AMERICA/BRASIL - La “semana laboral” de los niños brasileños crece con la edad: desde las 12 horas a los cinco años hasta 37 a los 16 años. La grave plaga del trabajo doméstico donde las niñas se encuentran en condiciones de semiesclavitud incluso sexual

sábado, 13 marzo 2004

São Paulo (Agencia Fides) - La “semana laboral” de los niños brasileños de los 5 a los 9 años es de una media de 12 horas, mientras que la de las niñas entre los 10 y 13 años es de 22 horas semanales. Para los adolescentes entre los 16 y 17 años se llega a una media de 37 horas semanales.
Según los estudios del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), en 1992 trabajaron 9,7 millones de niños y adolescentes entre los 5 y 17 años. En 1998 el número era del 20%. De hecho de los 43 millones de niños y adolescentes, trabajan 7,7millones. En el 2001 5,4 millones de niños entre los 10 y 17 años estaban empleados en todo Brasil. Según Pedro Américo de Oliveira, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en los últimos años Brasil ha conseguido reducir en un 35% el número de niños y adolescentes explotados en el mundo del trabajo.
Según algunos estudiosos del trabajo infantil en Brasil, el tipo de trabajo que los niños realizan en las periferias urbanas pobres y en las zonas rurales incluye diversos sectores: cortar cañas, recoger café, naranjas, vender dulces, vigilar los coches, limpiar zapatos etc... Por el contrario en los suburbios de las metrópolis, que han crecido desmesuradamente, miles de niños se encuentran en las calles en el mercado de la prostitución y el tráfico de drogas.
En la ciudad los niños trabajan en las micro empresas y en los sectores marginales y con frecuencia en comercios irregulares como mercados y puestos por las calles. El trabajo de la calle convierte con frecuencia a los niños en blanco de acciones represivas y a veces desapiadas, realizadas en nombre del orden publico y de la defensa de la propiedad. A los problemas de supervivencia cotidiana se añade el peligro de ser encarcelados o asesinados. Para disminuir la mordedura del hambre, los dolores o el frío, estos niños usan con frecuencia drogas sintéticas, extremadamente dañinas para el organismo. También los niños que trabajan en la zona rural están expuestos a la violencia de los adultos: agresiones, torturas, disputas por la tierra, accidentes de trabajo mortales.
“La mayoría de los “meninos de rua” proceden de los barrios marginales, de familias disgregadas, destrozadas por la pobreza, incapaces de asistir a sus hijos, que maltratan y obligan a ganarse la vida por si solos. El robo y la prostitución son las formas más fáciles de ganar dinero. Mendigar es muy peligroso porque se convierten en el objetivo de los escuadrones de la muerte que los amenazan constantemente” afirma Tess Alves, miembro del Movimiento Nacional de los Meninos y Meninas de la Rua del Estado de Ceara (Brasil) en una entrevista concedida a un periódico local.
El “trabajo domestico” suscita hoy especial preocupación en el gobierno brasileño porque es “invisible”.Según los datos relativos al año 2001 del IBGE, 494.002 niñas y adolescentes entre los 5 y 17 años trabajan en casas de un tercero. Las niñas normalmente viven en la casa donde trabajan en condiciones de se mi-esclavitud, con frecuencia mal nutridas, maltratadas, sometidas a horarios masacrantes con cerca de 48 horas semanales de trabajo sin reposos el fin de semana, con un estipendio muy bajo. Algunas incluso no tienen ni siquiera un estipendio mínimo porque los dueños afirman que ya les ofrecen casa y alimento. El abuso sexual es casi siempre considerado por los duelos como parte de los deberes de trabajo de las jóvenes.
Según una investigación realizada en noviembre del 2003 por la ONG “Proyecto Meninos y Meninas de Rua” los sueldos ganados por los niños en las calles de una metrópoli como Guarulhos, en la Grande San Paulo corresponde al 62% de la renta de sus familias. Para Ariel de Castro Alves, Vice presidente de la ONG el dato demuestra que las familias por desagracia, dependen de los niños para su supervivencia.
Es pues evidente que entre las causas que empujan a los niños a entrar en el mundo del trabajo está la pobreza familiar. Otra causa importante es la demanda del mercado de mano de obra no profesional a bajo costo. Además los niños trabajan por poco dinero, son más disciplinados y no están organizados en sindicatos. Otra causa es la tradición socio-económica existente en Brasil. Según la antropóloga Carmen Siquiera Ribeiro dos Santos Nogueria la persistencia del trabajo de menores en Brasil está ciertamente en relación con el nivel de pobreza de las familias. Pero esto solo no explica el problema. Según la estudiosa el trabajo infantil está asociado a una serie de carencias: un número grande de personas a las que mantener, mas razones de dependencia (personas menores de 15 años y por encima de los 65) condiciones extremadamente precarias de casa, nivel de instrucción.
La aprobación del Estatus de los niños y adolescentes (ECA), la mayor implicación de la sociedad civil y la adopción de políticas como el Programa de erradicación del Trabajo de menores (Peti) han favorecido al reducción del trabajo infantil en la década de los años 90. A pesar de esto en el año 2003 gracias al Peti 813.000 niños menores de 16 años han sido sacados de trabajos peligrosos (fabricas, plantaciones de cañas de azúcar...). El gobierno brasileño a finales del 2003, para seguir en la lucha contra las peores formas de explotación del trabajo infantil, ha puesto en marcha un nuevo Programa que se prolongará durante 39 meses. El programa cofinanciado por el OIT será realizado por el Gobierno junto con otras instituciones privadas y se orientará hacia la legislación, el refuerzo institucional, la intervención directa, la comunicación. Servirá además para reforzar el trabajo de la Comisión nacional de erradicación del trabajo de menores en cinco Estados: Maranhão, Paraíba, São Paulo, Río de Janeiro y Río Grande del sur.
El P. Daniele Lagni, Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias, del Brasil, contactado por la Agencia Fides subraya que “los meninos da rua” son una realidad muy dolorosa de la sociedad brasileña. Muchas instituciones, conscientes de que la familia es el primer lugar donde los niños crecen de modo armonioso y feliz, se están organizando para asumir este desafío de la sociedad, afrontando con una adecuada pastoral de menores, obras de asistencia y centros de formación profesional. (RZ) (Agencia Fides 13/3/2004 Líneas: 78 palabras: 1082)


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