INTENCIÓN MISIONERA - “Para que los ministros ordenados, las religiosas, religiosos y los laicos comprometidos en el apostolado, sepan infundir entusiasmo misionero a las comunidades confiadas a su cuidado.” - Comentario a la Intención Misionera de mayo 2010

jueves, 29 abril 2010

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – La palabra “entusiasmo” proviene del griego ἐνθουσιασμός , y tiene varias acepciones o significados. Una de estas acepciones hace referencia a que los profetas estaban “llenos de Dios”, inspirados por Él cuando hablaban en su nombre. De alguna manera, cuando decimos que una persona está entusiasmada, estamos diciendo que está “llena de Dios”, y por eso se siente movida por un gran fervor y ánimo en sus palabras y acciones. Este entusiasmo es contagioso como el fuego, hace arder lo que tiene alrededor.
Para que los ministros ordenados, las religiosas y religiosos, y los laicos puedan transmitir entusiasmo, deben estar ellos mismos entusiasmados con su propia vocación, con su vida y, sobre todo, entusiasmados con Cristo, enamorados de Cristo. Quien se acerca con fe a Jesús en la escucha silenciosa de su Palabra, en la adoración eucarística, en la recepción sacramental de su Cuerpo, también siente arder en su corazón el fuego de su presencia. Los discípulos de Emaus experimentaron que su corazón se encendía al escuchar al Señor, le reconocieron en la fracción del pan y, ardiendo como estaban, se levantaron al instante y regresaron a Jerusalén para anunciar a los Once que habían visto a Jesús resucitado (cfr. Lc 24, 33). Quien se encuentra verdaderamente con Cristo, se hace misionero porque no puede guardar para sí mismo el amor que le quema dentro.
Similar fue la experiencia de S. Pablo. Siendo perseguidor y blasfemo, Cristo resucitado se le presentó en el camino de Damasco. Desde ese momento, su vida dio un giro radical, desde ese momento para él, “la vida es Cristo” (Flp 1, 21), y esa pasión le hace exclamar: “Ay de mí si no evangelizara” (1 Cor 9, 16). El Papa Benedicto XVI nos lo presenta como modelo de evangelizador lleno de entusiasmo: “Fijémonos en este gran evangelizador, que con el entusiasmo audaz de su acción apostólica, llevó el Evangelio a muchos pueblos del mundo de entonces. Su enseñanza y su ejemplo nos impulsan a buscar al Señor Jesús. Nos animan a confiar en Él, porque ahora el sentido de la nada, que tiende a intoxicar la humanidad, ha sido vencido por la luz y la esperanza que surgen de la resurrección” (Mensaje Urbi et orbe, Pascua 2009).
La juventud es la edad del entusiasmo, pero no debemos pensar solamente en una juventud física. Cuando nos falta el entusiasmo de la fe significa que estamos “envejecidos” prematuramente, que caminamos hacia la muerte. Aunque en el ámbito biológico los años pasan inexorablemente, espiritualmente debemos vivir un rejuvenecimiento constante, creciendo en el amor a Cristo y en el entusiasmo por llevarle a todos. S. Pablo decía: “Aunque nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se renueva de día en día” (2 Cor 4, 16).
Contemplemos finalmente el caso de otra joven llena de Dios: María. Recibió el anuncio del ángel Gabriel y asintió con obediencia y docilidad a lo que Dios la pedía. A través de su Fiat, el Verbo de Dios se hizo carne en sus entrañas virginales. Aquella joven,” entusiasmada”, literalmente “llena de Dios”, “se levantó y se fue deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá” (Lc 1, 39). El bien, y también el amor, son difusivos por sí mismos, llevan en su propia esencia la necesidad de ser comunicados. María lleva a Jesús en su seno. No puede guardar para sí misma el Amor que ha tomado carne de su carne. Siente la urgencia de llevarle a Isabel la gran noticia de la presencia de Cristo en el mundo.
En este mes de mayo, pidamos a María, que renueve en nuestros corazones el entusiasmo y la alegría de la fe, la certeza de la victoria de Cristo resucitado y de su amor por los hombres. Que Ella sea consuelo para nuestros hermanos misioneros que sufren con frecuencia la soledad y el descorazonamiento por la falta de resultados. Que María nos haga comprender que el sarmiento no puede dar fruto sino está unido a la vid (cfr. Jn 15, 4), que no podemos transmitir entusiasmo sino vivimos con entusiasmo. (Agencia Fides 29/04/2010)


Compartir: