VATICANO - El Papa en la audiencia general comenta el salmo 61: si fuéramos más conscientes de nuestra caducidad y de nuestros límites no nos dirigiríamos a los ídolos, sino que orientaríamos nuestra confianza hacia el Señor, fuente de eternidad y de paz

miércoles, 10 noviembre 2004

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La elección fundamental del hombre entre la confianza en Dios y la confianza de carácter idolátrico, que hace buscar la seguridad y la estabilidad en la violencia, en el robo y la riqueza, han constituido el centro de la catequesis de esta mañana del Santo Padre Juan Pablo II, que ha comentado el Salmo 61 durante la audiencia general: “Sólo en Dios está nuestra paz" (Vísperas del miércoles de la II semana; lectura: Sal 61,2-3.8-9.12-13).
Las palabras del Salmo son "un canto de confianza... como una serena y fuerte jaculatoria, una invocación que también es un programa de vida: 'Sólo en Dios descansa mi alma; de El viene mi salvación. Sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar de refugio: no vacilaré. El Salmo en su desarrollo contrapone dos tipos de confianza, ha explicado el Papa: "Son dos elecciones fundamentales, una buena y una perversa, que comportan dos conductas morales diferentes. Está, ante todo, la confianza en Dios, exaltada en la invocación inicial, donde entra en escena un símbolo de estabilidad y de seguridad, como la peña, "la roca de defensa" o sea una fortaleza y un baluarte de protección.... está luego otra confianza de molde idolátrico, en la que el orante fija con insistencia su atención crítica. Es una confianza que hace buscar la seguridad y la estabilidad en la violencia, el robo y la riqueza. El llamamiento se hace, entonces, claro y neto: "¡No confiéis en la violencia, no os ilusionéis en el robo; aunque aumente vuestras riquezas, no les deis el corazón!”.
Los ídolos evocados como contrarios a la dignidad del hombre y a la convivencia social son tres: "la violencia a la que por desagracia, la humanidad continua recurriendo en nuestros días ensangrentados", a la que acompañan guerras, opresiones, prevaricaciones, torturas y matanzas; el segundo dios falso es el robo, "que se manifiesta en la extorsión, en la injusticia social, en la usura, en la corrupción política y económica"; la riqueza es el tercer ídolo "a la que se apega el corazón del hombre en la esperanza falsa de poder salvarse de la muerte y asegurarse un puesto de prestigio y poder."
"Si nosotros fuéramos más conscientes de nuestra caducidad y de los límites propios de la criatura, no elegiríamos el camino de la confianza en los ídolos, ni organizaríamos nuestra vida sobre una escala de pseudo-valores frágiles e inconsistentes. Antes bien, nos orientaríamos hacia la otra confianza, la que tiene su centro en el Señor, fuente de eternidad y de paz". (S.L) (Agencia Fides 10/11/2004, Líneas: 31 Palabras: 467)


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