VATICANO - El Papa Francisco: en la misión cristiana no hay “protagonistas” y “ejecutores”

viernes, 6 mayo 2022 misión   evangelización   anuncio   vocaciones   papa francisco  

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Roma (Agencia Fides) – La Iglesia “existe para evangelizar, saliendo de sí misma y esparciendo la semilla del Evangelio en la historia”. Todo bautizado puede participar en esta gran aventura, sea cual sea su condición y tarea en la Iglesia y en el mundo. Por esta razón “Es necesario cuidarse de la mentalidad que separa a los sacerdotes de los laicos, considerando protagonistas a los primeros y ejecutores a los segundos, y llevar adelante la misión cristiana como único Pueblo de Dios, laicos y pastores juntos” reconociendo que “toda la Iglesia es comunidad evangelizadora”. Esta llamada a la naturaleza misma de la misión cristiana llega de nuevo del Papa Francisco, con motivo de la 59ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el próximo domingo sobre el tema: “Llamados a edificar la familia humana”. El mensaje firmado por el Papa con motivo de este día lleva la fecha del domingo 8 de mayo, y se publica – como escribe el Obispo de Roma en el íncipit – “En este tiempo, mientras los vientos gélidos de la guerra y de la opresión aún siguen soplando”.
El texto pontificio se desarrolla como una reflexión “sobre el amplio significado de la ‘vocación’, en el contexto de una Iglesia sinodal que se pone a la escucha de Dios y del mundo”.
La misión de anunciar el Evangelio - repite el Papa en el mensaje - puede florecer a partir del Bautismo y no es una exclusiva reservada a “categorías especiales”. Las anotaciones que ofrece el texto pontificio sobre la vocación atestiguan la misma amplitud de miras, sustrayendo las dinámicas vocacionales a cualquier interpretación reductiva y exclusivista. “La palabra ‘vocación’ – aclara el Papa Francisco - no tiene que entenderse en sentido restrictivo, refiriéndola sólo a aquellos que siguen al Señor en el camino de una consagración particular. Todos estamos llamados a participar en la misión de Cristo de reunir a la humanidad dispersa y reconciliarla con Dios”. Ampliando el horizonte a toda la familia humana, el Papa sugiere que la condición misma de la creación está marcada por una cierta vocación: el hecho mismo de recibir el don de la vida atestigua que “cada uno de nosotros es una criatura querida y amada por Dios, para la que Él ha tenido un pensamiento único y especial”. Y si cada vida es abrazada por el diseño amoroso del Creador, todos “estamos llamados a ser custodios unos de otros, a construir lazos de concordia e intercambio, a curar las heridas de la creación para que su belleza no sea destruida. En definitiva, a ser una única familia en la maravillosa casa común de la creación, en la armónica variedad de sus elementos. En este sentido amplio, no sólo los individuos, sino también los pueblos, las comunidades y las agrupaciones de distintas clases tienen una ‘vocación’”.
Las llamadas particulares, que conciernen a las personas y a las comunidades, forman parte de "esta gran vocación común". No nacen de su propia hechura, sobre la base de un voluntarismo autorreferencial. En el origen de cada llamada particular está siempre la obra de Dios, Su mirada de amor siempre nos alcanza, nos conmueve, nos libera y nos transforma, haciéndonos personas nuevas”. Esta – insiste el sucesor de Pedro – “es la dinámica de toda vocación: somos alcanzados por la mirada de Dios, que nos llama. La vocación, como la santidad, no es una experiencia extraordinaria reservada a unos pocos”. La vocación, como la santidad, no es una experiencia extraordinaria reservada a unos pocos. Come existe la “santidad de la puerta de al lado (cf Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 6-9), también la vocación es para todos, porque Dios nos mira y nos llama a todos”. Esta dinámica vocacional anima toda auténtica misión eclesial, que nace y se realiza como reflejo de la llamada de Cristo en la vida de las personas y de las comunidades: “La mirada amorosa y creativa de Dios” escribe el Papa “nos ha alcanzado de una manera totalmente única en Jesús. Hablando del joven rico, el evangelista Marcos dice: «Jesús lo miró con amor» (10,21). Esa mirada llena de amor de Jesús se posa sobre cada una y cada uno de nosotros. Hermanos y hermanas, dejémonos interpelar por esa mirada y dejémonos llevar por Él más allá de nosotros mismos. Y aprendamos también a mirarnos unos a otros para que las personas con las que vivimos y que encontramos -cualesquiera que sean - puedan sentirse acogidas y descubrir que hay Alguien que las mira con amor y las invita a desarrollar todas sus potencialidades”. Nuestra vida cambia “cuando acogemos esta mirada”, añade el Papa. Y como ejemplo de una vida cambiada por la mirada de Cristo, propone la historia del beato venezolano José Gregorio Hernández Cisneros: “Mientras trabajaba como médico en Caracas, Venezuela, quiso ser terciario franciscano. Más tarde pensó en ser monje y sacerdote, pero la salud no se lo permitió. Comprendió entonces que su llamada era precisamente su profesión como médico, a la que se entregó, particularmente por los pobres. De manera que se dedicó sin reservas a los enfermos afectados por la epidemia de gripe llamada ‘española’, que en esa época se propagaba por el mundo. Murió atropellado por un automóvil, mientras salía de una farmacia donde había conseguido medicamentos para una de sus pacientes que era anciana. Este testigo ejemplar de lo que significa acoger la llamada del Señor y adherirse a ella en plenitud, fue beatificado hace un año”.
(GV) (Agencia Fides 6/5/2022)


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