“Para que los cristianos perseguidos por causa del Evangelio, sostenidos por el Espíritu Santo, perseveren en el fiel testimonio del amor de Dios por toda la humanidad” - Comentario a la Intención Misionera de abril de 2010

lunes, 29 marzo 2010

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El Señor mismo anunció la persecución para sus discípulos y ésta ha sido una constante en la historia de la Iglesia. Por tanto, en la medida en que los cristianos son fieles al mensaje de Cristo, se ven con mucha frecuencia perseguidos, incluso con la violencia física. Existe una dimensión de profecía y de llamada a la conversión que está inserta en el anuncio del Evangelio. Es importante señalar que esta dimensión profética de la fe, no debe ser manipulada para ponerla al servicio de ideologías ajenas al Evangelio, sino que se trata de una profecía directamente vinculada a la fe y al mensaje de salvación que Cristo propone.
Desde los comienzos de la predicación evangélica, encontramos ya en la figura del Precursor, un modelo de fidelidad a la verdad de Dios, predicada incluso a riesgo de la propia vida. S. Esteban es el siguiente en la larga lista de testigos de Cristo, hasta el derramamiento de la sangre. Puede observarse como un hilo rojo que recorre toda la historia de la Iglesia, donde siempre ha estado presente la persecución y la cruz.
Ciertamente, estos hermanos nuestros, que sufren en su carne la persecución, la cárcel, el abandono y otras muchas afrentas, son para nosotros una llamada a salir de nuestra comodidad y de la mediocridad que con frecuencia atenaza nuestras vidas. Cuando creer en el Señor Jesucristo comienza a resultar cómodo, hay algo que falla en nuestro seguimiento del Maestro. Es cierto que en la sociedad occidental se suelen utilizar otras técnicas de persecución, no física, sino moral, a través de la denigración de la Iglesia y de sus ministros, especialmente del Santo Padre, en los medios de comunicación. Dios lo permite para que sirva a nuestro bien y a nuestra santidad. Por una parte, nos empuja a hacer examen de conciencia y a convertirnos si realmente hay algo que no está de acuerdo al Evangelio, pero por otro lado nos debe llevar a imitar a nuestros hermanos perseguidos. Ellos nos dan testimonio de una coherencia y una libertad que no se deja intimidad por las presiones del mundo, sean morales o físicas. Si los creyentes en Cristo por miedo a la persecución de cualquier tipo, callan la verdad del Evangelio, sea en el ámbito de la defensa de la vida humana, sea en la defensa de la grandeza de la sexualidad en toda su verdad, sea en el ámbito de las injusticias sociales, han traicionado su fe.
Los cristianos perseguidos son testimonio de la fuerza del Espíritu Santo. El Paráclito sostiene con la potencia del amor la debilidad de aquellos que le invocan y que creen sin reservas en el Señor, de aquellos que están dispuestos a dejarlo todo y a perderlo todo por el testimonio de la fe. Son testigos del amor que vence a la violencia, del perdón que derriba el muro de la venganza, de la misericordia que conquista con la fuerza del amor a los enemigos y a los perseguidores.
Podemos decir que los cristianos perseguidos son una fuente continua de autenticidad en la Iglesia. Nos demuestran con sus sufrimientos la verdad de su fe y su confianza en el Señor. Gracias a esa cruz, aceptada con paz y amor, la Iglesia se renueva en la autenticidad y en la frescura de un amor auténtico a Cristo Crucificado, de un amor dispuesto a darlo todo y a perderlo todo. Nuestros hermanos perseguidos nos recuerdan la verdad de las palabras del Apóstol: “¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto vencemos fácilmente por Aquél que nos ha amado”.
Concluimos con unas palabras de Benedicto XVI: “La participación en la misión de Cristo, en efecto, marca también la vida de los anunciadores del Evangelio, para quienes está reservado el mismo destino de su Maestro. “Recordad lo que os dije: No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15,20). La Iglesia sigue el mismo camino y sufre la misma suerte de Cristo, porque no actúa según una lógica humana o contando con las razones de la fuerza, sino siguiendo la vía de la Cruz y haciéndose, en obediencia filial al Padre, testigo y compañera de viaje de esta humanidad” (n.4). (Agencia Fides 29/03/2010; líneas 45 palabras 722)


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