ÁFRICA/RD. CONGO - “Los que conocemos la guerra, os rogamos por favor: ¡no la hagáis!” desde el Congo un llamamiento para que no estalle la guerra en Ucrania

miércoles, 23 febrero 2022 guerras   jóvenes   paz  

Bukavu (Agencia Fides) - «Nosotros, los jóvenes de Bukavu, la generación de la guerra, hemos sufrido muchas desgracias y traumas como consecuencia de ella. Por eso les pedimos que no inicien la guerra. Alguien escribió: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”, pero nosotros decimos con el Papa Francisco: “Quien quiera la paz, que prepare la paz”». Este es el llamamiento enviado a Fides por sor Teresina Caffi, misionera javeriana, lanzado por 60 niñas congoleñas de Bukavu, la capital de Kivu del Sur, en el este de la República Democrática del Congo, una zona atravesada por conflictos durante décadas, para qué no estalle una nueva guerra en Europa debido a la tensión entre Rusia y Ucrania.
En su llamamiento, las chicas subrayan que «los estados que hacen la guerra, las multinacionales que producen armas y buscan a toda costa la riqueza de otro país no sufrirán, se enriquecerán, pero son los pobres los que van a sufrir; somos nosotros, los jóvenes, los que sufrimos. Quien quiera la guerra, que nos pregunte qué estamos pasando hoy los congoleños, los que hemos conocido la guerra.
No hay tesoro escondido en la guerra. Con la guerra perdemos a nuestros padres, hermanos y hermanas, propiedades y vida. Durante la guerra perdimos a muchos de nuestros abuelos que quizás hoy podrían contarnos su vida pasada y enseñarnos cómo comportarnos en la vida.
En la guerra se entierra a más de diez personas en la misma fosa, como si fueran abono. Las mujeres quedan viudas, los hombres viudos; los niños quedan huérfanos; los padres pierden a sus hijos. Muchos niños nunca han conocido a su familia; se pierden los hogares, se vive en la calle y no hay escuela.
La guerra desestabiliza la sociedad, trae hambre y miseria, humilla a las personas, pisotea la dignidad humana, no permite trabajar ni descansar ni de día ni de noche, impide el progreso, daña en un instante los recursos vitales ganados con esfuerzo, trae regresión en todas las áreas: espiritual, intelectual, moral, material...
La guerra trae desorden y destruye el medio ambiente: las bombas contaminan el aire y nos dejan enfermedades. Las escuelas están cerradas, los viajes están bloqueados, los centros de salud están destruidos, el país se vuelve inhabitable. Las personas huyen por miles para vivir miserablemente en un país vecino y a veces se rebelan contra quienes los acogen y la guerra se extiende.
La guerra traumatiza a las personas desde el seno materno. Los que sobreviven tienen grandes heridas internas y, a menudo, quedan física o mentalmente discapacitados. La violencia contra las mujeres frente a sus hijos y esposos es una herida que nunca sana. Los embarazos no deseados van en aumento y los niños abandonados en la calle son numerosos.
La guerra nos divide, hiere el corazón de las personas y trae calumnias, celos, abandono, venganza y discordia. Y la persona se sentirá culpable de por vida, incluso volviéndose loca. La guerra extermina a los jóvenes, el mundo del mañana. En la guerra, los soldados buscan jóvenes para llevarlos al bosque y convertirlos en rebeldes. La guerra deja paro y hábitos de violencia: asesinatos, violaciones, robos... Los niños nacen, crecen y envejecen en la guerra y por eso la guerra se ha convertido en un legado de generación en generación.
La guerra nos aleja de Dios, porque no respetamos la obra de su creación y su proyecto de amor y fraternidad entre los seres humanos. Todos somos hijos del mismo Padre: si supiéramos el valor de nuestra existencia, no nos atreveríamos a derramar la sangre de otro ser humano. ¿Qué es ese espíritu que impulsa al hombre a hacer la guerra contra otro hombre? Los que hacen la guerra un día pagarán por la sangre de los pueblos derramada y por los bienes de los pueblos que han robado. Seremos juzgados por cualquier provocación de guerra. Incluso el animal de hoy se ha vuelto más sabio que el hombre.
La guerra no es una solución a los problemas, sino problemas dentro de los problemas. Después de la guerra hay sufrimiento, arrepentimiento. En la guerra no se gana nada, pero siempre hay pérdidas irrecuperables. Amor, escucha y diálogo, ¡ésa es la verdadera forma de resolver los conflictos!
Os suplicamos por amor de Dios, nuestro Creador, que conoce el número de nuestros cabellos, tratad de reconciliaros, olvidad lo que os divide, deponed las armas. Hay varias formas de comprometerse sin ir a la guerra. Somos hermanos: ¿por qué lastimarnos a causa de este mundo que pasará?
Esta tierra no nos pertenece: tarde o temprano la dejaremos. Tomemos conciencia del don precioso que Dios nos ha dado: ¡la vida!
Debemos ser “todos hermanos”, como dice el Papa Francisco. Para combatir todos los desafíos de la humanidad, como la pandemia, los desastres naturales, debemos caminar juntos. Vivimos en la justicia, aquella que nos hará ver al otro como un hermano, una hermana a quien amar, con quien caminar y convivir. Queremos conocer la alegría, la paz, la justicia, la fraternidad. ¡Queremos construir un mundo nuevo! Que la paz reine en este año 2022 en Bukavu y en todo el mundo. Que la Virgen María interceda por nosotros».
(T.C./L.M.) (Agencia Fides 23/2/2022)


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