VATICANO - Primer sacerdote afroamericano y un misionero del PIME entre los nuevos “venerables"

jueves, 13 junio 2019 sacerdotes   causa de beatificación   racismo  

Twitter

Agostino Tolton

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El sacerdote estadounidense Agostino Tolton (1854-1897), primer sacerdote afroamericano, y el religioso laico de PIME Felice Tantardini (1898-1991), misionero en Myanmar, se encuentran entre los nuevos venerables servidores de Dios cuyas virtudes heroicas ha reconocido la Iglesia. El 11 de junio, el Papa Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos la promulgación de los decretos que así lo acreditan.

Augustine Tolton, nacido en Brush Creek, Estados Unidos, el 1 de abril de 1854, fue el primer sacerdote católico negro en los Estados Unidos de América. Su madre, para escapar de la esclavitud, se mudó a Quincy, Illinois, con sus hijos, mientras que su marido había muerto en el hospital después de luchar por la libertad de los negros en la guerra civil de 1861. Los Toltons habían sido bautizados en la fe católica por decisión de la familia Elliott, a la que pertenecían. Agustín fue observado con sospecha, ofendido y amenazado en Quincy, tanto por sus compañeros como por los padres de estos, por lo que fue expulsado de varias escuelas. Gracias a la ayuda de algunos sacerdotes y monjas, pudo continuar sus estudios, hasta que entró en el Quincy College, además de hacer la Primera Comunión y la Confirmación. Sobresalió en el rendimiento escolar, aunque si era discriminado por su color, hacía la comunión diaria y colaboraba en la educación religiosa de los más pequeños. Después de haber sido rechazado por todos los seminarios, diocesanos y religiosos, en 1880 fue finalmente recibido en Roma, en el Colegio de Propaganda Fide, a los 26 años. El 24 de abril de 1886 fue ordenado sacerdote en la Basílica de San Giovanni en Laterano, en Roma.

Pensó en ir a África como misionero, pero el día antes de su ordenación se le anunció que regresaría a los Estados Unidos. El 18 de julio de 1886 regresó a Quincy, pero los prejuicios raciales y la envidia le impidieron llevar a cabo su ministerio, aunque fue amado por su bondad y sencillez tanto por blancos como por negros. Luego se mudó a Chicago en 1889 para ayudar a la comunidad católica negra local en un sótano. En 1891 fue necesaria la construcción de una iglesia propia. El padre Gus, como lo llamaban, se convirtió en una figura familiar en las calles del gueto negro, donde llevaba esperanza y consuelo a los barrios en ruinas de la parte sur de la ciudad. El padre Tolton murió a la edad de 43 años, en Chicago, el 9 de julio de 1897, de un golpe de calor que había golpeado la ciudad causando numerosas víctimas, mientras regresaba de un retiro de sacerdotes. Miles de personas asistieron a su funeral.

Felice Tantardini, misionero laico consagrado de por vida en el PIME (Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras), se llamaba a sí mismo "el herrero de Dios" y en el arte del trabajo del hierro había formado a muchos jóvenes birmanos durante los 70 años que pasó en misión en Myanmar. Nacido en Introbio, en Valsassina (Lecco), en 1898, había estudiado hasta el tercer grado y luego pasó a ser herrero. Soldado en la Primera Guerra Mundial, se unió al PIME y partió a Birmania, ahora Myanmar, en 1922. Murió el 23 de marzo de 1991, a la edad de 93 años, después de 70 años de misión, con un solo regreso a su patria en 1956.

Estaba al servicio de las misiones y adonde el obispo lo envíaba iba y hacía de todo según las necesidades: herrero, carpintero, jardinero, granjero, enfermero, sacristán, capataz. Sonriente, ingenioso, servicial -como decía su hermano el padre Piero Gheddo-, siempre viajaba a pie, capaz de recorrer 50 kilómetros al día por senderos de montaña y de bosque con 30-40 kilos a sus espaldas y durante varios días seguidos. Se levantaba a las 4:30 a.m., se acostaba a las 10 p.m. Rezaba sus tres rosarios diarios y por la noche hacía una hora de adoración.

Amaba a los pobres, los últimos de la sociedad, y daba todo lo que tenía y recibía. En décadas de intenso trabajo construyó iglesias, escuelas, casas parroquiales, hospitales, seminarios, orfanatos, conventos. Su fama se extendió por toda Birmania, hasta el punto de que a su funeral asistió una multitud considerable, también compuesta por budistas y musulmanes. Muchos comenzaron entonces a invocarlo como "el santo del martillo".
(SL) (Agencia Fides 13/6/2019).


Compartir: