INTENCIÓN MISIONERA - "Para que, conscientes de la necesidad de una nueva Evangelización en esta época de profundas transformaciones, las diversas confesiones cristianas se empeñen en anunciar la Buena Nueva y en caminar hacia la plena unidad de todos los cristianos, para ofrecer así un testimonio más creíble del Evangelio”. Comentario a la Intención Misionera indicada por el Santo Padre para el mes de enero 2009

martes, 23 diciembre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Iglesia es como un río que porta agua en abundancia en el corazón de la historia humana. A lo largo de su cauce, encuentra siempre nuevas y distintas orografías a las que debe adaptarse. A veces son desfiladeros estrechos, otras veces amplios valles, en ocasiones zonas de suaves colinas. Siempre toma la forma adecuada para fecundar todos los paisajes con el agua viva que lleva en su seno.
También en nuestra época, donde están teniendo lugar rápidas y profundas transformaciones, la Iglesia debe ejercer su misión vivificadora como portadora del Espíritu de Jesús. Es necesario conocer el contexto vital donde se desenvuelve la sociedad para que ninguna realidad humana quede sin recibir la luz de la Palabra de Dios. Todas las estructuras sociales deben estar al servicio del hombre y de su vocación sobrenatural. Esta es la más grande dignidad humana: ser llamado a compartir la vida de Dios. Por eso, aunque los cambios sociales y culturales actuales tomen frecuentemente un sesgo laicista, secularizado, siempre permanece en el corazón del hombre la sed de Dios, la necesidad de un amor que no termine con la muerte, de un amor que venza a la muerte. Hoy es necesaria una nueva evangelización, sobre todo en los países de “antigua cristiandad”. La Iglesia ha nacido para evangelizar, esa es su esencia más profunda. Y cuanta más sed se aprecia en el hombre, mayor debe ser el esfuerzo de aquella que ha recibido la tarea de dar de beber, de saciar el anhelo interior de verdad, de redención y vida eterna que todo hombre posee. Dice Benedicto XVI: “Una vez más os repito que sólo Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas del corazón del hombre; sólo Él es capaz de humanizar la humanidad y conducirla a su «divinización»…. Y quien se deja guiar por el Espíritu comprende que ponerse al servicio del Evangelio no es una opción facultativa, porque advierte la urgencia de transmitir a los demás esta Buena Noticia.” (20-07-2007).
No cabe duda que la división entre los cristianos, es una gran dificultad para el testimonio convincente del Evangelio. Por eso la búsqueda de la unidad debe ser una orientación prioritaria en la Iglesia. Esta unidad no se podrá lograr sin la oración. «Frente a las debilidades y los pecados que impiden aún la comunión plena de los cristianos, cada una de esas exhortaciones ha mantenido su pertinencia, pero eso es verdad de modo especial para el imperativo: "orad sin cesar". ¿Qué sería el movimiento ecuménico sin la oración personal o común, para que "todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti"? (Jn 17, 21). ¿Dónde podremos encontrar el "impulso suplementario" de fe, caridad y esperanza que hoy necesita de modo particular nuestra búsqueda de la unidad?» (Benedicto XVI, 25-I-2008).
La oración de Jesús, “que todos sean uno, como Tú Padre en mí, y yo en Ti, para que así ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado” nos impulsa a la búsqueda de la unidad. La división es obstáculo al testimonio de la Iglesia. No se debe caer en la tentación de buscar la unidad por la falsa vía de la eliminación de las verdades de fe que nos separan. A este respecto decía Juan Pablo II: “No se trata en este contexto de modificar el depósito de la fe, de cambiar el significado de los dogmas, de suprimir en ellos palabras esenciales, de adaptar la verdad a los gustos de una época, de quitar ciertos artículos del Credo con el falso pretexto de que ya no son comprensibles hoy. La unidad querida por Dios sólo se puede realizar en la adhesión común al contenido íntegro de la fe revelada. En materia de fe, una solución de compromiso está en contradicción con Dios que es la Verdad” (Ut unum sint, 18).
La unidad se dará solamente en la caridad y en la verdad. Oremos por la unidad. ¡Qué fuerza tendría el testimonio de un solo rebaño bajo un solo pastor! Creamos en el poder de Dios para superar las dificultades en el camino de la unidad. “Si nos preguntáramos si todo esto es posible, la respuesta sería siempre: sí. La misma respuesta escuchada por María de Nazaret, porque para Dios nada hay imposible” (Ut unum sint, 102). (Agencia Fides 23/12/2008)


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