INTENCIÓN MISIONERA - “Para que la Iglesia en África encuentre vías y medios adecuados para promover eficazmente la reconciliación, la justicia y la paz, siguiendo las indicaciones de la II Asamblea Especial para el África del Sínodo de los Obispos” Commentario a la intención misionera indicada por el Santo Padre para el mes de febrero 2009

viernes, 30 enero 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El pasado mes de noviembre se reunió en Roma el Consejo especial para África de la secretaria general del Sínodo de los Obispos, para preparar el próximo, segúndo Sínodo de Obispos para este continente. Una de sus conclusiones principales dice que “la paz, bien supremo de los pueblos, es particularmente urgente en este momento en el continente africano, marcado aún por diversos conflictos”.
La presencia de la Iglesia en África, sobre todo en el norte, se remonta a la época apostólica. Numerosas figuras que brillan hoy en el firmamento de los santos, de los doctores y los mártires, son hijos de esta tierra fecunda. Nombres como San Cipriano, Orígenes, Tertuliano, San Cirilo de Alejandría y el gran San Agustín, están vinculados a este continente lleno de esperanzas.
Desgraciadamente, los numerosos conflictos que ha sufrido en la historia reciente, hacen que la predicación del Evangelio encuentre en África serias dificultades. Fruto de los enfrentamientos y genocidios que se han cometido entre sus gentes, la tentación del odio, del rencor o de la violencia, se presenta de forma más viva que en otros lugares. Muchas personas han sufrido y sufren aún, la carestía y la pobreza fruto de la guerra y de los abusos de poder. Decía Juan Pablo II: “En África se siente muy vivamente esta exigencia de aplicación del Evangelio a la vida concreta. ¿Cómo se podría anunciar a Cristo en ese inmenso continente, olvidando que coincide con una de las zonas más pobres del mundo? ¿Cómo se podría no tener en cuenta la historia, tejida de sufrimientos, de una tierra donde muchas naciones luchan aún contra el hambre, la guerra, las rivalidades raciales y tribales, la inestabilidad política y la violación de los derechos humanos? Todo ello constituye un desafío a la evangelización”. (Angelus, 20 de marzo de 1994).
Ante la injusticia sufrida de forma tan viva y cruel en muchos lugares, parece que se apaga la esperanza en Dios. No raramente se sienta en el tribunal de los acusados al Dios bueno, a causa de las atrocidades cometidas por hombres despiadados contra sus propios hermanos.
En medio de esta situación, la Iglesia de Cristo, está llamada a sanar, pacificar y vivificar con la savia del Evangelio los corazones de los hombres de África. La Exhortación apostólica postsinodal “Ecclesia in Africa” dice en su número 57: “A África, apremiada en todas partes por gérmenes de odio y violencia, por conflictos y guerras, los evangelizadores deben proclamar la esperanza de la vida fundamentada en el misterio pascual. Justo cuando, humanamente hablando, su vida parecía destinada al fracaso, Jesús instituyó la Eucaristía, « prenda de la gloria eterna », para perpetuar en el tiempo y en el espacio su victoria sobre la muerte. Por esto la Asamblea Especial para África, en este período en que el continente africano bajo algunos aspectos está en situaciones críticas, ha querido presentarse como « Sínodo de la resurrección, Sínodo de la esperanza... ¡Cristo, nuestra esperanza, vive y nosotros también viviremos! ». ¡África no está orientada a la muerte, sino a la vida!”.
La evangelización debe abarcar al hombre y a la sociedad en todos los niveles de su existencia. Pero al hablar de África, no podemos olvidar que muchos de sus problemas están causados por el abuso que sobre ella ejercen las potencias económicas actuales. La explotación de los recursos y de las personas, genera una pobreza endémica que es causa de inestabilidad social y de conflictos continuos. Con toda fuerza y claridad, Benedicto XVI ha señalado en el Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz el 1 de enero de 2009, que se debe combatir la pobreza para construir la paz. La desigualdad entre ricos y pobres se ha hecho tan evidente que constituye una llamada a la conciencia de la humanidad. Las condiciones en que viven algunas personas, son contrarias a su dignidad innata de seres humanos. Al considerar la realidad de la globalización, se “debería abarcar también la dimensión espiritual y moral, instando a mirar a los pobres desde la perspectiva de que todos comparten un único proyecto divino, el de la vocación de construir una sola familia en la que todos –personas, pueblos y naciones– se comporten siguiendo los principios de fraternidad y responsabilidad” (Benedicto XVI, 1 de enero de 2009 n.2).
Con frecuencia, la pobreza se pone en relación con el crecimiento demográfico. “Se están llevando a cabo – ha señalado el Papa- campañas para reducir la natalidad en el ámbito internacional, incluso con métodos que no respetan la dignidad de la mujer ni el derecho de los cónyuges a elegir responsablemente el número de hijos y, lo que es más grave aún, frecuentemente ni siquiera respetan el derecho a la vida. El exterminio de millones de niños no nacidos en nombre de la lucha contra la pobreza es, en realidad, la eliminación de los seres humanos más pobres (Benedicto XVI, Ibid.).
Otras realidades vinculadas con la pobreza que han sido señaladas por el Pontífice, son las enfermedades pandémicas, como el sida, la pobreza de los niños y la relación entre el desarme y el desarrollo.
Todas estas realidades, que afectan de un modo muy intenso al continente africano, son causa de pobreza y, por tanto, ocasión para el desequilibrio social.
Es necesario que los católicos de los países más desarrollados sientan la obligación moral de ayudar al desarrollo material de sus hermanos menos favorecidos, de igual modo que el anuncio de Evangelio. “El desarrollo humano integral —desarrollo de todo hombre y de todo el hombre, especialmente de quien es más pobre y marginado en la comunidad— constituye el centro mismo de la evangelización”. (Ecclesia in Africa, 68).
Anunciar a Cristo es revelar al hombre su dignidad inalienable de haber sido llamado a la comunión con Dios, de haber sido rescatado por la Encarnación del Verbo para participar de la naturaleza divina.
Asumiendo la realidad concreta de África, con sus necesidades y sus potencialidades, la Iglesia debe anunciar la Buena Nueva con la palabra y con las obras para abrir el corazón de las personas al deseo de la santidad. Esta santidad impregna la vida de las personas y de la sociedad a través de la inculturación. “Así como en la Encarnación Cristo asumió la naturaleza humana, excepto en el pecado, así de manera análoga mediante la inculturación el mensaje cristiano asimila los valores de la sociedad a la que se anuncia, descartando lo que está marcado por el pecado”. (Ecclesiae in Africa, 87). (Agenzia Fides 30/1/2009; Líneas: 80 Palabras: 1135)


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