AMERICA/ECUADOR - Juan Pablo II, misionero incansable, llevaba en su corazón el rostro doliente y sediento de toda la humanidad: “nos ha animado de manera especial, como Iglesia particulares, a vivir nuestra corresponsabilidad misionera"

sábado, 16 abril 2005

Quito (Agencia Fides) - "Su pensamiento misionero, perpetuado en la encíclica Redemptoris Missio, ha renovado y puesto al día el modo de entender y vivir nuestro compromiso misionero y de enfocar la misión de la Iglesia en nuestros tiempos, abriéndonos al futuro. Nos ha animado de manera especial, como Iglesias particulares, a vivir nuestra corresponsabilidad misionera": es cuanto escribe el p. Timoteo Lehane SDV, Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias del Ecuador en una reflexión envida a la Agencia Fides.
El Padre Lehane, recordando con gratitud y afecto la visita que realizó Juan Pablo II hizo al Ecuador hace 20 años (1985) subraya su cercanía, jovialidad, su profunda espiritualidad y su gran sentido del amor del Padre: “Nos ha hecho sentir más cercanos a Dios y ha pasado por esta tierra haciendo el bien e invitando a todos a hacer lo mismo, para llevarnos la compromiso de una Nueva Civilización, ayudando y amando a los más pobres del mundo. Nos ha enseñado cómo abrirnos a los otros, como superar los límites de la propia vida, cultura, religión y abrazar con el corazón lleno de amor a toda la humanidad, en el hermano más cercano. Buscaba de manera especiales a aquellos que habían perdido el sentido de la vida, y animó a todo los bautizados a ser misioneros de amor."
Juan Pablo II, misionero incansable, llevaba en su corazón sensible el rostro sufriente y sediento de toda la humanidad. Pero lo que aún más es bonito es que él pudo aliviar este sufrimiento abrazando a niños y pobres. Ahora podríamos entristecernos porque nos faltará su pensamiento inspirado, expresado en sus meditaciones, reflexiones, discursos y documentos, por medio de los cuales nos propuso una Iglesia cada vez más misionera, pero tendremos su aureola de santidad, su rostro con los ojos llenos de bondad y su vida para contemplar. Con su vida, este hombre de Dios nos ha evangelizado, nos ha amado y nos ha hecho sentir su amor en cada una de sus expresiones a los que miraba, apreciaba y acariciaba. Cómo misioneros, damos gracias a Dios por él, y pedimos que ahora nos anime con el ejemplo de su vida. Como en vida tenía el don de superar las fronteras, ahora es el mejor intercesor que tenemos, a pesar de la distancia de la muerte y de la cercanía de la resurrección. (R.Z) (Agencia Fides 16/4/2005; Líneas: 29 Palabras: 425)


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