VATICANO - "Gritar el Evangelio" con una vida de silencio y contemplación: testimonios de los hijos espirituales de Charles de Foucauld, inscrito entre los Beatos por el Papa Benedicto XVI

viernes, 11 noviembre 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Si bien Charles de Foucauld (1858-1916), que será contado entre los Beatos el domingo 13 de noviembre, no fundó nunca ninguna orden religiosa, y más bien haya llevado una vida eremítica en el desierto sahariano, son hoy numerosos los grupos religiosos y laicos presentes en diferentes continentes, que recuerdan su figura y enseñanza. Hemos recogido a continuación algunos testimonios de las situaciones más diversas.
Sr. Marie Dominique, de las Pequeñas Hermanas de Jesús, pertenece a la comunidad de Azrou, en Marruecos, dónde la fraternidad está presente desde hace más de 50 años. Trabaja en el hospital, junto a colegas musulmanas. "Yo encuentro que hay valores que podemos vivir juntos, que existen en el cristianismo y en el Islam: por ejemplo el perdón y el estímulo a hacer el bien. Reconciliarse en el trabajo cuando ocurre una pequeña disputa, es algo que podemos vivir juntos, como el estímulo a hacer el bien. Todo lo que vivo en el trabajo lo llevó a la oración y por tanto, ellos están integradas en mi oración, aunque no lo sepan”.
"Nuestro modo de vivir intenta no alejarse del mundo en el que vivimos - afirma el hermano Lorenzo Chavelet, de los Pequeños Hermanos de Jesús -. Por ello, nuestras fraternidades no tienen signos exteriores particulares. Sin embargo, no nos escondemos: decimos quiénes somos, frailes que viven juntos en una comunidad religiosa, pero no tenemos signos particulares, vamos como Jesús, vestidos de forma normal. Buscamos trabajos sencillos: obrero en una fábrica, obrero en limpieza, trabajador en el campo, trabajador en un geriátrico para ancianos, pequeña artesanía, es decir, todos los trabajos que realizan las personas humildes para buscarse la vida. No hace mucho tiempo murió un hermano que había vivido durante muchos años en una aldea al Sur de Egipto, dónde tenía una pequeña actividad y ayudaba a las personas a aprender el trabajo. Antes de morir dijo a sus amigos: en el fondo no os he dado mucho, lo único que quiero deciros es que os he amado mucho, y es la única cosa que tenía que hacer y que creo debemos hacer, amar a aquellos con los que vivimos”.
Sor Casimira de Jesus, de las Pequeñas Hermanas de Jesús, vive en Portugal, en un aglomerado construido por inmigrados venidos de Capo Verde, Angola, Sao Tomé y Príncipe. Vienen buscando una vida mejor y tan sólo han encontrado chozas o se han hecho chozas para poder sobrevivir - cuenta la religiosa -. Nosotras hemos decidido vivir con ellos desde hace algunos años. Tenemos nuestra choza como todo el resto: han sido ello, los africanos, quienes nos han ayudado a construirla. Hemos venido a vivir aquí para ayudarles a conseguir una vida mejor. Nuestra misión es vivir con las personas, estar con ellos, ayudarles a construir una vida más digna, más humana, una vida normal. Ellos han venido para ganar dinero para sus familias, porque en sus tierras están muy mal, sólo quieren ayudar a sus seres queridos para que puedan tener una vida mejor”.
"Nuestra vida es un signo de la ternura de Dios hacia cada uno de nosotros, que se puede testimoniar en las pequeñas cosas, siendo solicito del prójimo - dice Suor Agnes Noele, de Burkina Faso -. Nuestra vida no tiene nada de extraordinaria, es una vida llena de oración, de amistad y de amor hacia el prójimo, esto es, hacia cualquiera persona, pequeña, pobre o rica. Esta ternura sólo se puede tener por medio de la oración. Y el centro de nuestra vida es la capilla, dónde vivimos esta amistad e intentamos vivir esta ternura." Para Suor Yvonne Valette, también de Burkina Faso, la acogida es muy importante: "Intentamos acoger a todos los que llaman a nuestra puerta, para escuchar, compartir el sufrimiento, hablar, rezar en nuestra capilla, dar consejos. También visitamos a las familias que nos lo piden. Junto a nosotros vive una señora anciana que se ha quedado paralítica, y a ella le gusta que yo pase por su habitación sólo para darle los buenos días".
Sor Odile Fessler y Suor Jacub Salwa viven en un barrio popular del Cairo. “He trabajado en una fábrica de costura durante tres años, en un contexto de pobres marginados - cuenta Suor Odile -. La edad media de las trabajadoras era por debajo de los veinte años, trabajaban cinco días a la semana, desde las nueve hasta las cinco de la tarde, las chicas llegaban incluso hasta las once, de la noche. Durante el Ramadán invité a cena a algunas de mis colega, y hablamos sobre la divinidad de Dios, la importancia de la oración en nuestra vida. En nuestras fraternidades la oración es el momento más fuerte: vivimos en oración, la oración entra en nuestra vida, descubrimos que Dios existe incluso donde no creímos que pudiera existir. Nos damos cuenta de que también podemos vivir en oración en la fábrica, porque descubrimos que ni siquiera el ruido de las maquinas nos impide la intimidad con Dios". (S.L) (Agencia Fides 11/11/2005, Líneas: 58 Palabras: 861)


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