“Para que la Iglesia, consciente de su identidad misionera, se esfuerce en seguir fielmente a Cristo y en proclamar su Evangelio a todos los pueblos” - Comentario a la Intención Misionera de febrero 2010

viernes, 29 enero 2010

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Podemos encontrar, en la intención de oración que el Papa nos ha dado para el mes de febrero, tres aspectos importantes.
El primero aspecto se refiere a la identidad misionera de la Iglesia. Son conocidas las palabras de Pablo VI que presentan a la Iglesia como la evangelizadora por excelencia, “ella ha nacido para evangelizar”. Pablo VI señala ésta dimensión misionera como “su vocación e identidad más profunda”. Una Iglesia que no tiene celo misionero, es una Iglesia que ha perdido su identidad, que no sabe quién es. Decía Juan Pablo II: “en la historia de la Iglesia, el impulso misionero ha sido siempre signo de vitalidad, así como su disminución es signo de una crisis de fe” (RM, 1). Es necesario reavivar esa conciencia de una misión todavía por realizar en muchas regiones de la tierra.
Un segundo aspecto es “el esfuerzo por seguir fielmente a Cristo”. Seguir a Cristo significa vivir cerca de Él, vivir unidos a Él por la oración, los sacramentos y la caridad. Seguir a Cristo significa escuchar y asimilar su Palabra, vivir de acuerdo a su Evangelio. Difícilmente podrá ser anunciador de Cristo quien no le sigue de cerca e intenta vivir con Él y como Él. Esa fidelidad a Cristo, se traduce en fidelidad a las enseñanzas de su Iglesia, de su Magisterio. “Quien a vosotros oye, a Mí me oye”. Vivir en fidelidad a Cristo, significa vivir de acuerdo a los valores evangélicos: la obediencia al Padre, el desprendimiento de los bienes de la tierra, la castidad de acuerdo a la vocación específica de cada bautizado. El esfuerzo en el seguimiento es exigencia de conversión continua, de crecimiento en la identificación con Cristo. El amor verdadero a Cristo lleva siempre a querer ser cada día más como Él, a amar lo que Él ama, y a rechazar lo que Él rechaza. Solo quien está encendido en el fuego del amor de Cristo podrá anunciarlo de manera convincente.
El tercer aspecto es el anuncio del Evangelio a todos los pueblos. Jesucristo es el enviado del Padre, el primer “misionero”. Enviado a los hombres “para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10) y “para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37). La verdad de la que Cristo da testimonio es el amor de Dios por los hombres, y esa es la Buena Noticia, el Evangelio que Cristo anuncia y que la Iglesia está llamada a continuar. “Id por todo el mundo”. El amor de Dios es universal, todos están llamados a conocer este amor, a vivir como hijos de Dios alcanzando así su plenitud como hombres. La Iglesia debe sentirse siempre impulsada por el mismo amor que hizo a Dios enviar a su Hijo unigénito, su Hijo amado, para que “muriendo diese la vida al mundo”.
Oremos intensamente para que la Iglesia sienta fuertemente el peso de la responsabilidad que tiene ante Dios y ante los hombres. Seamos fieles al amor de Cristo para ser anunciadores humildes y valientes del Evangelio. Como afirma el Papa, “está en cuestión la salvación eterna de las personas”. María, Madre de la Iglesia, nos haga crecer siempre en la fidelidad a Cristo y en la generosa entrega a la misión. (Agencia Fides 29/01/2010; líneas 34 palabras 542)


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