VATICANO - LUCES Y SOMBRAS DE ÁFRICA EN EL SÍNODO CONTINENTAL CONVOCADO POR JUAN PABLO II - La Exhortación Apostólica “Ecclesia in Africa”

lunes, 11 abril 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El Santo Padre Juan Pablo II firmó en Yaoundé (Camerún), el 14 de septiembre de 1995, la Exhortación Apostólica “Ecclesia in Africa”, solicitada por los miembros de la Asamblea Especial por África del Sínodo de los Obispos para “poner en conocimiento de toda la Iglesia los frutos de sus reflexiones, de sus oraciones, de sus discusiones y de sus intercambios”. Su publicación, efectuada no por casualidad en tierra africana, abrió la fase conmemorativa del Sínodo africano que se había celebrado en Roma del 10 de abril al 8 de mayo de 1994. Se trata del primer gran documento de Juan Pablo II.

En la introducción del documento se vuelven a recorrer los orígenes remotos del Sínodo y sus principales etapas de preparación, empezando con el Concilio Vaticano II, pasando por el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y de Madagascar, inaugurado por el Papa Pablo VI en Kampala, Uganda, en 1969, hasta la redacción de los Lineamenta y del Instrumentum Laboris, documentos base de los trabajos sinodales.
En el primer capítulo se explican las razones por las que el Sínodo se revela como un “acontecimiento eclesial histórico”, evento de gracia vivido por los Padres, con la “viva conciencia de ser católicos y al mismo tiempo africanos”.
La historia de la evangelización en el continente se recuerda en el segundo capítulo, a partir de los primeros siglos cristianos y hasta llegar al impulso misionero del siglo pasado y del actual. Junto al Sínodo, el Papa rinde, pues, un caluroso homenaje a los misioneros. “ Dónde están la esperanza y el optimismo que el Evangelio lleva consigo?, se pregunta el Papa pensando en el África de hoy. Y, recordando que el Sínodo comparó al continente con el hombre medio muerto en el camino de Jericó, espera que “la Iglesia continúe paciente e incansablemente su obra de buen samaritano”.
Centrado sobre temas prioritarios de la evangelización y de la inculturación, el tercer capítulo inicia con la consigna que la Iglesia ha recibido de Cristo y que el Sínodo transmite: “Seréis mis testigos” (Hch 1,8). La inculturación -repite el Santo Padre- “comprende una doble dimensión: por una parte la íntima transformación de los auténticos valores culturales mediante la integración en el cristianismo, y por la otra, la radicación del cristianismo en las varias culturas”. En el centro de la evangelización se encuentran el amor y el respeto por el hombre, traducidos concretamente en acciones dirigidas al desarrollo integral y a la defensa de la dignidad de todos los hombres.
El cuarto capítulo se sitúa en la perspectiva del tercer milenio cristiano y presenta, en primer lugar, algunos “desafíos actuales” a los que tiene que hacer frente la Iglesia en África. Se evidencia después la dignidad de la familia, “pilar sobre el que construir el edificio de la sociedad”.
“Seréis mis testigos en África”, éste el título del quinto capítulo en el que, casi queriendo recoger todas las fuerzas, Juan Pablo II pasa revista a los diferentes agentes de la evangelización, evidenciando el empeño primario de dar testimonio mediante la santidad personal, abierta a la asimilación de cualquier sano valor de la sociedad en la que se vive. Se manifiesta además el deseo de que se forme un laicado activo en la Iglesia que desarrolle sus deberes sociales con espíritu cristiano.
El sexto capítulo, titulado “Edificar el Reino de Dios”, el Papa se detiene en la necesidad de promocionar actualmente la justicia y la paz en África. Sigue siendo urgente para la defensa de los derechos humanos el papel profético de la Iglesia; papel que exige que los cristianos hayan asimilado la doctrina social de la Iglesia. Se recuerdan, después, los problemas más serios que afligen al continente: los jóvenes sin futuro, el azote del Sida, las enfermedades, las tragedias de las aún tantas guerras que provocan sufrimientos inauditos. En este sentido, el Papa invita a que se ponga fin al nefasto comercio de las armas y a que se encuentren soluciones para las gravísimas necesidades de los refugiados. El Santo Padre no se olvida además de señalar la cuestión de la deuda internacional, demasiado gravosa para casi todo el continente y solicita a los organismos financieros internacionales a los que competa que la disminuyan.
El séptimo capítulo ofrece una perspectiva misionera ampliada. Para Juan Pablo II se impone una “solidaridad pastoral orgánica” a escala continental, más allá de las fronteras de cada una de las diócesis o naciones. Es lo que se lleva a cabo, principalmente, con los sacerdotes africanos fidei donum, los institutos misioneros que reciben miembros africanos y también con las Obras Misionales Pontificias.
En la conclusión, el Papa exhorta al Pueblo de Dios que se encuentra en África a que se prepare con resolución para la entrada en el tercer milenio cristiano, empeñándose en la realización de las orientaciones por él presentadas en el documento. (S.L.) (Agencia Fides 11/04/05)


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