EUROPA/ITALIA - “El Meeting es un testimonio de la capacidad infinita que tiene el cristianismo y en él sobre todo el Cristo de llegar directamente al corazón del hombre y de valorizar todas sus preguntas y todas sus esperas” declara Monseñor Massimo Camisasca, para la Agencia Fides, unos días después de la clausura de la XXV edición del Meeting de Rimini de Comunión y liberación.

jueves, 2 septiembre 2004

Roma (Agenzia Fides) - Monseñor Massimo Camisasca, fundador de la Fraternidad Sacerdotal de los Misioneros de San Carlos Borromeo, escritor y autor de ensayos, vivió en primera persona el nacimiento y el crecimiento del Meeting de Rimini, desde hace años momento fundamental de encuentro y de misión para muchos católicos y miembros del Movimiento de Comunión y liberación. Con él queremos hablar precisamente del Meeting, unos días después de la clausura (el pasado 28 de agosto) de la XXV edición titulada “Nuestro progreso no consiste en alardear de haber llegado, sino en tender continuamente hacia la meta”.

Monseñor Camisasca, ¿cómo nació el Meeting?
“La idea originaria del Meeting se le ocurrió a algunos jóvenes de la Fraternidad de Comunión y liberación que en 1980 se preguntaron cómo comunicar lo que había fascinado su vida a las cientos de miles personas que todos los veranos pasaban por Rimini. La pregunta y sobre todo la empresa le parecerían locas a cualquiera pero las veinticinco ediciones del Meeting demuestran en cambio que esa pasión no era irrazonable. El alma del Meeting fue un grupo de laicos que, junto con un sacerdote, don Giancalo Ugolini, fundaron la Asociación Meeting para la Amistad entre los pueblos y en 1980, durante una semana, en los stands de la Feria di Rimini, inauguraron la primera histórica edición de la manifestación. En aquel entonces los stands parecían enormes, era imposible llenarlos de gente, en cambio ahora, tras el nacimiento de la nueva Feria en las afueras de la ciudad (desde hace dos años la nueva sede del Meeting), aquellos salones parecen pequeños. La primera edición tuvo como lema “La paz y los derechos del hombre” y siguió un programa que luego en los años quedó casi inmutado: una serie de encuentros con personalidades de la cultura, de la economía, de la política de todo el mundo. Y luego las exposiciones y toda una serie de manifestaciones de espectáculos, deporte, música, cine”.

¿Cuál es la pretensión cultural y por tanto misionera del Meeting?
“Esos jóvenes querían comunicar el sentido de apertura que don Giussani le había dado a su vida, la curiosidad, el deseo de encontrar y sobre todo el deseo de verificar que siguiendo a Jesucristo cada hombre, cada obra de arte, cada canto, cada experiencia muestra su verdad, su participación en el único proyecto y, en algunos casos, también su pretensión ideológica, su fragilidad, sus límites. En estos 25 años el Meeting ha sido una gran expresión de la misión de los laicos en la Iglesia. Creo que es, desde un punto de vista cuantitativo y cualitativo, la más grande expresión que Europa conoce de la misión de los cristianos. Una misión, entonces, que no es mera proclamación de la verdad, que no es absolutamente exclusión de los demás sino todo lo contrario, es encuentro y valorización en la conciencia que una identidad vivida no es sinónimo de intolerancia sino, más bien, apertura, encuentro”.

¿Qué es lo que diferencia el Meeting de las otras manifestaciones, también culturales, que cada año tienen lugar en toda Europa?
“El Meeting de Rimini es bastante singular en su realidad. Sin duda nace de unos jóvenes que pertenecen a un Movimiento pero no tiene el objetivo de hablar de forma directa de la vida de ese Movimiento. Por supuesto comunica la experiencia de Comunión y liberación pero no de forma propagandista. El nombre CL emerge raramente, no por una reticencia o para esconder algo, sino porque el Meeting quiere ser un encuentro de experiencias, no de siglas. En este sentido no sólo está abierto a todos, sino que testimonia su voluntad de discutir e intercambiar opiniones con cualquiera. Es esto, entre otras cosas, lo que desorienta la prensa y desorienta a los que miran el Meeting con ojos no dispuestos a seguir esta cosa rara. En efecto el Meeting es algo raro, obliga a los que participan en él y a los mismos organizadores a renovar cada año su mirada según los encuentros que se dan. Al fin y al cabo ellos son el testimonio de la capacidad que tiene el cristianismo y, en él, sobre todo Cristo, de alcanzar directamente el corazón del hombre y de valorizar todas sus preguntas y todas sus esperas”.

La misión, la evangelización, es el pan cotidiano del que se alimentan también en la Fraternidad de sacerdotes que usted fundó en 1985. ¿Que sentido tiene en su Fraternidad de misioneros la palabra evangelizar?
“Pienso que la palabra evangelizar contiene un secreto importante. Evangelio, anuncio de bien, anuncio bueno. Evangelización es refractar sobre los demás una luz que ha aclarado nuestra vida. No se puede evangelizar sin comunicar una experiencia vivida. De ahí mi insistencia sobre la vida común. Porque ésta es el primer testimonio de bien que podemos darles a los hombres: la unidad es posible, la unidad de su persona, la unidad en las familias, la unidad con los amigos. Hay que documentar que esta unidad es posible; y cuando hablo de vida común, hablo precisamente de esto, es decir la documentación visible que unas personas con temperamentos diferentes, historias diferentes, sensibilidades diferentes pueden no sólo cohabitar sino ser mutuamente signo del “Misterio” gracias a alguien que los ha reunido, el Señor de su vida. Padre Julien Ries, el histórico de las religiones, ha definido la Fraternidad San Carlos “los paracaidistas de la fe”. En este sentido nosotros nos sentimos enviados tanto a las tierras de la tradicional misión “ad gentes”, como a las tierras del occidente cristiano envejecido, donde el cristianismo parece morir en el corazón de las personas porque su fe ya no logra sobrevivir a los dramas del presente”.
(P.L.R.) (Agencia Fides 2/8/2004 - Líneas 57; Palabras 857)


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