AFRICA/BURKINA FASO - “El religioso y el enfermo terminal”: reflexión de un religioso camiliano que vive junto a los enfermos terminales hasta el último instante de su vida

jueves, 25 marzo 2004

Roma (Agencia Fides) - El SIDA es, por desgracia, una triste y dolorosa realidad en todas las partes del mundo, con rostros diversos según la localización geográfica. Es distinta la situación en Europa de América Latina, o África o Asia. Incluso dentro de la misma Africa por ejemplo, es distinta entre las diversas naciones y entre grupos de naciones limítrofes.
Esta realidad interpela al hombre moderno porque además de buscar nuevos fármacos y soluciones que disminuya la difusión de esta epidemia, busca también el ayudar y sostener a los que se dirigen de forma inexorable al fin de la vida terrena, los llamados enfermos terminales.
Es grande el compromiso de los Camilianos en este sector: a continuación ofrecemos la reflexión enviada a Fides por el hermano Giovanni Grigoletto, que vive desde hace años en el Centro de Acogida y solidaridad N.D. De Fátima en Ouagadougou, junto a los enfermos terminales de SIDA.
“No se puede decir que por parte de la ciencia haya desatención y que falten investigadores iluminados y concienciados o estructuras adaptadas para atender a quien está afectado del virus del SIDA. Ciertamente la Iglesia está en primera línea en cuanto al compromiso y atención, gracias a la presencia y acción de religiosos dedicados a la atención de los hermanos y hermanas marcados pro la enfermedad y condenados inexorablemente a morir”, escribe el hermano Grigoletto.
“Y es precisamente aquí en este difícil y delicado contexto, del final de una existencia (con frecuencia todavía joven, a veces con hijos a su cargo lo que hace aun más dolorosa la separación) donde se inserta la obra/misión del Religioso.
El, con su ayuda, con los fármacos que tiene a disposición, a veces solo con su presencia amigable y tranquilizante, es casi el único interlocutor del enfermo. Con frecuencia abandonado incluso de sus seres queridos. Es aquí donde el Religioso se inserta de modo pleno con el carisma que le dona el Espíritu y en fuerza de su total consagración al Señor, para ser un signo, una presencia, un reflejo (quizá pálido) del mismo Señor; y acompaña con afecto, con atención y estima al hermano o la hermana hacia la meta final, sin preocuparse de saber como y por que ha llegado la persona a ese punto y todavía menos sin emitir juicios.
Su preocupación es, después de haber calmado el dolor físico, el acompañar al encuentro con el Creador, con la Realidad superior, con ese Dios en quien ha creído durante la existencia, para que sea acogido después de tanto sufrimiento, y de tanto abandono humano.
“Es ciertamente una misión importante, delicada, pesada y difícil pero gratificante, la que el Señor le confía: acompañar humana y espiritualmente en el último tramo del camino humano hacia el único Dios, a tantos hermanos y hermanas.
Es el compromiso que humildemente asumen los Camilianos aquí en Ouagadougou con el Centro de Acogida y solidaridad N.D. De Fátima; pero es también seguramente el compromiso de tantos religosos/as de otras congregaciones en diversas partes del mundo.
Y ello bajo el ejemplo del único verdadero Maestro, el Señor Jesús que pasó sanando toda clase de enfermedad y dolencia” concluye el hermano Grigoletto.
(AP) (Agencia Fides 25/3/2004 Líneas: 40 Palabras: 551)


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