AMÉRICA/PERÚ - “Pruebo un profundo dolor y un claro rechazo por todo aquello que utiliza la vida humana como una mercancía que destruir por motivos políticos o ideológicos”, afirma el Cardinal Primado de la Iglesia Peruana, Juan Cipriani, tras los atentados de Londres.

sábado, 9 julio 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Frente a la violencia que, una vez más, ataca a personas inocentes, sembrando dolor, miedo, indignación y tantos interrogativos, la Agencia Fides ha dirigido algunas preguntas a Su Eminencia el Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima y Primado de la Iglesia peruana, que estos días se encuentra de visita en Roma.

Eminencia, ¿qué impresión le ha suscitado el atentado de Londres?

Un gran dolor frente a la muerte de tantas personas inocentes y un claro rechazo de todo aquello que se proponga utilizar la vida humana como una mercancía que destruir por motivos políticos o ideológicos. Creo que la gran mayoría de los musulmanes desapruebe estos actos de barbarie, por ello pido a Dios que tenga compasión de la humanidad y que ésta sepa convivir de manera más humana.

Este acto terrorista, ¿podría ponerse en relación con una cierta tendencia cultural con la que se quiere dejar a un lado el llamado “humanismo cristiano”?

Esta es la hora en la que la humanidad solicita a la Iglesia Católica un servicio especial con el fin de iluminar los aspectos antropológicos fundamentales de la cultura actual. Frente al debilitarse del sentido cristiano del respeto de la vida desde su concepción, al oscurecerse de los presupuestos naturales de la institución del matrimonio y de la familia y al manipularse de la realidad del nacimiento del hombre y de la mujer, entrevemos el gran peligro del empobrecimiento de la humanidad con el consiguiente surgir de aberraciones inhumanas que merman las relaciones dentro de una sociedad civilizada.

Pero no todos aceptan estas ideas...

Precisamente por ello es importante afirmar que la ley natural necesita la antropología cristiana para afrontar los desafíos actuales. Ha sido el humanismo cristiano el que ha desarrollado con mayor profundidad las dimensiones reales y las consecuencias filosóficas y políticas de la ley natural, aunque ésta sea, lógicamente, precedente. Reitero, pues, que no basta defenderse de los ataques culturales, legislativos y de los medios de comunicación de masa que divulgan y promueven un ser humano “fabricado” en los “laboratorios ideológicos”, sino que importa también explicar y proclamar la verdad de la persona humana con toda la plenitud y riqueza que Dios ha querido.

¿Podría profundizar este concepto?

Frente al libertinaje o a la anarquía cultural que se propone invadir todos los terrenos, lo que está en juego es la verdadera libertad humana. Si se descristianiza, si se vacía de contenido el sentido y el valor de la persona humana, se está deshumanizando -no sólo descristianizando- la sociedad actual, sus instituciones, sus leyes. Baste como ejemplo la reciente aberración del Gobierno español, que equipara las uniones de los homosexuales a la institución del matrimonio y, en estos días, la ola de terrorismo que, sin respetar el valor de la vida, ha provocado de manera feroz tantas víctimas inocentes.

Frente a semejante panorama, ¿queda aún esperanza?

Ciertamente. La reconstrucción del modelo de “humanismo cristiano” pasa a través de un profundizado conocimiento de Jesucristo; en Él se reconoce y valoriza la criatura humana. No se trata de un fundamentalismo -como se quisiera hacer creer para hacerle quedar mal- que pretende imponer su fe a la humanidad. Por el contrario, intenta defender a la humanidad de la tiranía del relativismo, que pretende imponer sus modelos a los demás sin ninguna prueba científica y únicamente en base a caprichos pasajeros. Las futuras generaciones nos echarán en cara el hecho de no haber estado a la altura de las circunstancias si en estos tiempos no emprendemos la batalla de la formación cristiana. Las dificultades realmente no son un problema, sino el temor del apóstol a no ser aceptado. He aquí porqué en estos momentos resuenan con fuerza las palabras de Juan Pablo II: “¡No tengáis miedo!”.
(R.Z.) (Agencia Fides 9/07/05)


Compartir: