EUROPA/ITALIA - Fides publica un testimonio concedido hoy sobre la cuestión de las herejías del siglo VII, renovadas con temas actuales, por Su Eminencia el Cardinal Tomas Spidlik, que predicará con el padre Capuchino Raniero Cantalamessa las exhortaciones de inicio Cónclave.

jueves, 7 abril 2005

Roma (Agencia Fides) - El Cardinal Tomas Spidlik, nombrado en el consistorio de 2003 por su Eminencia Juan Pablo II, está considerado entre los máximos conocedores de la espiritualidad cristiana oriental. Ha trabajado por años en la Radio Vaticana. Sus prédicas dominicales en lengua checa han suscitado un interés tal que han sido publicadas y traducidas en varios idiomas de la Europa del este, como el polaco, el rumano, y también en italiano. Desde 1991 vive y trabaja en el Centro Aletti, un centro de la Compañía de Jesús para el estudio de la tradición del oriente cristiano en relación con los problemas del mundo contemporáneo. Fides ha recogido su testimonio para la historia de la Iglesia Católica sobre las herejías del siglo II, renovadas con los temas del hoy.
“No resulta fácil decir algo interesante sobre una herejía del siglo VII de la que la mayoría no conoce ni siquiera el nombre: Monoteísmo. Empezaré pues con una cosa actual. He hablado recientemente con una monja japonesa budista sobre la mística. Ella me explicó su ideal en estos términos: ante Dios, el hombre debe renunciar a su voluntad hasta aniquilarse. Si echamos un poco de sal en el mar, ¿dónde está? La pregunta es inútil. ¿No debería de ser también un ideal válido para los cristianos?- me preguntó. Contesté convencido que no. ¿Pero no tenéis vosotros también que cumplir la voluntad de Dios? Sí, pero la voluntad de Dios no destruye la nuestra. Tal aniquilación de la voluntad humana constituía, en el siglo VII, la herejía de la que hablamos. El nombre es característico: thelema significa, en griego, voluntad; monos quiere decir uno solo. Los primeros concilios cristianos establecieron que Jesús, encarnándose, asumió la entera naturaleza humana, que es verdadero Dios y verdadero hombre en una sola persona. Pero estos monoteístas hicieron objeciones. No puede haber, según ellos, dos voluntades en Cristo, divina y humana juntas, porque entrarían en conflicto. Así pues, Jesús no tenía voluntad humana; fue sustituida con la única voluntad divina. Nos maravillamos de que tal discusión, que podría hacerse en el ámbito cerrado de los especialistas teólogos, pueda tener tantas consecuencias en la vida pública. En aquel tiempo, tomaron parte en ella emperadores de Constantinopla, patriarcas y, en Roma, incluso se pronunció el consejo lateranense en el 647. La figura que sufrió más de ello fue el gran autor espiritual griego San Massimo Confessore, fallecido en el 660, defensor de la fe. Por orden del poder estatal, primero fue exilado y luego se le cortó la lengua y la mano derecha. De hecho sucede siempre que cuando un emperador desea que se cumpla su voluntad, todas las demás voluntades tengan que desaparecer. Nadie puede hablar o escribir contra la suya. San Massimo dijo en cambio que Dios no era así. Dios nos indica su voluntad, pero quiere que ésta sea libremente aceptada por los hombres, de voluntad propia. Nuestra relación con Dios es de diálogo entre dos personas libres y es, en sentido sublime y elevado, verdadera democracia. No nos sorprende que la Iglesia haya tenido que defenderla ya en el siglo VII por el bien de la humanidad y de nuestra fe. (P.L.R.) (Agencia Fides 7/04/05)


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