VATICANO - La catequesis del Papa durante la audiencia general: "Dios y hombre caminan juntos en la historia, y el templo tiene la tarea de señalar de modo visible esta comunión"

miércoles, 14 septiembre 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Esta mañana el Santo Padre Benedicto XVI ha tenido la audiencia general en la Plaza de San Pedro, donde ha llegado en helicóptero desde la residencia veraniega de Castel Gandolfo. En su usual catequesis sobre los Salmos y Cánticos de la liturgia de las Horas, el Papa ha comentado el Salmo 131, 1-10: “Promesas divinas a la casa de David" (Vísperas del jueves de la III semana - Lectura: Sal 131,1-3.5.8-9).
Algunos expertos consideran que este canto “resonó en la celebración solemne del traslado del arca del Señor, signo de la presencia divina en medio del pueblo de Israel, a Jerusalén, la nueva capital escogida por David”, ha explicado el Papa, mientras para otros expertos se trata de "celebración conmemorativa de aquel acontecimiento antiguo" En todo caso el himno "parece suponer una dimensión litúrgica: probablemente era utilizado en una procesión, con la presencia de sacerdotes y fieles y con la participación de un coro".
En las primeros diez versículos del Salmo se encuentra el juramento solemne pronunciado por David: "el rey no pisará el palacio real de Jerusalén, no podrá descansar tranquilo, si antes no ha encontrado una morada para el arca del Señor. En el mismo centro de la vida social debe estar, por tanto, una presencia que evoca el misterio de Dios trascendente. Dios y hombre caminan juntos en la historia, y el templo tiene la tarea de señalar de manera visible esta comunión".
Después de las palabras de David, un coro litúrgico revive los acontecimientos pasados: el hallazgo del arca en los campos de Jaar, su traslado a la futura ciudad santa y la celebración festiva que presenta, por un lado, al pueblo en adoración, es decir, la asamblea litúrgica, y por otro, al Señor que vuelve a hacerse presente y a actuar con el signo del arca colocada en Sión. "El alma de la liturgia está en este cruce entre sacerdotes y fieles, por un lado, y el Señor con su potencia, por otro".
La primera parte del Salmo concluye con una aclamación orante a favor de los reyes sucesores de David que ha sido interpretada en clave mesiánica: "la mirada del orante se dirige de este modo más allá de las vicisitudes del reino de Judá y se proyecta hacia la gran espera del ‘Ungido’ perfecto, el Mesías que será siempre grato a Dios, pues éste le ama y bendice" (S.L) (Agencia Fides 14/9/2005, Líneas: 29 Palabras: 432)


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