VATICANO - “¡No tengáis miedo de las nuevas tecnologías! ¡No tengáis miedo de la oposición del mundo! ¡No tengáis miedo de vuestra debilidad y de vuestra incapacidad!” Carta Apostólica "El rápido desarrollo" de Juan Pablo II a los responsables de las comunicaciones sociales

martes, 22 febrero 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - A más de cuarenta años de la publicación del Decreto conciliar "Inter mirifica", constatado el rápido desarrollo de las tecnologías en el campo de los medios de comunicación, es más que nunca oportuno volver a reflexionar sobre los desafíos que las comunicaciones sociales constituyen para la Iglesia: es este el motivo de fondo de la Carta apostólica del Santo Padre Juan Pablo II titulada "El rápido desarrollo" dirigida a los responsables de las comunicaciones sociales. La Carta lleva fecha del 23 de enero del 2005, memoria de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas, y fue pública el 21 de febrero del 2005. Articulada en 5 capítulos y en 14 puntos, el documento se fija en el "fecundo camino" realizado en más de 40 años tras la estela del Decreto conciliar: " la comunidad cristiana ha dado pasos significativos en el uso de los medios de comunicación para la información religiosa, para la evangelización y la catequesis, para la formación de los agentes de pastoral en este sector y para la educación de una madura responsabilidad de los usuarios y destinatarios de los mismos instrumentos de la comunicación”.
El mundo contemporáneo es rico en potencialidad comunicativa y los medios de comunicación social representan para muchos el principal instrumento de guía e inspiración para sus comportamientos individuales, familiares, sociales. “Se trata de un problema complejo, ya que tal cultura, antes que de «los contenidos», nace del hecho mismo de la existencia de nuevos modos de comunicar, dotados de técnicas y lenguajes inéditos. El Papa subraya después que " los medios de comunicación pueden y deben promover la justicia y la solidaridad, refiriendo los acontecimientos de modo cuidadoso y verdadero, analizando completamente las situaciones y los problemas, y dando voz a las diversas opiniones".
El segundo capítulo, titulado "Discernimiento evangélico y compromiso misionero", evidencia ante todo que "también el mundo de los medios de comunicación necesita la redención de Cristo". La historia de la salvación narra y documenta la comunicación de Dios con el hombre, que ha alcanzado su perfección en el Verbo hecho carne. " El Verbo encarnado nos ha dejado el ejemplo de cómo comunicarnos con el Padre y con los hombres, sea viviendo momentos de silencio y de recogimiento, sea predicando en todo lugar y con todos los lenguajes posibles. Hay después un momento culminante en el cual la comunicación se hace comunión plena: es el encuentro eucarístico". La Iglesia, llamada a anunciar a todos el gozoso mensaje de la salvación, asume las oportunidades ofrecidas por los instrumentos de la comunicación social: "Demos gracias a Dios por la presencia de estos potente medios que, si los usan los creyentes con el genio de la fe y en la docilidad a la luz del Espíritu Santo, pueden contribuir a facilitar la difusión del Evangelio y a hacer más eficaces los vínculos de comunión entre las comunidades eclesiales."
En el tercer capítulo se subraya como "en medios de comunicación la Iglesia encuentra un apoyo excelente para difundir el Evangelio y los valores religiosos, para promover el diálogo y la cooperación ecuménica e interreligiosa, así como para defender aquellos sólidos principios indispensables para la construcción de una sociedad respetuosa de la dignidad de la persona humana y atenta al bien común. Asimismo la Iglesia los emplea con gusto para la propia información y para dilatar los confines de la evangelización, de la catequesis y de la formación, en la conciencia de que su utilización da respuesta al mandato del Señor: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15)”. En nuestra época se difunde por desgracia la convicción que el hombre debería aprender a vivir en un horizonte de total ausencia de sentido, en busca de lo provisorio y de lo fugaz: es un desafío serio para los creyentes, sobre todo padres, familias y responsables de la formación, así como para toda la comunidad eclesial, llamada a formar trabajadores capaces de dialogar con el vasto mundo de los mass-media y valorizar la cultura mediática en la que viven los creyentes.
La Iglesia está llamada hoy "a una suerte de «conversión» pastoral y cultural para estar en grado de afrontar de manera adecuada el cambio de época que estamos viviendo". De esta exigencia se deben hacer intérpretes, sobre todo, los Pastores y las personas consagradas que por su propio carisma institucional tienen una especial responsabilidad en este campo de las comunicaciones sociales. El documento recuerda luego la invitación a insertar los medios de comunicación en la programación pastoral. Junto a Internet, que muchos cristianos ya están usando de modo creativo, explorando las potencialidades para la evangelización, para la educación, para la comunicación interna, para la administración y el gobierno, “se van utilizando nuevos medios y verificando nuevas formas de utilizar los instrumentos tradicionales. Los periódicos, las revistas, las publicaciones varias, la televisión y la radio católicos siguen siendo, todavía hoy, indispensables en el panorama completo de las comunicaciones eclesiales”.
Reconociendo que "los instrumentos de la comunicación social constituyen un patrimonio que se debe tutelar y promover”, es pues necesario que las comunicaciones sociales “entren en un cuadro de derechos y deberes orgánicamente estructurados", el documento toma en consideración tres opciones fundamentales: la formación, para que los medios de comunicación sean conocidos y usados de manera consciente y apropiada; participación responsable en la gestión de los mismos; las grandes potencialidades que los medios de comunicación tienen para favorecer el diálogo convirtiéndose en vehículos de conocimiento recíproco, de solidaridad, de paz y de comprensión entre los pueblos.
La Carta apostólica concluye con el capítulo titulado "Comunicar con la fuerza del Espíritu Santo", dónde se afirma que "gran reto para nuestro tiempo es el de mantener una comunicación verdadera y libre, que contribuya a consolidar el progreso integral del mundo.… También en este campo los creyentes en Cristo saben que pueden contar con la ayuda del Espíritu Santo". A los operadores de la comunicación y especialmente a los creyentes que trabajan en este importante ámbito de la sociedad, el Papa repite la invitación lanzada al inicio de su Pontificado: "¡No tengáis miedo!": ¡No tengáis miedo de las nuevas tecnologías! ¡No tengáis miedo de la oposición del mundo! ¡No tengáis miedo de vuestra debilidad y de vuestra incapacidad!” (S.L) (Agencia Fides 22/2/2005; rayas 68, palabras 921,


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