Septiembre de 2005: "Para que la labor de anunciar el Evangelio por parte de las Iglesias jóvenes favorezca su profunda inserción en las culturas de los pueblos" Comentario a la intención misionera indicada por el Santo Padre, a cargo de Sor Teresa Joseph, de las Hijas de Maria Auxiliadora (FMA).

lunes, 29 agosto 2005

Roma (Agencia Fides) - En la memoria de la Iglesia resuenan las palabras de Jesús Resucitado: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a todos los hombres" (Mc 16, 15). Es una misión y, al mismo tiempo, un don gratuito que cada Cristiano atesora y asume como misión que debe desarrollar, tratando de acoger sus diversos matices. El mensaje cristiano es Jesucristo. Todos los que realmente se encontraron con El durante Su vida terrena supieron asumir la responsabilidad de la propia existencia. La persona de Jesús, su mensaje y, más todavía, su estilo de acercar a la gente, de hacer renacer la vida allí donde se encontraba atrapada por el pecado, la injusticia y la violencia, ofrece a sus interlocutores la posibilidad de gustar el amor de Dios Padre hacia la familia humana.
El encuentro con Jesús tiene el poder de transformar las personas. La bondad de Dios, que emana del rostro del Hijo como luz, ilumina y al mismo tiempo suscita dentro un gran deseo de comunicar la Buena Nueva de este encuentro. Basta pensar en Juan Bautista, en Andrés que acompaña a Simón, su hermano, al encuentro con Jesús, en Felipe que le da a Natanael el feliz anuncio de haber encontrado a Jesús, el Mesías (cfr. Jn 1,45-51).
El milagro del encuentro con Jesús debe producirse en la propia cultura y en el propio contexto histórico-cultural e implicar a la persona hasta el punto de interpelar su libertad. Es precisamente en lo íntimo del corazón donde cada uno decide la respuesta. Se sigue como consecuencia, un fuerte deseo de entrar en la escuela del Maestro, abrazando con alegría la ascesis de la muerte a si mismo para que haya vida abundante. Todo esto se realiza en un gradual vivir en Jesús que conduce a una apertura mental tal hasta el punto de hacer familiares los caminos del Señor. Es precisamente en la conformación a Cristo como los miembros de las jóvenes Iglesias crean en sus corazones espacio para acoger el mensaje de Cristo. ¿Qué mejor camino para que el mensaje cristiano se inserte profundamente en las diversas culturas de los pueblos?
La palabra de Jesús se convierte entonces en luz que ilumina los valores de la propia cultura. Ciertamente en estas Iglesias jóvenes abunda la frescura, el entusiasmo, la generosidad y la fuerza por un anuncio digno del mensaje cristiano. Sin embargo, para que el empeño del anuncio del mensaje cristiano favorezca la inserción en profundidad en las culturas de los pueblos, es urgente una constante confrontación con Jesús, según el espíritu de discernimiento. El apóstol Pablo ofrece la llave para comprender esto: examinarlo todo y quedarse con lo bueno (1Ts 5,19-21). En Filp 1,9-10 y en Rom 12,1-2 con pinceladas finas, evidencia esa gradual y marcada transformación de mentalidad que está detrás del verdadero discernimiento que el creyente está llamado a realizar.
Cuando las jóvenes Iglesias son capaces de pensar en Cristo con las propias categorías culturales, entonces el mensaje de Cristo está vivo y presente entre ellos y se va enraizando en sus culturas. El rostro de Cristo es un rostro inculturado y la mirada contemplativa fija en El enseña algo de la cultura. Encontrar el sitio apropiado para Cristo en la cultura especifica es un empeño que las jóvenes Iglesias emprenden en comunión con el Espíritu Santo.
En las jóvenes Iglesias está en acto, gracias a la potencia del Espíritu Santo y a la presencia viva de los creyentes, la elaboración de una cultura en sintonía con los valores evangélicos y en escucha atenta del Magisterio. La multiplicidad de empeños que estas comunidades ponen al servicio de los otros, da testimonio de una cultura en red con el mensaje cristiano. Tal cultura hoy más que nunca, en la era de la globalización y la migración, debe hablar de la vida no sólo a los creyentes, sino a todo el territorio. He aquí pues algunos desafíos a los que las nuevas Iglesias deben hacer frente: la universalidad del mensaje de Jesús, su potencia de reconciliar, de sanear, de crear comunidad, el resplandor que esta da a la vida humana y a la misión de la familia de ser "santuario" de la vida. Señor Jesús haz qué tu Espíritu sigua acompañando las jóvenes Iglesias, para que tu mensaje penetre en las culturas de los pueblos, de modo que sus valores típicos puedan ser purificados y llevados a su plenitud. (Sor Teresa Joseph FMA) (Agencia Fides 29/8/2005, Líneas: 51 Palabras: 785)


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