“Para que el Señor done a la Iglesia en China la capacidad de perseverar en la fidelidad al Evangelio y crecer en la unidad” - Comentario a la Intención Misionera de mayo 2011

viernes, 29 abril 2011

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El número de católicos en China constituye poco más del uno por ciento de la población. Teniendo en cuenta que se trata del país más populoso de la tierra, aún siendo una proporción pequeña, el número de católicos es considerable. Según las noticias históricas de que disponemos, el anuncio del Evangelio de la salvación llegó relativamente temprano a China. Ya en los siglos V y VI algunos grupos de monjes de Siria, atravesando el Asia central, llevaron a aquellas tierras el nombre de Jesús. Todavía se conserva en Chang´an una estela que resume, a partir del año 635, aquel momento histórico que marcó el ingreso oficial en China de la “religión luminosa”.
En el discurso que el Santo Padre Benedicto XVI dirigió el 8 de noviembre de 2008 al nuevo Embajador de la República China ante la Santa Sede, el Papa afirmo: “Es parte de la misión de la Iglesia, compartir con todas las personas de buena voluntad su ser “experta en humanidad” para contribuir al bienestar de la familia humana”. Aun reconociendo que las poblaciones de Asia tienen una “intuición espiritual innata” y una “sabiduría moral” que facilita el diálogo interreligioso, el Papa no olvida que “también en China la Iglesia está llamada a ser testigo de Cristo, a mirar hacia adelante con esperanza y a tomar conciencia —en el anuncio del Evangelio— de los nuevos desafíos que el pueblo chino tiene que afrontar” (Benedicto XVI, Carta a los Obispos, a los presbíteros, a las personas consagradas y a los fieles de la Iglesia católica de la República popular China, 2 de mayo de 2007, n. 3).
En la proximidad del Jubileo del Año 2000, el beato Juan Pablo II exhortaba a los fieles católicos de China a inspirar su vida en la “Buena Nueva”. De esta manera, “la auténtica realización del Evangelio en vuestra vida se convertirá en un testimonio luminoso de Cristo en vuestro ambiente. Por tanto, todos vosotros, hermanos y hermanas, estáis llamados a anunciar con nuevo vigor el evangelio de la salvación al pueblo chino de hoy” (Mensaje de Juan Pablo II a los católicos en China, 8 de diciembre de 1999, n.5).
Es notoria, la difícil situación de la Iglesia en China, y cómo durante mucho tiempo ha tenido que realizar su misión en medio de la persecución. Debemos pedir a Dios como don la fidelidad, cuidando al mismo tiempo de poner los medios para conservar el Evangelio de Cristo sin recortes. Hay que incrementar la oración para que la Iglesia de China encuentre su unidad espiritual bajo la figura de Pedro, sobre quien Cristo quiso edificar la única Iglesia. Benedicto XVI ha recordado que “el Papa, cuando concede el mandato apostólico para la ordenación de un Obispo, ejerce su autoridad espiritual suprema: autoridad e intervención que quedan en el ámbito estrictamente religioso. No se trata por tanto de una autoridad política que se entromete indebidamente en los asuntos interiores de un Estado y vulnera su soberanía” (Benedicto XVI, Carta a los Obispos, a los presbíteros, a las personas consagradas y a los fieles de la Iglesia católica de la República popular China, 5 mayo 2007, n.9).
Una actitud de perdón y reconciliación facilitará la deseada unidad de la Iglesia en China. Es necesario tener grandeza de corazón, tener un corazón verdaderamente católico, para crear un clima de comunión, comprensión y perdón que facilite la unidad. El Papa está seguro de que “el Espíritu de Cristo, así como ha ayudado a las comunidades a mantener viva la fe en tiempos de persecución, ayudará también hoy a todos los católicos a crecer en la unidad” (Carta, n. 12).
María, después de la resurrección de su Hijo, reunió en oración a la Iglesia naciente a la espera de la venida del Espíritu. Oremos nosotros también junto a Ella, para que el Espíritu Santo conceda la unidad y la fidelidad a la Iglesia de Cristo en China. (Agencia Fides 29/4/2011)


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