NUEVAS ESCLAVITUDES DEL SIGLO XXI - Sexta parte: -El compromiso de las iglesias europeas y las conferencias episcopales

miércoles, 4 agosto 2004

EL COMPROMISO DE LAS IGLESIAS EUROPEAS Y LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES

Las Iglesias europeas han sido pioneras en la lucha contra este tráfico, denunciando el fenómeno cuando los Estados aún no se preocupaban de él. Son numerosas las Conferencias Episcopales que han alzado su voz publicando documentos en los que ponen en evidencia este fenómeno.
La CCEE (Consejo de Conferencias Episcopales Europeas ha tratado este tema en numerosas ocasiones.

-En 1999 El Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE) y la Conferencia de las Iglesias Europeas (KEK) hicieron un llamamiento común contra los malos tratos ejercidos contra las mujeres por medio de una carta titulada “La violencia contra las mujeres” y firmada por el Cardenal Miloslav Vlk, arzobispo de Praga y presidente de la CCEE y el metropolita ortodoxo de París, Jèrèmie, presidente de la KEK. En ella afirman que “toda forma de violencia ejercida contra las mujeres es un pecado. La violencia ejercida sobre el cuerpo o el espíritu de las mujeres debe ser condenada” y denuncian “las violencias durante la guerra, la violencia sexual o psíquica en el hogar, el tráfico y esclavización de mujeres y niñas obligadas a prostituirse, la explotación mediática que muestra de modo degradante a mujeres o la violencia sexual presentada como mera diversión”.
La Carta fue dirigida a todas las Iglesias cristianas junto con un folleto en el que varias mujeres victimas de esta violencia ofrecen el testimonio de la terrible experiencia sufrida y sus secuelas e invita a todas las Iglesias cristianas de Europa a preguntarse sobre la responsabilidades pastorales relativas a las victimas de esta violencia.
-Así mismo en una reunión de los Directores nacionales de quince países de Europa de la pastoral de migraciones, organizado por el Comité de migraciones de la CCEE, del 27 al 30 de septiembre del 2001, constataron como la migración femenina ha aumentado considerablemente en los últimos veinte años, debido en gran parte a un verdadero trafico de mujeres y a la prostitución. Por ello piden que cada una de las Iglesias actúe para frenar esta plaga, participando en la labor de los gobiernos nacionales y de las instancias europeas a favor de la lucha contra el tráfico de mujeres y de su protección ya sea en el país de destino como en el de origen.
-En el 2002 se reunieron los obispos y directores nacionales encargados de la pastoral de emigrantes en un Congreso en Turquía titulado “Mujeres y familias en las migraciones” en el que constataron que la situación mas dramática y preocupante de las mujeres que emigran es la de las mujeres víctimas del tráfico de la prostitución. Y destacaron los nuevos desafíos que plantea este problema a la Iglesia.


-La Comisión Social de los obispos franceses, presidida por Mons. Olivier de Berranger, obispo de Saint-Denis, lanzó en diciembre del 2000, un grito de la alarma sobre la situación de la prostitución en Francia y en Europa en un documento titulado “La esclavitud y la prostitución”, en el que revelan la intención de ir a la raíz del problema y no contentarse con vagas declaraciones sobre la moral. En primer lugar los Obispos describen el mundo de la prostitución (20.000 personas en Francia de las que entre 5 y 6.000 están en la calle), que es el primer eslabón de una cadena de criminalidad que incluye otros como el comercio de drogas y de armas.
En este análisis, la Comisión se sirve de la experiencia de numerosas asociaciones que luchan contra la prostitución y ponen de manifiesto como el secuestro, la tortura, la venta en subasta, el paso de mano de una banda a otra, el traslado cada quince días, la muerte en caso de rebelión, forman parte normal de esta realidad.
Ante la prostitución, los obispos franceses advierten: atención a no caer en la trampa de la banalización; la venta del cuerpo es incompatible con la dignidad de la persona humana. Y afirman claramente como la prostitución no puede ser nunca considerada como un “trabajo”, tal como se pretende en la actualidad en numerosos países. No se puede hablar de una “buena” y una “mala” prostitución, distintas jurídicamente por el libre consentimiento de la persona que se prostituye.
“La prostitución, reduciendo las relaciones humanas a mercancía, desconoce la obra del Creador -dice el documento. Representa un rechazo del proyecto divino que toca a cada persona humana y por tanto, por lo que respecta a la fe, es un pecado tanto personal como colectivo”.
Realizan una invitación a tomar medidas contra este hecho proponiendo entre otras cosas: ayudar a las prostitutas a salir de este ambiente, ayudar a las familias cuyos hijos están en una situación de riesgo, hacer conocer los daños provocados por la prostitución. Piden así mismo al Estado francés que se comprometa concretamente a declarar en el código civil que el cuerpo no puede ser nunca objeto de comercio. A nivel europeo y mundial el documento episcopal invita a los organismos internacionales a comprometerse contra la posición de algunos estados europeos decididos a reglamentar la prostitución, para hacer de ella un trabajo y piden así mismo que se haga presión sobre los estados que no han ratificado la Convención Internacional del 2 de diciembre de 1949 “contra la trata de seres humanos y la explotación de la prostitución”. Y piden a la ONU que cree un “mecanismo de control” destinado a supervisar la aplicación de la convención de 1949.


-La Conferencia Episcopal Española publico el 27 de abril del 2001, al termino de la LXXXVI Asamblea Plenaria una declaración titulada “El drama humano y moral del tráfico de mujeres” en la que analiza profundamente este tema dado que en España constituye un problema grave siendo uno de los principales países de llegada de estas mujeres traficadas
El documento consta de cinco puntos, el primero de los cuales lleva por título: Una realidad alarmante. En él se plantea el que es el objetivo central de la Declaración, “ayudar a los cristianos (...) y a la sociedad en general a tomar conciencia del drama moral y humano que representa el tráfico de estas mujeres”.
Los Obispos españoles se declaran gravemente preocupados por el florecimiento de este negocio, gestionado frecuentemente por las mismas redes que mueven la droga y el blanqueo de dinero. Como “botón de muestra” presentan la situación en España, en la que la Dirección General de la Guardia Civil controló, en el año 2000, y como resultado de su actuación solamente en 900 clubes, a 14.118 personas que ejercían la prostitución, desarticulando 37 redes de traficantes y deteniéndose a 204 autores de delitos relacionados con la trata de mujeres y la prostitución de menores.
El segundo punto, Las causas de esta situación, pone en relación el fenómeno del tráfico de mujeres con el de los “flujos migratorios”, provocados en primer lugar por la huida de la pobreza, a la que con frecuencia vienen a unirse tantas situaciones de violencia y de conflictos, que provocan “el éxodo y la expulsión hacia lugares más seguros”.
Pero no termina aquí el análisis de las causas. Con gran clarividencia los Obispos españoles señalan “como una causa determinante la sociedad consumista en la que vivimos, dominada por las leyes del mercado, y la banalización de la sexualidad” y señalan como “factor clave” y “colaborador fundamental” para mantener este degradante negocio al “cliente”. A todo esto se une como factor que facilita el tráfico de mujeres “una cierta tolerancia social y legal con las redes de tráfico”.
Termina este punto con una llamada de atención dirigida a los Medios de Comunicación y las modernas tecnologías como Internet, que por motivos económicos, pueden contribuir en gran medida a favorecer estas situaciones “mediante la publicidad, los anuncios de ofertas sexuales y la pornografía”, convirtiéndose de esta manera en “cómplices de este mercado de seres humanos”. “Sería un buen síntoma de recuperación moral- concluye el párrafo- el velar cuidadosamente por el tipo de mensajes que circulan por tan poderosos medios”.

La preocupación de los Obispos se centra, en el tercer punto, sobre Las víctimas del tráfico, mujeres cuya “vida cotidiana es en muchos casos más grave que la antigua esclavitud”. Sometidas frecuentemente a malos tratos y a condiciones de vida inhumanas, cuando “deciden retornar a una vida digna y libre, su camino de vuelta está lleno de dificultades”. A las amenazas y represalias por parte de las redes mafiosas, los problemas psicológicos, el rechazo familiar y social... se suele añadir el tener que superar también problemas jurídicos de diversa índole.
El cuarto punto, Atentado grave a los derechos humanos, adquiere el tono de denuncia contra una “cultura economicista y materialista, que ha olvidado el carácter sagrado y la dignidad de la persona humana, creada a imagen de Dios (Gen. 1, 27)” y condena el tráfico de mujeres como “una de las más escandalosas formas de reducción del ser humano a mera mercancía”. Insiste en el papel jugado por el “cliente” en lo que denomina: “mercado del sexo” , ya que éste, como cualquier otro negocio, viene condicionado por la “demanda” del producto. Señala como raíz “de la inmoralidad de la prostitución (...) la negación radical del amor humano”, ya que a la esencia del amor “pertenece la entrega personal y efectiva desinteresada, mientras que a la esencia de la prostitución corresponde, por el contrario, el lucro y la utilización de la persona humana como mercancía. Es necesario, por tanto aprender a “mirar como Dios mira a estas personas, a toda persona humana”, y para eso urge “la necesidad de educar en una cultura asentada firmemente en valores como la dignidad insobornable de todo ser humano y el respeto a sus derechos”. El ser humano no puede jamás ser considerado “un objeto de explotación comercial, un instrumento de interés egoísta, o de placer”.
El documento concluye concretando cuáles son las Tareas pendientes en la sociedad y en la pastoral de las comunidades cristianas, porque no basta describir el problema, “es urgente que la sociedad presente respuestas adecuadas a esta situación y a sus víctimas”. “Por una parte es necesario recuperar la educación en valores morales, como el respeto a los demás por ser seres humanos, por su dignidad; y, por otra parte, rechazar toda discriminación e instrumentalización inhumana”. Los Obispos españoles se lamentan de que “son pocos los Estados que se han comprometido decidida y eficazmente en la lucha contra este mal”, a pesar de que en “el ámbito internacional existen instrumentos legales” para ello. Desean que se acentúe “el trato favorable a las víctimas”, protegiéndolas de una manera eficaz y desarrollando una “actuación policial efectiva contra los explotadores de seres humanos”. Conscientes de que “el cambio de mentalidad que se necesita no será posible sin la implicación de los Medios de Comunicación” piden su colaboración para “informar sin sensacionalismo”, ofreciendo un mensaje que colabore en la “compresión del problema y la sensibilización social ante el mismo”.
A las mujeres “que sufrís la terrible degradación que supone esta explotación”, los Obispos españoles las dirigen palabras de aliento y cercanía, animándolas a “sacar fuerza de la debilidad”: “Somos sensibles a vuestra grave y penosa situación que tanto dolor os causa y nos causa”. Al tiempo tratan de hacerlas conscientes de que “vuestra denuncia y vuestro testimonio podrán lograr que otras personas recuperen su dignidad perdida”.
Los dos últimos párrafos recogen una “súplica” y un “gracias” . Lo primero a las comunidades eclesiales, a las que se pide sean “hogar abierto” para las víctimas. El agradecimiento es para todos los que trabajan, ya desde hace tiempo, “acogiendo a las mujeres que deciden enfrentarse a esta situación”: comunidades cristianas, congregaciones religiosas y organizaciones sociales. A ellos dicen: “La Iglesia tiene la misión de defender y promover la dignidad de toda persona humana que en Cristo ‘ha sido elevada a dignidad sin igual. Siguiendo el ejemplo de Jesús, la Iglesia debe servir a los pobres, hacer suya la causa de los más débiles y proclamar que todos hemos nacido para vivir como hijos de Dios (cf. Lc 4, 18)”.
Así mismo los Obispos han publicado en enero de este año, 2004, un Directorio de la Pastoral Familiar en el que denuncian esta mentalidad difusa de perdida del sentido de la dignidad de la persona, del valor verdadero de la sexualidad reduciéndola a mero objeto de consumo.


-La Conferencia Episcopal Nigeriana ha escrito también una carta en febrero del 2002, titulada “Devolver la dignidad a la mujer nigeriana” en la que evidencian como una de las manifestaciones mas inquietantes del hedonismo desenfrenado reinante es el de haber hecho de la sexualidad un mercado, en el que las personas especialmente las mujeres son explotadas sexualmente a cambio de dinero. Y desatacan con preocupación el alarmante fenómeno que se ha manifestado en tiempo recientes en el que mujeres jóvenes son sacadas de su país de origen con promesas de mejores condiciones de vida hacia Europa, donde son obligadas a prostituirse, lo cual constituye una flagrante violación de la dignidad de la persona y de la feminidad. Los Obispos se muestran muy preocupados ante este fenómeno pues según las últimas estimaciones cercad e 15.000 mujeres nigerianas han sido obligadas a prostituirse solo en Italia y otras muchas se encuentran en otros países europeos. Un problema que existe y del que hay que hablar.
“Incluso en los casos, también numerosos, en que las mujeres y jóvenes eligen la prostitución por voluntad propia y la ven como una profesión, como un modo mas de ganar para vivir, hay que hacerles entender que ciertos modos de ganarse la vida son moralmente equivocados y denigran a la persona. Así ocurre con la prostitución: una flagrante abuso de la sexualidad humana y una ofensa a la dignidad femenina. Ninguna mujer que tenga temor de Dios y respeto de si misma debería entrar en la prostitución por ninguna razón y menos todavía como modo de ganarse la vida”
Comienzan haciendo un reconocimiento de la dignidad de la mujer con diversos documentos del Magisterio y la Biblia. A continuación plantean el problemas que se presenta actualmente en Nigeria: el tráfico de mujeres, “un sistema en el que muchas mujeres y jóvenes son vendidas y compradas con el fin de ofrecer un placer sexual a clientes que pagan”. Analizan los Obispos las terribles consecuencias de este fenómeno así como las causas del problema.
Entre las causas principales en Nigeria, los Obispos señalan la pobreza; la falta de instrucción; el paro; la corrupción generalizada; las redes criminales en Nigeria; la renuncia de los padres a hacerse cargo de los hijos una vez que han alcanzado la adolescencia sin importarles muchas veces como consiguen salir adelante, con tal que lo hagan; la propia avidez de muchas personas que les lleva a hacer lo que sea, incluso vender su cuerpo, con tal de ganar dinero, por ello, algunas de estas víctimas -señalan los Obispos - no son realmente victimas sino personas que van al extranjero plenamente conscientes de lo que harán para ganar dinero; la degeneración moral en la que se ha perdido completamente el sentido de Dios y “si un pueblo no tiene el sentido de Dios no puede tener tampoco el sentido del pecado”.
Para solucionar esta plaga los Obispos solicitan vivamente la participación de la comunidad social a varios niveles para encontrar lineas de acción conjuntas. Deben participar:
La opinión publica: Los padres y los maridos no deben presionar a las mujeres a elegir este camino para ganar dinero; todos deben ser más comprensivos con las mujeres implicadas en este trafico y deben ayudar a las autoridades denunciando a los responsables de este vergonzoso negocio.
La Iglesia debe también empeñarse activamente en este campo y los Obispos de Nigeria se comprometieron a realizarlo en la asamblea plenaria de marzo del 2001.
El gobierno de Nigeria que debe lanzar una vigorosa campaña de sensibilización, crear nuevos puestos de trabajo, hacer todo lo que este en su mano para reducir la pobreza, tomar medidas para sanear la corrupción, golpear fuertemente al cliente verdadero mantenedor de este comercio, tomar medidas adecuadas para rehabilitar a las victimas de la trata que vuelven a casa y ofrecerles protección adecuada a ellas y a sus familias, apoyar las ONG que trabajan por combatir esta plaga.

-Los Obispos del Chad han publicado recientemente una carta pastoral en defensa de la dignidad de la mujer en una sociedad en la que padece numerosos abusos: discriminación en la educación, tratada como mero objeto, mutilación genital. “No podemos quedarnos callados ante ciertos abusos”. “Las mujeres necesitan ser reconocidas y respetadas como criaturas amadas por Dios” y rechazan fuertemente la practica de las mutilaciones genitales femeninas que “representan un atentado a la integridad de la persona humana como Dios la ha creado”.

-En América los Obispos del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamérica) publicaron en febrero del 2001 un documento titulado “Las causas de la emigración en América desde la perspectiva de la Iglesia en América Latina y del CELAM” en el que constatan su preocupación por el trafico de personas, un hecho alarmante y humillante que acompaña el fenómeno de la movilidad humana.

-Varios Obispos de Guatemala en una carta firmada el 25 de noviembre del 2002, con motivo del día internacional de la no-violencia contra la mujeres señalan entre las ofensas contra la dignidad de la mujer, “el aumento de la prostitución que refleja no solo la pobreza del país sino también la degradación moral al considerar a la mujer como objeto de placer al servicio del instinto sexual machista de muchos hombres”. Y señalan como “la agresión a la dignidad de la mujer proviene de una mentalidad machista que ha creado en la sociedad una visión distorsionada de la misión y la dignidad de la mujer” exhortando sobre todo a los hombres a cambiar de mentalidad de modo que la mujer sea respetada y valorada. (Agencia Fides 4/8/2004)


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