la palabra más hermosa de todas. Mientras tanto, otros siguieron secuestrando, matando y generando sufrimiento sin que esto despertara una excesiva atención mediática”.
P. Mauro habla de cientos de campesinos degollados, de miles de desplazados, de niños aterrorizados, de escuelas y dispensarios cerrados. “La desolación es uno de los nuevos nombres de muchas zonas del Sahel. La desolación ha acompañado estos tres años vividos en el lugar cuyo nombre lo dice todo: Sahel, espacio entre dos orillas. Los emigrantes lo saben bien porque, durante décadas o siglos, han estado pasando entre una y otra orilla de esta porción de África. Por miles, cruzan fronteras cada vez más armadas e inhóspitas, donde comerciantes, contrabandistas, bandidos, grupos terroristas armados, yihadistas y antiguas caravanas de sal se disputan el botín”.
“Luego llegó el totalitarismo sanitario, LA enfermedad, LA pandemia, EL miedo... Aquí la gente seguía muriendo de malaria y de hambre y de violencia armada, pero había que detener las fronteras, lavarse las manos (pero primero había que encontrar agua), mantener las distancias y, sobre todo, aprender a vacunarse. Además, durante estos tres años, estaban ellos, los señores del camino. Los burros que tiran de la misma carreta y son golpeados a cada paso, los camellos que siguen en fila, los rebaños de bueyes que se alimentan de las plantas que el municipio plantó la temporada anterior y las cabras que cuentan los días antes de ser sacrificadas a la manera de Abraham, años atrás. Las calles de Niamey que la arena envuelve cada noche y que los limpiadores recogen a la mañana siguiente antes de que vuelva a salir más gruesa que antes. Los altavoces que llaman a los fieles a la oración varias veces al día, empezando temprano para que salga el sol. Las oficinas de los ministerios que se abren según las circunstancias y los inevitables funerales que no faltan a su cita semanal. Las procesiones de bodas de coches y motos burlando los límites de velocidad, para matrimonios que duran unos meses antes de romperse y volver a intentarlo en otro lugar. Los vendedores de todo que aparecen y desaparecen según la hora del día y la estación del año, y los parados que viven de la espera. Las mujeres, elegantes como reinas con el velo, aparcan en doble fila para ir de compras”.
(MA/AP) (Agencia Fides 25/07/2022)


Compartir: