VATICANO - El Papa a los Combonianos: la misión se apoya en las palabras de Jesús: “Sin mí no podéis hacer nada”

lunes, 20 junio 2022 papa francisco   misión   institutos misioneros   institutos religiosos   animación misionera  

Roma (Agencia Fides) – La misión de la Iglesia depende totalmente – en su origen, su dinamismo y sus frutos «de la unión con Cristo y de la fuerza del Espíritu Santo». Así lo ha repetido el Papa Francisco a los participantes del XIX Capítulo General de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús que ha recibido este sábado, 18 de junio, en la Sala del Consistorio en el Vaticano. El mismo Jesús – ha remarcado el Pontífice al comenzar su discurso – «lo ha dicho claramente a aquellos que había escogido como apóstoles: “Sin mí no podéis hacer nada”. Non ha dicho: “podéis hacer poco”, no. Ha dicho: “no podéis hacer nada”… Nosotros – ha explicado el Papa – podemos hacer muchas cosas: iniciativas, programas, campañas… muchas cosas; pero si no estamos anclados en Él, y si su Espíritu no pasa a través de nosotros, todo lo que hacemos es nada a sus ojos, es decir no vale nada para el Reino de Dios».
La intervención papal, subrayando la total dependencia de toda misión apostólica de la gracia operante de Cristo, abarcaba también el tema central del Capítulo de los Misioneros Combonianos: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. Arraigados en Cristo junto a Comboni”. «Si somos como sarmientos bien unidos a la vid, la savia del Espíritu pasa de Cristo a nosotros y todo lo que hacemos da fruto, porque no es obra nuestra, sino que es el amor de Cristo el que actúa a través de nosotros. Este – ha remarcado el obispo de Roma - es el secreto de la vida cristiana, y particularmente de la misión, en todas partes, tanto en Europa como en África y otros continentes. El misionero es el discípulo que está tan unido a su Maestro y Señor que sus manos, su mente, su corazón son “canales” del amor de Cristo. El misionero es esto, no es uno que hace proselitismo».
Dirigiendo su pensamiento a la próxima fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, tan querida por la espiritualidad misionera de San Daniel Comboni, el Papa Francisco ha señalado que es precisamente la proximidad al misterio del corazón de Cristo lo que también da forma y moldea las formas concretas de toda auténtica obra apostólica. Algunos grandes misioneros, como Daniel Comboni, pero también la Madre Cabrini – ha remarcado el Papa - vivieron su misión sintiéndose animados e «impulsados» por el Corazón de Cristo, es decir, por el amor de Cristo. Y este “empujón” les permitió salir e ir más allá: no sólo más allá de los límites y fronteras geográficas, sino ante todo más allá de sus propios límites personales». Permanecer injertados en el corazón de Cristo, y no las buenas intenciones, puede impulsar a uno a la misión y al anuncio del Evangelio no como un acto debido, sino como un milagro de la gracia: «El empuje del Espíritu Santo» ha proseguido el Pontífice «es lo que nos hace salir de nosotros mismos, de nuestras cerrazones, de nuestra autorreferencialidad». Y es curioso – ha señalado el Papa - «que la tentación más fea que tenemos los religiosos en la vida es la autorreferencialidad»: una espiritualidad “del espejo”, que se convierte en auto-contemplación complacida, y así «acabamos yendo más allá y siempre volvemos a nuestro corazón, que está enfermo ¡Todos tenemos un corazón enfermo y la gracia de Dios nos salva, pero sin la gracia de Dios kaputt, todos!».
El rasgo esencial del Corazón de Cristo – ha continuado el Papa Francisco «es la misericordia, la compasión, la ternura. Esto no debemos olvidarlo: el estilo de Dios, ya en el Antiguo Testamento, es también éste. Cercanía, compasión y ternura. No hay organización, no: hay cercanía, compasión, ternura». Estos rasgos pueden, por gracia, convertirse también en características propias de toda auténtica aventura misionera, atestiguada no sólo por misioneros individuales, sino como comunidad de vida apostólica: «Jesús lo dijo a sus amigos: “Por el modo en que os amáis, sabrán que sois mis discípulos” (cf. Jn 13,35), y los Hechos de los Apóstoles lo confirman cuando narran que la primera comunidad de Jerusalén gozaba de la estima de todo el pueblo porque la gente veía cómo vivían: en el amor. Y muchas veces, lo digo con amargura -hablo en general, no de vosotros porque no os conozco-, muchas veces nos encontramos con que algunas comunidades religiosas son un auténtico infierno, un infierno de celos, de luchas de poder… ¿Y dónde está el amor? Es curioso, estas comunidades religiosas tienen reglas, tienen un sistema de vida…, pero falta el amor. Hay tanta envidia, celos, luchas de poder, y se pierde lo mejor, que es el testimonio del amor, que es lo que atrae a la gente: el amor entre nosotros, que no nos disparamos sino que siempre vamos hacia adelante».
Cuando las comunidades y agregaciones eclesiales se encuentran tratando temas institucionales de forma conjunta -como también está llamado a hacer el Capítulo General de los Misioneros Combonianos - el Papa ha sugerido que «todo debe hacerse con docilidad al Espíritu, para que la planificación necesaria, los proyectos, las iniciativas, todo responda a las exigencias de la evangelización, y me refiero también al estilo de evangelizar: que sea alegre, manso, valiente, paciente, lleno de misericordia, hambriento y sediento de justicia, pacífico, en definitiva: el estilo de las Bienaventuranzas. Esto cuenta. La regla de vida, la formación, los ministerios y la gestión de los bienes deben basarse también en este criterio fundamental».
El XIX Capítulo General de los Misioneros Combonianos se celebra hasta el 30 de junio en Roma, en la Casa General del Instituto, y cuenta con la participación de 69 capitulares, más cuatro observadores. Al concluir su discurso a los Combonianos participantes en el Capítulo General, el Papa Francisco ha querido releer amplios fragmentos del párrafo 24 de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: «La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor ha tomado la iniciativa, la ha precedido en el amor […]. La comunidad evangelizadora se dispone a “acompañar”. Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por duros y prolongados que sean. Conoce las largas esperas y la resistencia apostólica. La evangelización requiere mucha paciencia, […]. Cuida el trigo y no pierde la paz por culpa de la cizaña. […] El discípulo sabe ofrecer toda su vida y jugársela hasta el martirio como testigo de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su poder liberador y renovador. Por último, la comunidad evangelizadora alegre siempre sabe “celebrar”. Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización».
(GV) (Agencia Fides 20/6/2022)


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