VATICANO - La catequesis del Santo Padre sobre el Salmo 121: "Un retrato ideal de la ciudad santa en su función religiosa y social, para mostrar que la religión bíblica no es abstracta ni intimista, sino que es fermento de justicia y solidaridad"

miércoles, 12 octubre 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El Salmo 121 (Saludo a la Ciudad santa de Jerusalén - Primeras Vísperas del domingo de la IV Semana) es una de los Cánticos de las ascensiones "más bellos y apasionados", "una celebración viva y partícipe en Jerusalén, la ciudad santa hacia la que ascienden los peregrinos”. Con estas palabras el Santo Padre Benedicto XVI ha iniciado esta mañana su catequesis durante la audiencia general en la plaza de San Pedro.
Al inicio del Salmo se presentan los dos momentos experimentados por el fiel: "el del día en que acogió la invitación a 'ir a la casa del Señor' y a aquel de la llegada alegre a las 'puertas' de Jerusalén". Cuando por fin el peregrino llega a aquella tierra "santa y amada", sus labios se abren a un canto alegre en honor de Sión. Jerusalén es "símbolo de seguridad y de estabilidad… el corazón de la unidad de las doce tribus de Israel", además hay otra realidad signo de la presencia de Dios en Israel: "son 'las sedes de la casa de David'. Además las "sedes" también son llamados "sedes del juicio” en cuanto que el rey también era el juez supremo. "Así Jerusalén, capital política, era también la sede judicial más alta, donde se solucionaban en última instancia las controversias". "El Salmo ha trazado, así, un retrato ideal de la ciudad santa - ha explicado el Santo Padre - en su función religiosa y social, mostrando que la religión bíblica no es abstracta ni intimista, sino que es fermento de justicia y solidaridad. A la comunión con Dios necesariamente sigue la comunión de los hermanos entre si”.
La invocación final del Salmo "viene toda ritmada por la palabra hebrea shalom, 'paz', tradicionalmente considerada la base del nombre mismo de la ciudad santa Jerushalajim, interpretada como "ciudad" de la paz. Como es conocido - ha dicho Benedicto XVI -, shalom alude a la paz mesiánica, que recoge en si alegría, prosperidad, bien y abundancia. Aun más, en el adiós final que el peregrino dirige al templo, a la 'casa del Señor nuestro Dios’, se suma a la paz el 'bien'… Es un deseo de bendición sobre los fieles que aman la ciudad santa, sobre su realidad física de muros y edificios en los que se desenvuelve la vida de un pueblo, sobre todos los hermanos y amigos. De este modo Jerusalén se convertirá en un hogar de armonía y paz." (S.L) (Agencia Fides 12/10/2005, Líneas: 29 Palabras: 449)


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