Noviembre de 2004: "A fin de que cuantos están al servicio de la misión no olviden que de la santidad personal y de la unión íntima con Cristos surge la eficacia de la evangelización". Comentario a la intención misionera indicada por el Santo Padre a cargo de Su Eminencia el Card. Bernardin Gantin, Decano emérito del Colegio Cardenalicio

jueves, 28 octubre 2004

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Todos saben que Juan Pablo II durante su Pontificado y también recientemente, ha elevado al honor de los altares con la beatificación y canonización, a un número considerable de santos, hombres y mujeres, sacerdotes y almas consagradas, fundadores o miembros de familias religiosas.
Ésos son nuestros hermanos y hermanas que han llegado al final de su vida y a la cumbre de su vocación a través de la santificación personal y de su unión íntima con Cristo. Se advierte que impresionante es la profundidad espiritual de su vida según el Evangelio y la riqueza eclesial de su fecundidad histórica. Uno no se sorprende pues de que el Papa, a finales de este año 2004, nos proponga como tema de la intención misionera la preocupación en no olvidar los fundamentos de la eficacia de la evangelización.
Sin duda, la ambición principal de un cristiano no está ciertamente la de ser un día beatificado o canonizado, sino la de ser un "fiel", un auténtico hombre de fe según Cristo, de hacer presente y testimoniar a Cristo en todos los aspectos y entornos de su vida terrena. Ésta es una obligación inevitable para el cristiano "encargado de la misión”, esto es, para quien ha recibido expresamente el mandato de anunciar el Evangelio. No puede olvidar que su vida no podrá producir frutos si, como una rama pegada al árbol, no permanece estrechamente unido a Cristo.
Qué Obispo o qué sacerdote, aunque no sea monje, puede olvidar este propósito, el pensamiento lapidario de Don Marmion, beatificado recientemente, que definió a Cristo como “el alma de todo apostolado".
La santidad personal consiste en un esfuerzo interior, renovado cada día por la gracia de Dios, por mantenerse íntimamente unido a Cristo: el espíritu de Cristo es un espíritu de fidelidad y amor en la obediencia perfecta al Padre y por lo tanto, a los compromisos ligados al propio estado del bautizado, de consagrado, misionero al servicio del Evangelio.
El espíritu de Cristo es también el de las bienaventuranzas: el que produce la alegría a los constructores de paz y defensores de la justicia, a los que practican la mansedumbre, el perdón y la misericordia. Estos son ya frutos indiscutibles del Evangelio experimentado en profundidad. Ellos hacen de la tierra morada de Dios, en la que son excluidos el odio, violencias, guerras....
Cristo, a través de su apóstol al servicio de la misión, transfigura el mundo. Lo ha hecho resucitando, victorioso sobre la muerte. Quien quiere estar en íntima unión con Cristo, debe dar igualmente la prioridad a su adhesión a la Eucaristía, “fuente y cumbre de la evangelización".
En este año, el Papa nos llama a comprometernos en el Año de la Eucaristía, un motivo demás para pedir en la oración a Dios un aumento de fidelidad de la Iglesia al más grande de todos los sacramentos. Una vez más, Cristo no es sólo el alma de todo apostolado, sino que es la fuente del mismo, el destino y su razón de ser.
¿No somos todo nosotros, más o menos, el fruto de los que sembraron nuestros predecesores, nuestros padres y madres en la fe, con la santidad de su vida y su acción misionera? Es el caso de recordar con gratitud la figura de nuestros misioneros que renunciaron a todo para seguir a Cristo: dejaron su patria y sus seres queridos. La Misión, hoy como ayer, es don total a la evangelización Ad Gentes y Ad vitam. Es elegir deliberadamente una existencia dura y difícil, expuesta a todos los riesgos y peligros, incluidos los del clima, las incertidumbres de los países y los tiempos y enfermedades de todo género.
He dicho "renuncia". Pero esto no es sino la forma constante e inevitable de todos los sacrificios anunciados por el propio Cristo. Ni bastón ni bolsa, una sola túnica… en una palabra expoliación completa. Los pájaros tienen su nido, las zorras sus madrigueras, pero Cristo no tiene dónde reclinar la cabeza.
Este es el modo de ser misionero, completa e intensamente ligados a Cristo, condición necesaria para una fecundidad abundante y cierta.
La intención misionera de este mes de noviembre del 2004 evoca el recuerdo de los grandes misioneros beatificados y canonizados hace un año: san Daniele Comboni, san Arnold Jansen y la beata Madre Teresa. Tres nombres que honran todos los continentes: África y Asia a partir de Europa, de los que son originarios. Cómo africano me siento particularmente honrado de testimoniar la obra grandiosa realizada entre nosotros por estos grandes ejemplos de amigos de Cristo.
Gracias a ellos, en gran parte la Iglesia, se establece cada día más en esta tierra y se desarrolla favoreciendo múltiples testimonios concretos de fe y caridad. No se puede pues olvidar nunca estas maravillas del Señor. (Card Bernardin Gantin) (Agencia Fides 28/10/2004 - Líneas: 61 Palabras: 852)


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