EUROPA/SUIZA - El Papa en Suiza: "¡La Iglesia es misión! ha llegado el momento de preparar a las jóvenes generaciones de apóstoles que no tengan miedo de proclamar el Evangelio. Para todo bautizado es esencial pasar de una fe de costumbre a una fe madura, que se exprese en opciones personales claras, convencidas, valientes."

lunes, 7 junio 2004

Berna (Agencia Fides) - "El Objetivo de esta peregrinación apostólica es encontrarme con los jóvenes católicos de Suiza con ocasión de su encuentro nacional.... Es el deber de anunciar el Evangelio de Cristo el que me empuja por los senderos del mundo, para proponerlo a los hombres y a las mujeres del tercer milenio, en particular a las nuevas generaciones." Con estas palabras pronunciadas en el aeropuerto Militar de Payerne, el sábado 5 de junio, poco después de su llegada a tierra suiza, el Santo Padre, Juan Pablo II, señaló el sentido de su 103 viaje apostólico. "Queridos habitantes de Suiza, me permito llamar figuradamente al corazón de cada uno de vosotros, entrando en vuestras casas y en los diversos lugares dónde vivís y desarrolláis vuestras cotidianas actividades. A todos quisiera proponeros el gozoso anuncio evangélico de Cristo salvador, ofreciendo a cada uno el augurio de su paz."
Por la tarde el Santo Padre se acercó al Palacio de hielo de la BEA Bern Expo de Berna, para el encuentro con los Jóvenes católicos de Suiza. Después de las palabras de bienvenida del Presidente de la Conferencia Episcopal Suiza, S.E Mons. Amédée Grab, y de los testimonios de tres jóvenes, el Papa comentó el pasaje del Evangelio de Lucas que describe el encuentro en Naim entre el triste cortejo que acompaña al cementerio al joven hijo de una madre viuda y el grupo alegre de los discípulos que seguían a Jesús. "También hoy, jóvenes amigos, podemos formar parte de ese triste cortejo que avanza por las calles de la aldea de Nain - dijo Juan Pablo II. Eso ocurre si os dejáis llevar de la desesperación, si los espejismos de la sociedad de consumo os seducen y apartan de la verdadera alegría para devoraros en placeres pasajeros, si la indiferencia y la superficialidad os envuelven, si frente al mal y al sufrimiento dudáis de la presencia de Dios y su amor hacia cada persona, si buscáis en la deriva de una afectividad desordenada la satisfacción de la sed interior de amor verdadero y puro. Precisamente en esos momentos Cristo se acerca a cada uno de vosotros y, como al joven de Nain, os dirige la palabra que sacude y despierta: ¡Levántate! Acepta la invitación que te vuelve a poner de pie".
El Papa recordó después que "el cristianismo no es un simple libro de cultura o una ideología, y tampoco es un mero sistema de valores o principios, por elevados que sean. El cristianismo es una persona, una presencia, un rostro: Jesús, que da sentido y plenitud a la vida del hombre". Invitó después a los jóvenes a "no tener miedo de encontrarse con Jesús" en la lectura de la Sagrada Escritura, en la oración personal y comunitaria; en la participación activa en la eucaristía, en el sacramento de la Reconciliación; en la Iglesia, en el rostro del hermano doliente, necesitado, extranjero. "También yo como vosotros, tuve veinte años - continua el Papa -. Me gustaba hacer deporte, esquiar, hacer teatro. Estudiaba y trabajaba. Tenía deseos y preocupaciones. En aquellos años ya lejanos, en tiempos en los que mi tierra nativa estaba herida por la guerra y luego por el régimen totalitario, buscaba el sentido que debía dar a mi vida. Lo encontré en el seguimiento del Señor Jesús."
Juan Pablo II entregó después dos consignas a los jóvenes: "Escucha la voz del Señor que te habla a través de los acontecimientos de la vida cotidiana, a través de las alegrías y los sufrimientos que la acompañan, a través de las personas que están a tu lado, a través de la voz de la conciencia sedienta de verdad, de felicidad, de bondad y de belleza" y "Ponte en camino! ". No te conformes con discutir; no esperes para hacer el bien las ocasiones que quizás no vendrán nunca. ¡Ha llegado la hora de la acción! A principios de este tercer milenio, también vosotros, jóvenes, estáis llamados a proclamar el mensaje del Evangelio con el testimonio de la vida. La Iglesia necesita vuestras energías, vuestro entusiasmo, vuestros ideales juveniles para hacer que el Evangelio penetre en el tejido de la sociedad y suscite una civilización de auténtica justicia y amor sin discriminaciones. Ahora más que nunca, en un mundo a menudo sin luz y sin la valentía de nobles ideales, no es tiempo de avergonzarse del Evangelio. Ha llegado más bien la hora de predicarlo desde los tejados."
El domingo 6 de junio, el Santo Padre Juan Pablo II celebró la Santa Misa de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, en la explanada del Allmend de Berna. En la Celebración Eucarística, presidida por el Santo Padre y concelebrada por los Obispos suizos, los Obispos presentes de otros países y los Cardenales y Obispos del Sequito Papal, estaban presentes miembros de otras confesiones cristianas de Suiza. Estaba también presente el Presidente de la Confederación Helvética, Joseph Deiss. "La celebración del misterio de la Santísima Trinidad constituye para los cristianos cada año una fuerte llamada al compromiso por la unidad - dijo el Papa en la homilía -. Es una llamada dirigida a todos, pastores y fieles, lleva a todos a una renovada conciencia de la propia responsabilidad en la Iglesia, Esposa de Cristo. ¿Cómo es posible no sentir el apremiante aguijón ecuménico frente a estas palabras de Cristo? Reafirmo, también en esta circunstancia, la voluntad de avanzar por el difícil camino, pero lleno de alegría, de la plena comunión de todos los creyentes."
"Una fuerte contribución a la causa ecuménica viene del compromiso de los católicos de vivir la unidad en su interior " ha subrayado el Papa, explicando que "una Iglesia local en la que florezca la espiritualidad de comunión sabrá purificarse constantemente de las "toxinas" del egoísmo, que engendran celos, desconfianzas, manía de auto-afirmación, contraposiciones deletéreas."
Los cristianos están llamados a testimoniar con la palabra y con la vida a Jesucristo, que vino al mundo para revelarnos y donarnos el amor del Padre. Y puesto que la Iglesia es misión, "ella también necesita hoy de "profetas" capaces de despertar en las comunidades la fe en el Verbo revelador del Dios rico en misericordia. Ha llegado la hora de preparar jóvenes generaciones de apóstoles que no tengan miedo de proclamar el Evangelio. Para todo bautizado es esencial pasar de una fe de costumbre a una fe madura, que se exprese en opciones personales claras, convencidas, atrevidas. Sólo una fe así, celebrada y compartida en la liturgia y en la caridad fraterna, puede nutrir y fortificar la comunidad de los discípulos del Señor y constituirla en Iglesia misionera, libre de falsos miedos porque está segura del amor del Padre."
Por último el Papa recordó que Dios nos ha amado a pesar de nuestros pecados y nos ha redimido en la sangre de Cristo: el verdadero manantial de la grandeza del hombre y de su indestructible dignidad está en el hecho de que “todo ser humano es reflejo de la imagen de Dios” y por tanto, "todo ultraje contra el hombre se revela, en definitiva, como un ultraje a su Creador, que lo ama con amor de Padre". Juan Pablo II concluyó la homilía con esta exhortación: "¡Que en todo ser humano sepáis reconocer y honrar la imagen de Dios! En el hombre creado por Dios se refleja la gloria de la Santísima Trinidad." (S.L) (Agencia Fides 7/6/2004; Líneas: 85 Palabras: 1272)


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