VATICANO - Mensaje del Papa para la Jornada de la Paz 2005: "La paz es el resultado de una larga y laboriosa batalla, que se vence cuando el mal es derrotado con el bien". Amplia citación de tantos delicados problemas que obstaculizan el desarrollo del continente africano

jueves, 16 diciembre 2004

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "Ante el dramático panorama de los violentos enfrentamientos fratricidas que se dan en varias partes del mundo, ante los sufrimientos indecibles e injusticias que producen, la única opción realmente constructiva es detestar el mal con horror y adherirse al bien (cf. Rm 12,9)... La paz es un bien que se promueve con el bien". Es un trozo del Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II para la celebración de la XXXVIII Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero del 2005, sobre el tema: "No te dejes vencer por el mal, antes bien vence el mal con el bien". En el Mensaje, presentado esta mañana en la Sala de prensa de la Santa Sede, el tema de la paz viene tratado en estrecha relación con el bien moral, el bien común y los bienes de la tierra. " La humanidad ha tenido desde sus orígenes la trágica experiencia del mal y ha tratado de descubrir sus raíces y explicar sus causas " afirma al Papa. "El mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo por mecanismos deterministas e impersonales. El mal pasa por la libertad humana. Precisamente esta facultad, que distingue al hombre de los otros seres vivientes de la tierra, está siempre en el centro del drama del mal y lo acompaña". En definitiva el mal es "es un trágico huir de las exigencias del amor" mientras que el bien moral "nace del amor, se manifiesta como amor y se orienta al amor".
La situación mundial contemporánea presenta innumerables manifestaciones del mal, y para orientar rectamente el propio camino, la humanidad de hoy necesita urgentemente tener en cuenta el patrimonio común de valores morales recibidos como don de Dios. El Santo Padre retoma aquí su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas hace diez años, en la que recordaba a todos hacer referencia, en el común servicio a la paz, a la gramática de la ley moral universal. "Esta común gramática de la ley moral exige un compromiso constante y responsable para que se respete y promueva la vida de las personas y los pueblos. A su luz no se puede dejar de reprobar con vigor los males de carácter social y político que afligen al mundo, sobre todo los provocados por los brotes de violencia". En este contexto el Papa cita el amado Continente africano, la peligrosa situación de Palestina, la Tierra de Jesús, el trágico fenómeno de la violencia terrorista y el drama iraquí. “Para conseguir el bien de la paz es preciso afirmar con lúcida convicción que la violencia es un mal inaceptable y que nunca soluciona los problemas" y es indispensable “promover una gran obra educativa de las conciencias, que forme a todos en el bien, especialmente a las nuevas generaciones, abriéndoles al horizonte del humanismo integral y solidario que la Iglesia indica y desea"
El Papa asocia después la promoción de la paz al bien común: "De alguna manera, todos están implicados en el trabajo por el bien común, en la búsqueda constante del bien ajeno como si fuera el propio. Dicha responsabilidad compete particularmente a la autoridad política, a cada una en su nivel, porque está llamada a crear el conjunto de condiciones sociales que consientan y favorezcan en los hombres y mujeres el desarrollo integral de sus personas". No se puede pues reducir el bien común en un simple bienestar socioeconómico, carente de toda referencia trascendente .
El cuarto párrafo del Mensaje está dedicado a las implicaciones éticas relativas al uso de los bienes de la tierra y a la ciudadanía mundial, derecho de toda persona: "Basta que un niño sea concebido para que sea titular de derechos, merezca atención y cuidados, y que alguien deba proveer a ello. La condena del racismo, la tutela de las minorías, la asistencia a los prófugos y refugiados, la movilización de la solidaridad internacional para todos los necesitados, no son sino aplicaciones coherentes del principio de la ciudadanía mundial”. El Santo Padre cita después una serie de cuestiones presentes en la agenda de la comunidad internacional: el empleo y el destino de los nuevos bienes fruto del conocimiento científico y del progreso tecnológico, que deben ser puestos al servicio de las necesidades primarias del hombre; los bienes públicos, que son "aquellos bienes de los que todos los ciudadanos gozan automáticamente, aun sin haber hecho una opción precisa por ellos", como, a nivel nacional, por ejemplo, con bienes como el sistema judicial, la defensa y la red de carreteras o ferrocarriles; la lucha contra la pobreza, "sobre todo teniendo en cuenta las condiciones de miseria en que viven aún más de mil millones de seres humanos". Sobre este último argumento, el Papa se centra en tres causas: la deuda externa de los Países pobres, la financiación al desarrollo; la urgencia de "una nueva fantasía de la caridad para difundir en el mundo el Evangelio de la esperanza". En particular, el Mensaje del Papa recuerda en este punto la situación del continente africano: piénsese en los numerosos conflictos armados, en las enfermedades pandémicas, más peligrosas aún por las condiciones de miseria, en la inestabilidad política unida a una difusa inseguridad social. Son realidades dramáticas que reclaman un camino radicalmente nuevo para África: es necesario dar vida a nuevas formas de solidaridad, bilaterales y multilaterales, con un mayor compromiso por parte de todos y tomando plena conciencia de que el bien de los pueblos africanos representa una condición indispensable para lograr el bien común universal"
En la parte conclusiva del Mensaje, Juan Pablo II invita a la esperanza cristiana. A pesar de los numerosos males que afligen el mundo, "el cristiano cultiva una esperanza indómita que lo ayuda a promover la justicia y la paz", seguro que el mal no prevalecerá, confiado en la posibilidad de construir un mundo mejor. "Ningún hombre, ninguna mujer de buena voluntad puede eximirse del esfuerzo en la lucha para vencer al mal con el bien. Es una lucha que se combate eficazmente sólo con las armas del amor". En el Año dedicado a la Eucaristía, el Papa recuerda que "por la participación en el mismo Pan y el mismo Cáliz, podemos sentirnos « familia de Dios » y al mismo tiempo contribuir de manera concreta y eficaz a la edificación de un mundo fundado en los valores de la justicia, la libertad y la paz.". (S.L) (Agencia Fides 16/12/2004; Líneas: 74 Palabras: 1112)


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