INTENCIÓN MISIONERA - “Para que los Obispos, los sacerdotes, las personas consagradas y los fieles laicos de la Iglesia católica en la República Popular de China, a la luz de la Carta que el Papa Benedicto XVI les escribió, trabajen para ser signo e instrumento de unidad, de comunión y de paz” Comentario a la intención misionera indicada por el Santo Padre para el mes de marzo 2009

lunes, 2 marzo 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - China es actualmente un país con unas circunstancias del todo especiales. En ella se aúnan una cultura milenaria, con sus tradiciones espirituales y filosóficas antiquísimas, junto a un desarrollo técnico que crece de manera vertiginosa provocando serios desafíos a los valores sociales y espirituales. Se presentan de forma conjunta experiencias contrarias donde por una parte, se constata entre los jóvenes una búsqueda de valores espirituales, especialmente de la fe cristiana, y al mismo tiempo se dan formas de materialismo hedonista que tiene seducidos a muchos.
La Iglesia católica ha vivido graves tensiones a lo largo del presente siglo. Una de las tensiones más serias y dolorosas, a nivel estructural, ha sido la de quienes querían una Iglesia nacional y la de quienes han trabajado y sufrido por una iglesia que, aunque con características chinas, formase parte, en plena comunión con la Iglesia universal y con el Papa. La situación actual, de una única Iglesia católica en China, no carece de dificultades, aunque no faltan tampoco signos de esperanza.
Partiendo de estos hechos, el Santo Padre ha expresado su deseo de que los católicos, tanto consagrados como laicos, vivan de tal manera que sean instrumentos de reconciliación y de paz en la China actual. No sería beneficioso que, anclándose en los problemas del pasado, los católicos chinos se encerrasen en posiciones defensivas. Es necesario que la Iglesia católica en China comprenda que “está llamada a ser testigo de Cristo, a mirar hacia adelante con esperanza y a tomar conciencia —en el anuncio del Evangelio— de los nuevos desafíos que el pueblo chino tiene que afrontar” (Benedicto XVI, Carta a los católicos chinos, 3).
El Papa ha manifestado su deseo de establecer relaciones diplomáticas con la República Popular China. La Iglesia desea ofrecer un servicio desinteresado, en lo que le compete, a todos los católicos y a todos los habitantes del país. Ella, que no se confunde de ningún modo con la comunidad política y no está ligada a ningún sistema político, es al mismo tiempo signo y salvaguardia de la trascendencia de la persona humana.
Teniendo presentes estos criterios, “no puede buscarse la solución de los problemas existentes a través de un conflicto permanente con las Autoridades civiles legítimas; al mismo tiempo, sin embargo, no es aceptable una docilidad a las mismas cuando interfieran indebidamente en materias que conciernen a la fe y la disciplina de la Iglesia. Las Autoridades civiles son muy conscientes de que la Iglesia, en su enseñanza, invita a los fieles a ser buenos ciudadanos, colaboradores respetuosos y activos del bien común en su País, pero también está claro que ella pide al Estado que garantice a los mismos ciudadanos católicos el pleno ejercicio de su fe, en el respeto de una auténtica libertad religiosa” (Ibid, 4).
Las tensiones y divisiones vividas dentro de la Iglesia, de las que habla el Santo Padre en su carta a los católicos chinos (cfr n.6) hace necesaria una actitud realmente evangélica de perdón hacia quienes han obrado mal, de olvido de los daños sufridos. Estas actitudes son necesarias para curar las heridas y aumentar la comunión en la Iglesia China.
Los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos deben vivir de tal manera que se conviertan en focos de reconciliación y de paz. El misterio pascual de Jesucristo es fuente de todo perdón. Él ha derribado el muro de separación que el hombre había creado con el pecado. Jesús es el amor y la misericordia del Padre. Por eso, Juan Pablo II decía a los católicos chinos: “Deseo ardientemente que secundéis las sugerencias interiores del Espíritu Santo, perdonándoos unos a otros todo lo que debéis perdonaros, acercándoos y aceptándoos recíprocamente, y superando las barreras para eliminar todo lo que pueda separaros. No olvidéis las palabras de Jesús durante la última cena: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13,35)” (Juan Pablo II, Mensaje a los Católicos en China, 8/12/1999).
Tenemos que dar gracias a Dios por tantos mártires que en China han confesado con su sangre su fidelidad a Cristo y a la Iglesia Católica. Que ellos intercedan por la Iglesia en este país para que en medio de las dificultades, pueda alcanzarse una reconciliación y el testimonio de la unidad genere y fortalezca una fecunda actividad misionera en esta comunidad. (Agencia Fides 2/3/2009)


Compartir: