VATICANO - Cuatro desafíos para la humanidad de hoy: vida, pan, paz y libertad. El Papa al Cuerpo Diplomático: "La Iglesia católica está siempre implicada directamente y participa en las grandes causas por la cuales el hombre actual sufre y espera.... Allí donde se encuentre un cristiano, miembro suyo, está presente todo el cuerpo de la Iglesia; dondequiera que se encuentre un hombre, allí se establece para nosotros un vínculo de fraternidad "

lunes, 10 enero 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "La Iglesia católica, universal por naturaleza, está siempre implicada directamente y participa en las grandes causas por la cuales el hombre actual sufre y espera. Ella no se siente extranjera entre ningún pueblo, porque donde se encuentre un cristiano, miembro suyo, está presente todo el cuerpo de la Iglesia. Más aún, dondequiera que se encuentre un hombre, allí se establece para nosotros un vínculo de fraternidad". Ha subrayado esta mañana el Santo Padre Juan Pablo II, recibiendo en audiencia a los Miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede para felicitarles el nuevo año.
El Papa ha recordado que la alegría del tiempo en que la Iglesia revive el misterio del Nacimiento del Salvador, ofuscados por la enorme catástrofe natural que ha afectado el sureste asiático, alcanzando incluso algunas costas de África oriental, y ha citado también otras tragedias que han afligido el 2004: los actos terroristas que han ensangrentado Irak y otros Estados del mundo, el atentado de Madrid, la matanza de Beslan, las violencias infligidas a la población del Darfur, los episodios de ferocidad en la región de los Grandes Lagos en África.
“Nuestro corazón se siente turbado y angustiado por todo ello - ha dicho el Santo Padre - y ciertamente no conseguiríamos liberarnos de las tristes dudas sobre el destino del hombre si, precisamente de la cuna de Belén, no nos llegara una mensaje, a la vez humano y divino, de vida y de esperanza más fuerte. En Cristo, que nace como hermano de todo hombre y se pone a nuestro lado, es Dios mismo quien nos invita a no dejarnos desanimar nunca, sino a superar las dificultades, por muy grandes que sean, reforzando y haciendo prevalecer los vínculos comunes de humanidad por encima de cualquier otra consideración”.
Después de haber recordado el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2005, que tiene por tema la invitación del apóstol Paolo: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien" (Rom 12, 21) el Santo Padre ha recordado que este “puede orientar a todos para responder a los grandes desafíos de la humanidad actual" y ha indicado cuatro como los principales. Primero de todos, el desafío de la vida. "La vida es el primer don que Dios nos ha hecho y la primera riqueza de la que puede gozar el hombre. La Iglesia anuncia «el Evangelio de la Vida». Y el Estado tiene precisamente como tarea primordial la tutela y la promoción de la vida humana". En estos últimos años el desafío de la vida se está haciendo cada vez más amplio y crucial. Se ha ido centrando particularmente en el inicio de la vida humana, cuando el hombre es más débil y debe ser protegido mejor (aborto, procreación asistida, uso de células madres embrionarias humanas con finalidades científicas, clonación). Para la Iglesia "el embrión humano es un sujeto idéntico al niño que va a nacer y al que ha nacido a partir de ese embrión. Por tanto, nada que viole su integridad y dignidad es éticamente admisible. Además, una investigación científica que reduzca el embrión a objeto de laboratorio no es digna del hombre". La investigación científica, que debe ser animada y aprobada, “nunca puede considerarse exenta de los imperativos morales". En este contexto el Papa también ha recordado los problemas de la familia, amenazada por factores sociales y culturales, y, en algunos Países, también “por una legislación que atenta - a veces incluso directamente - a su estructura natural, la cual es y sólo puede ser la de la unión entre un hombre y una mujer, fundada en el matrimonio”.
El segundo desafío indicado por el Papa es el del pan. A pesar de la tierra tiene recursos abundantes y variados para alimentar a todos sus habitantes, presentes y futuros, centenares de millones de seres humanos sufren gravemente desnutrición y, cada año, millones de niños mueren de hambre o por sus consecuencias. El empeño de las grandes organizaciones internacionales y las asociaciones no gubernativas no basta: “se requiere una vasta movilización moral de la opinión pública y, más aún, de los hombres responsables de la política, sobre todo en aquellos Países que han alcanzado un nivel de vida satisfactorio y próspero" ha subrayado al Papa, recordando el principio del destino universal de los bienes de la tierra, según la Doctrina social de la Iglesia.
La paz es el sueño de todas las generaciones, pero las guerras y los conflictos armados continuan ensangrentando el mundo. "Nuestro pensamiento se dirige espontáneamente hacia diversos Países de Oriente Medio, de África, de Asia y de América Latina, en los cuales el recurso a las armas y a la violencia, produce no sólo daños materiales incalculables, sino que fomenta el odio y acrecienta las causas de discordia, haciendo cada vez más difícil la búsqueda y el logro de soluciones capaces de conciliar los intereses legítimos de todas las partes implicadas. A estos trágicos males se añade el fenómeno cruel e inhumano del terrorismo, flagelo que ha alcanzado una dimensión planetaria desconocida por las generaciones anteriores". Para responder al gran desafío de la paz, Juan Pablo II ha exhortado: "a la prepotencia se debe oponer la razón, al enfrentamiento de la fuerza el enfrentamiento del diálogo, a las armas apuntadas la mano tendida: al mal el bien.. Numerosos son los hombres que trabajan con valentía y perseverancia en este sentido, y no faltan signos alentadores que demuestran cómo puede afrontarse el gran desafío de la paz." Sin embargo “para construir una paz verdadera y duradera en nuestro planeta ensangrentado, es necesaria una fuerza de paz que no retroceda ante ninguna dificultad. Es una fuerza que el hombre por sí solo no consigue alcanzar ni conservar: es un don de Dios”.
El último desafío en el que el Papa se ha detenido en el su discurso al Cuerpo Diplomático es el de la libertad: un derecho del individuo, según la Declaración Universal de los Derechos del hombre, y de los Estados. "La libertad es un gran bien, porque, sin ella, el hombre no puede realizarse de manera consecuente con su naturaleza..... En el núcleo más íntimo de la libertad humana está el derecho a la libertad religiosa, porque se refiere a la relación más esencial del hombre: su relación con Dios..... La libertad de religión sigue siendo en numerosos Estados un derecho no reconocido de manera suficiente o de modo adecuado. Pero el anhelo de la libertad de religión no se puede erradicar: será siempre vivo y apremiante mientras el hombre esté vivo..... No hay que temer que la justa libertad religiosa sea un límite para las otras libertades o perjudique la convivencia civil. Al contrario, con la libertad religiosa se desarrolla y florece también cualquier otra libertad, porque la libertad es un bien indivisible y prerrogativa de la misma persona humana y de su dignidad. No hay que temer que la libertad religiosa, una vez reconocida para la Iglesia católica, interfiera en el campo de la libertad política y de las competencias propias del Estado. La Iglesia sabe distinguir bien, como es su deber, lo que es del César y lo que es de Dios". (S.L) (Agencia Fides 10/1/2005; Líneas: 82 Palabras: 1269)


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