ÁFRICA/COSTA DE MARFIL - La sonrisa en el rostro de muchos niños huérfanos y la fatiga de las mujeres: los pobres, siempre al centro

martes, 11 enero 2022

SMA

Abobo (Agencia Fides) – “Pertenezco a la Congregación de la Sagrada Familia de Spoleto. Ya a los 17 años quise consagrarme a Dios, y después de hacer mi profesión religiosa me fui a Guatemala” así comienza el relato de la hermana Mónica Auccello en el testimonio recibido por la Agencia Fides. “En el país latinoamericano experimenté de primera mano lo que significa elegir a los pobres, ponerlos en primer lugar. Luego volví a Italia, donde me pidieron que estudiara ciencias de la enfermería en la Universidad Tor Vergata de Roma, con vistas a partir a una misión en África. Actualmente estoy en Abobo, el gran y miserable suburbio de Abiyán, donde me ocupo de la formación de las religiosas de votos temporales y dirijo una escuela con 500 alumnos: entre ellos un grupo de niños autistas, a los que acogemos con cariño y paciencia”.
Al relatar su larga y rica experiencia, la Hna. Mónica destaca las alegrías y las penas de su misión en el norte de Costa de Marfil, “la sonrisa en los rostros de tantos niños huérfanos y la fatiga de las mujeres”.
“En 2007 aterricé en Costa de Marfil, para trabajar en la ciudad de Odienné, donde dirigimos un gran centro de salud”, escribe. “Me ocupaba de la salud de cientos de niños que eran atendidos cada día. Entre los muchos y hermosos recuerdos de Odienné, me quedo con la Casa de la Familia Arco Iris, que ayudé a abrir en 2011. Partimos de una necesidad real: tantos bebés abandonados por sus madres, madres jóvenes que en un entorno musulmán no podían quedarse con el niño, o huérfanos porque la madre había muerto durante el parto. Gracias a esta iniciativa hemos dado una sonrisa a muchos niños desafortunados, proporcionándoles un hogar y una familia y facilitando su adopción”.
La hermana Mónica también habla del sufrimiento que se lleva consigo de Odienné, en particular de las condiciones en que viven las mujeres de allí. “La carga de la familia recae enteramente sobre los hombros de la mujer, sólo ella tiene que criar a los niños, pensar en cuidarlos si están enfermos, alimentarlos trabajando en el campo o vendiendo algunas cosas en un puesto fuera de la casa. Los hombres no hacen nada: observan con indiferencia cómo sus esposas e hijas trabajan todo el día, regresan del campo con pesadas cestas en la cabeza o caminan kilómetros para conseguir agua. Es algo que nunca he aceptado: la mujer tiene que hacer esfuerzos sobrehumanos, y el hombre espera impaciente a que ella prepare la comida. La forma de tratar a los niños también me hizo sufrir: ocupan el último lugar en la familia. Cuando el almuerzo está listo, el primero en sentarse a la mesa y servirse es el hombre. Es para él el trocito de carne en la salsa. Cuando se haya saciado, será el turno de las mujeres. Al final, si queda algo, es para los niños. No es de extrañar entonces que la malnutrición esté tan extendida y la mortalidad infantil sea tan alta”.
Odienné está situada en el extremo noroeste del país, en la frontera con Guinea y Malí, y tiene una población de 250.000 habitantes, 99% musulmanes.
(MA/AP) (Agencia Fides 11/1/2022)


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