AMERICA/COLOMBIA - Miles de campesinos e indígenas obligados a huir por las incursiones violentas de grupos armados: el compromiso de la Iglesia para ayudar a cuantos buscan refugio en las ciudades y en el extranjero

jueves, 22 julio 2004

Bogotá (Agencia Fides) - Según los datos de ACNUR (Oficina de la Naciones Unidas para los Refugiados), 200.000 colombianos han tenido que abandonar su patria entre 1999 y 2003 a causa del conflicto armado que ensangrienta el país. Desde 1985 hasta hoy, cerca de 2 millones de personas se han visto obligadas al desplazamiento forzado interno para huir de las matanzas de los grupos armados que luchan para adueñarse de zonas estratégicas para el cultivo de la coca, fuente valiosa para financiar sus actividades ilícitas. La Iglesia colombiana vive con inquietud esta situación, tratando de realizar una pastoral adecuada. "La diócesis de Mocoa - Sibundoy, Departamento de Putumayo - dice a la Agencia Fides el Obispo de esta diócesis, Mons. Luis Alberto Parra Moro - está localizada en una zona eminentemente agrícola, dónde hay extensos campos de cultivos de coca, por lo tanto, se trata de una zona muy ambicionada por los diversos grupos armados, que se adueñan de estas tierras a fuerza de violencia. A menudo masacran a la pobre gente que trata de resistir, aun no teniendo, con frecuencia, ningún título que certifique su propiedad. Los campesinos que quedan son obligados a cultivar la coca."
Las fumigaciones ordenadas por el Gobierno para erradicar los cultivos de coca perjudican la salud y, a largo plazo, hacen los campos inadecuados para el cultivo y también impiden la cría de ganado. Además, el proyecto de cultivos alternativos anunciado por el Gobierno está muy retrasado. Por lo tanto, la población está reducida a pobreza extrema. Muchos se ven obligados a desplazarse hacia las ciudades y las naciones confinantes con Colombia, para huir de la violencia o porque han perdido sus tierras y por lo tanto, las posibilidades de trabajo.
"Los desplazamientos forzados de la población campesina e indígena han causado graves problemas - continúa el Obispo de Mocoa-Sibundoy -. Los desplazados que llegan a la ciudad son marginados por la población, que los considera, de modo generalizado, colaboradores de los grupos armados o implicados en el tráfico de droga. Además, no conociendo la lengua española y estando poco instruidos, no tienen tampoco la posibilidad de desarrollar otro tipo de trabajo. A menudo se encuentran en condiciones infrahumanas, con graves problemas de vivienda, salud, alimentación y educación."
La Iglesia colombiana está haciendo frente a esta dramática situación con la pastoral de los desplazados. Se trata, ante todo, de garantizar todas las ayudas materiales y espirituales para que estos núcleos familiares permanezcan en sus lugares de origen. Los sacerdotes van a la selva para llevar ayuda espiritual y también para impartir lecciones escolares a los niños. Para evitar que los niños y jóvenes acaben por alistarse en los grupos guerrilleros, la diócesis de Mocoa-Sibundoy ha firmado un Acuerdo con el Gobierno y ha instituido una serie de Colegios, dónde unos 9.000 jóvenes realizan los estudios, habiendo garantizado comida, alojamiento y todo lo que necesitan para su normal desarrollo psico-físico. En los Colegios trabajan más de 450 maestros.
Por lo que concierne a los desplazados que buscan refugio en las naciones confinantes - y en el caso específico de la diócesis de Mocoa, en Ecuador - Mons. Parra Moro señala que desgraciadamente la zona confinante dónde llegan los evacuados se caracteriza por el paro, pobreza y falta de infraestructura, con la consecuencia que ya han ocurrido episodios de xenofobia. Además, tratándose de personas desprovistas de documentos, a menudo acaban en la cárcel o, en todo caso, son detenidas en espera de ser repatriadas por sospecha de ser miembros de grupos guerrilleros o traficantes de droga. La repatriación es una vuelta al drama del que intentaban huir. La Iglesia colombiana, en colaboración con las diócesis confinantes de las otras naciones, lleva adelante una pastoral "fronteriza" para dar a estos hermanos, en la medida de lo posible, una ayuda integral: alojamiento, alimentación, educación, evangelización. El Obispo de Mocoa-Sibundoy subraya: "hoy el problema de los desplazados constituye uno de los problemas sociales más urgentes de Colombia, tanto por la extrema pobreza a la que están reducidos como por las dimensiones del fenómeno que no solo no disminuye, antes bien, aumenta." (R.Z) (Agencia Fides 22/7/2004; Líneas: 51 Palabras: 717)


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