Febrero del 2005: "Para que en los misioneros y misioneras crezca la conciencia de que solo mediante un amor apasionado a Cristo se puede transmitir el Evangelio de modo eficaz y convincente". Comentario a la intención misionera a cargo de de Su Em. el Card. Ricardo Vidal, Arzobispo de Cebú (Filipinas)

lunes, 7 febrero 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Sólo mediante un amor apasionado a Cristo es posible transmitir el Evangelio de modo convincente y eficaz. Los misioneros y misioneras que trabajan en las misiones lo saben. No puede ser de otra manera. El Evangelio en si mismo, es una llamada a amar, es una propuesta de amor ofrecida por el propio Cristo. Nosotros somos enviados a anunciarlo y sólo haciendo experiencia de este amor y compartiéndolo entre nosotros, podemos anunciarlo a los otros.
En el corazón de todo misionero debe haber un fuego que queme y empuje a anunciar al Señor. Éste es el amor del que habla el profeta Jeremías:
“Yo decía: No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre. Pero había en mi corazón algo así como un fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía” (Jer 20,9).
El amor hacia el Señor es el animador de todo misionero, es fuente de todo impulso misionero. Sin este amor todo esfuerzo por anunciar el Evangelio es fatiga y trabajo oneroso.
El amor hacia el Señor es la sustancia del Evangelio. Es un amor que se expresa en el servicio alegre. El Evangelio es un desafío a ser "santos como es santo el Padre en los cielos" (Mt 5,48). Este desafío difícilmente se traduce en el lenguaje de hoy. A pesar de ello, la vocación a la santidad también es una vocación a amar, y el amor es el deseo más profundo de todo ser humano. Frente a un amor que se abandona totalmente por amor al Amado, el mundo moderno debe recuperar sus valores y prioridades. Frente a un amor que prefiere a los enfermos, los pobres, los excluidos, el mundo debe preguntarse si ha perdido de vista algo más esencial que el culto de sí mismo.
Cristo nos llama a un encuentro cara a cara, dónde nada se interpone entre Él y nosotros. Éste es un amor que no busca otra cosa que el bien del amado; todos los demás motivos superficiales e innobles desaparecen. El mundo que ve las relaciones humanas como un intercambio de bienes, se obstina en ver el amor como un contrato, es decir como un medio para conseguir algo de la otra persona y no como un acto en el que uno se dona a la otra persona. Considerando el amor gratuito, el mundo se interroga sobre su modo de amar.
El mundo conoce a Dios como dador de dones. Considera a Dios como alguien que puede darnos todo lo que pedimos. Reconoce el amor de Dios en la oración escuchada y en los deseos satisfechos. El Evangelio nos lleva a un conocimiento más profundo de un Dios que nos ama en el modo en que Él desea ser amado por nosotros: "Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; quien ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es me digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará”. (Mt 10,37-39).
El desafío de todo misionero es saber articular este mensaje de modo que pueda ser percibido por el mundo. El único modo para articularlo es vivirlo y dar testimonio de ello con la vida. (Su Em. Card. Ricardo Vidal, Arzobispo de Cebú)
(Agencia Fides 7/2/2005 Líneas: 41 Palabras: 617)


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