Roma (Agencia Fides) - “Son cerca de cuatrocientos los reclusos que están en manos de la muerte en las cárceles ugandesas”, ha declarado a la Agencia Fides el Padre Tarcisio Agostoni, misionero comboniano que trabaja en Uganda desde el 1951 y que desde hace unos diez años asiste a los presos ugandeses. Respecto a los primeros años noventa se trata de un incremento impresionante. En efecto, en el 1990-91 los condenados a muerte eran alrededor de noventa, de los cuales se puede decir con seguridad que un tercio eran inocentes. Las ejecuciones se realizaban cada tres anos y pocos condenados eran ajusticiados. Despues, en abril del 1999 comenzó un endurecimiento del sistema penal: en un solo día fueron ahorcadas veintiocho personas. Desde entonces el número de los condenados a muerte ha continuado creciendo, dice el Padre Agostoni. Precisamente el crecimiento del número de condenas a muerte demuestra que la pena capital no sirve, porque no es algo que frene a los criminales. Si las condenas a muerte crecen cada ano quiere decir que quien comete un homicidio no tiene en cuenta la posibilidad de ser castigado con la muerte. Entonces, me pregunto para qué sirve un castigo que va contra todos los principios éticos y contra los más elementales derechos humanos”
El sistema judiciario de Uganda prevee tres grados de proceso: tribunal ordinario, tribunal de apelaciones, corte suprema. Quien ha recibido una sentencia definitiva tras el tercer grado puede pedir gracia. Sobre el papel se presenta como un sistema dirigido a garantizar un justo proceso, dice el Padre Agostoni. “Como todas las cosas humanas, sin embargo, se mezclan imperfecciones que condicionan el funcionamiento. El problema principal para los detenidos es tener abogados capaces. Se trata de una cuestion en gran parte económica: sólo quien tiene dinero puede permitirse el ser asistido por buenos abogados”.
“Una de mis actividades consiste en hacer que los detenidos reciban una buena asistencia legal. Para esto hago llamamientos a la solidaridad de la gente. Desgraciadamente, es difícil convencer a las personas para que realicen un donativo que permita a un acusado de homicidio tener un buen abogado. Falta todavía mucha sensibilidad hacia estos problemas”, afirma el Padre Agostoni. “Sigo personalmente el trabajo de los abogados, y realizo presiones en los casos en que se verifican retrasos burocráticos. A veces pasan meses antes de que un expediente sea trasferido de un tribunal local al Tribunal de Apelaciones de Kampala, la capital de Uganda”.
“Junto a esto, asisto espiritualmente a los presos, prestando atención también a sus exigencias de cada día. Salgo de la cárcel con tantos papelitos con sus peticiones: comida, medicinas, ropa, calzado”.
Gracias a sus esfuerzos, el Padre Agostoni ha conseguido en varias ocasiones la liberación de prisioneros que habían sido injustamente puestos en manos de la muerte”. (L.M.) (Agencia Fides 6/5/2004 Lineas: 43; Palabras: 503)