ASIA/TAILANDIA - Un testimonio a Fides que es una crónica de la ayuda concreta de la Iglesia a esas poblaciones, por encima de cualquier prejuicio o diversidad, o de quien ve en los misioneros otra intención distinta a la mera solidaridad y a la cercanía hacia quien sufre, sea cual sea su religión

jueves, 13 enero 2005

Bangkok (Agencia Fides) - Acaba apenas de llegar el testimonio del P. Paul Cherdchai Lertjitlekha, Vice Provincial de los Cimilianos en Tailandia, sobre la primera ayuda que ha conseguido prestar su comunidad después de la catástrofe del 26 de diciembre. A continuación la carta del Padre Lertjitlekha:
"Queridos hermanos y amigos, estoy convencido de que estáis en conocimiento de las noticias relativas al terrible desastre que ha golpeado el Sureste asiático y nuestro país: Tailandia.
Después de haber buscado durante dos o tres días informaciones sobre el desastre, sin tener todavía informaciones precisas, decidimos ponernos rápidamente en movimiento con un grupo de siete máquinas. La iniciativa fue coordinada por la colaboración entre el Camillian Hospital y el San Camillo Hospital. Éramos 45 personas: 4 médicos, 1 dentista, 15 enfermeras, los chóferes y un grupo de apoyo. Llenamos las furgonetas y ambulancias con medicinas, instrumentos médicos, agua, tiendas y otras cosas necesarias. Fuimos a la provincia de Phangnga, la más golpeada. El lugar que nuestro team móvil localizó es Ban Bang Moung, Ta Kao Pa District, a 800 km de Bangkok.
En el campo base de Bang Moung se encuentran unas 2000 personas que viven en tiendas; a ellas han llegado muchas donaciones. Después de haber verificado que tenían suficiencia para la primera emergencia decidimos dirigirnos hacia el lado opuesto, dónde quizá hubiera más necesidad y no hubieran llegado las ayudas del estado. Nos dirigimos hacia el interior dónde fijamos el campo, en la zona rural de Bang Sak Village dónde se acababan de trasladar 300 personas huyendo de las ola. Viven en tiendas divididas por grupos familiares en espera de ayudas; montamos nuestras tiendas junto a las de ellos y nos quedamos allí tres días.
Casi todas las familias ha perdido uno o más miembros en el desastre. Hemos escuchado sus historias llenas de tristeza. Se sentían marginados. Fuimos los primeros en llevarles ayuda después de varios días. Ofrecimos ayuda médica a los niños y ancianos y los más graves fueron hospitalizados. Visitamos personas en otros campos ofreciéndoles apoyo psicológico. Y por las tardes organizábamos juegos para los niños para aliviar su sufrimiento y su luto. Intentábamos descubrir cuales eran las necesidades reales de la gente y ver si había personas a las que todavía no hubiese llegado ninguna ayuda, para intentar llegar hasta ellas.
De todo lo que he visto, he podido notar que todavía están asustados y que muchos no volverán atrás. Tienen comida, vestidos, medicinas y agua. Han llegado donaciones. Tienen que volver a sus lugares de origen y necesitan urgentemente casas, instrumentos para la pesca, barcos, redes. En otras palabras, tienen que reconstruir sus familias.
Nos hemos puesto de acuerdo para que si la Conferencia Episcopal de Tailandia nos pidiera atender el pueblo en el que hemos comenzado a trabajar u otros, estaríamos preparados para comprometernos en favor de los damnificados. Hemos visto que hay organizaciones que llegan y se van (se paran el tiempo justo para dejar las ayudas que llevan). Nosotros actuaremos de modo diferente, permaneciendo hasta que sus vidas vuelvan a la normalidad, hasta que vuelvan a las casas que construirá el gobierno.
Esto es lo que estamos haciendo para dar una respuesta a la situación creada con la devastación de la ola asesina. Agradecemos a todos los que nos han escrito manifestándonos su preocupación por esta trágica situación. Os pido que recéis por todas las víctimas. Fraternalmente, P. Paul Cherdchai Lertjitlekha, Vice Provincial". (AP) (Agencia Fides 13/1/2005; Líneas: 46 Palabras: 624)


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