“POR LAS COMUNIDADES CRISTIANAS DEL ASIA CENTRAL, QUE VIVEN ENTRE PERSONAS DE OTRAS TRADICIONES RELIGIOSAS, PARA QUE SE COMPROMETAN A DINFUNDIR LA BUENA NOTICIA DEL REINO CON EL TESTIMONIO DE SU FE”. COMENTARIO A LA INTENCIÓN MISIONERA INDICADA POR EL SANTO PADRE PARA EL MES DE SEPTIEMBRE DEL 2003 A CARGO DE SU EXC. MONS THADDAEUS KONDRUSIEWICK, ARZOBISPO METROPOLITANO DE LA ARCHIDIÓCESIS DE LA MADRE DE DIOS EN MOSCÚ.

lunes, 1 septiembre 2003

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Asia Central formada por Kazachstán, Kirgistán, Tad_ikistán, Turkmenistán y Urbekistán es un territorio enorme de cerca de 4 millones de kilómetros cuadrados, con una población total de 49 millones de personas.
Se trata de una región con una población prevalentemente musulmana de hasta el 83%, en la que los cristianos, que constituyen una absoluta minoría, sobre todo ortodoxos, aunque también católicos y protestantes (11%), viven en ella desde hace ya muchos siglos, rezando y trabajando junto a los musulmanes.
La mayor parte de los cristianos, el 15% afrente al 38% de musulmanes, viven en Kazachstán, donde se encuentra una metrópoli ortodoxa y una católica. En los otros países de la región la iglesia católica está representada por misiones “sui iuris”.
Asia central es famosa tanto por su antiquísima cultura oriental como por su historia, al mismo tiempo que es muy rica y trágica. Todos los pueblos y las religiones de esta región en el curso de tres generaciones han sido sometidos a una política de internacionalismo forzado y de ateísmo militante, que ha dejado tras de si un vacío espiritual. Esta circunstancia , junto al difícil proceso de renacimiento de la independencia y de la autoconciencia nacional, como también la compleja situación económica de una región muy rica en recursos materiales, hay que tenerla en cuenta al hablar de la predicación del Reino de Dios.
El renacimiento espiritual comenzó a finales de los años 80 y al inicio de los 90 del siglo apenas terminado, aunque con muchas dificultades a causa sobre todo del reciente pasado ateo, de la escasez de sacerdotes, religiosos catequistas, laicos maduros, literatura religiosa, iglesias, medios de información, dificultades de las condiciones sociales etc… Esta sin embargo, progresa aunque con distintos éxitos según la región.
En el renacimiento espiritual de los pueblos de Asia central, el cristianismo tiene un papel particular. Como la vida enseña, el ambiente musulmán acoge a los cristianos ante todo con compresión y colabora con ellos activamente. Muchas universidades estatales han abierto sus puertas a profesores católicos. La actividad de instrucción y la caritativa de las comunidades cristianas son acogidas con gratitud por la sociedad, como una de las vías de apertura más eficaces para el desarrollo espiritual y cultural y el enriquecimiento de la sociedad.
Es oportuno recordar aquí la histórica visita del Papa Juan Pablo II en Kazachstán en el 2001. Ella supuso la realización de los sueños de los católicos de Kazachstan y permitió a los peregrinos de otros países de Asia central y también a muchos rusos, encontrarse con el Pontífice. La visita fue una verdadera fiesta. Kazachstán, que en un pasado no muy lejano era lugar de exilo, festejó el renacimiento de la democracia y del espíritu, de la libertad religiosa y de la toleranacia. Algo parecido se realiza también hoy. Precisamente en la capital de Kazachstan, Astana, en septiembre de este año, tendrá lugar por primera vez en terreno post-soviético, un encuentro internacional de líderes y representantes de varias religiones y confesiones.
¿Qué podrán hacer, siendo una minoría, las comunidades cristianas del Asia Central para instaurar el Reino de Dios y su confirmación? En la sociedad que recibió como herencia del regimen ateo una masa de problemas ligados tanto a la indeferencia como a la difícil situación social, es importantísimo el ejemplo viviente de vida cristiana. Aquí es tanto mas oportuno las palabras de Pablo VI en su Exhortación Evangelii Nuntiandi: “El hombre contemporáneo escucha mejor a los testigos que a los maestros o se dirige a los maestros en la medida en que son testigos” (41). Para hombres que no conocen la Buena Nueva, que no creen o pertenecen a religiones no cristianas, los cristianos que viven en el espíritu del Evangelio se convierten en páginas vivientes y en testimonios auténticos. Las universidades, la escuela, la fábrica, las calles, la sociedad en todas sus manifestaciones son los nuevos areópagos en los cuales precisamente gracias al testimonio cristiano puede ser predicado el Reino de Dios de modo eficaz, junto al respeto recíproco y a la tolerancia religiosa.
La vida enseña que las personas de otras religiones acogen con alegría y gratitud un testimonio así, sobre todo las obras de misericordia. Ayudando a los necesitados, independientemente de su nacionalidad y confesión religiosa, nosotros ayudamos al hombre, y con esto confirmamos que somos hermanos y que tenemos un único Creador. El amor gratuito, junto al testimonio cristiano, rompe las barreras de la incredulidad, es una fuerza creadora en la formación de la única familia de los hijos de Dios: su Reino. Thaddaeus Kondrusiewick
(Agencia Fides, 1/9/2003 Líneas: 70 Palabras: 831)


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