INTENCIÓN MISIONERA - “Para que en ese mes dedicado a las misiones, a través de la animación de las Obras Misionales Pontificias y de otros organismos, todas las Comunidades cristianas sientan la necesidad de participar en la misión universal de la Iglesia con la oración, el sacrificio y la ayuda concreta”. Comentario a la intención Misionera indicada por el Santo Padre para el mes de octubre 2008

viernes, 26 septiembre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Iglesia es misionera por naturaleza. Ante la proximidad de la celebración de la Jornada Misionera Mundial el próximo día 19 de este mes de octubre, el Santo Padre ha recordado que “el mandato misionero sigue siendo una prioridad absoluta para todos los bautizados, llamados a ser "siervos y apóstoles de Cristo Jesús" en este inicio de milenio” (11-05-08). A veces se percibe en los cristianos actuales una fe demasiado cómoda, poco comprometida, poco consciente de la necesidad de la misión. Podríamos decir que un cristiano que no siente el celo por llevar el amor de Dios a los hermanos, un cristiano que no es misionero, no es verdaderamente cristiano.
La Palabra del Señor, “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc., 16,15-16), sigue resonando en su Iglesia. Si la Iglesia hiciera oídos sordos a esas palabras, sería infiel a Jesucristo. Tenemos en S. Pablo un modelo insigne de misionero, "¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! (1 Co 9, 16).El Santo Padre recuerda que es un deber urgente para todos anunciar a Cristo y su mensaje salvífico (Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, 2008).
En el mes de octubre, mes dedicado por excelencia a las misiones, obedientes al deseo del Santo Padre, debemos realizar un esfuerzo para que esta dimensión esencial de la Iglesia cale de forma más profunda en nuestros corazones y en el de todos los fieles. Debemos volver los ojos a la Iglesia de los orígenes, la Iglesia de los mártires y los confesores. ¡Cuántos hermanos nuestros perdieron su trabajo, su hogar, su dignidad, o incluso su vida por confesar la fe en Jesucristo! Ellos son un testimonio de fidelidad y de obediencia al mandato del Señor.
El Santo Padre habla de tres aspectos particulares de la participación misionera: la oración, el sacrificio y la ayuda concreta.
La oración por las misiones es muestra de una fe madura. Con frecuencia, la oración de los cristianos es demasiado egoísta. Se ora solamente por las propias necesidades. La existencia se reduce a girar en torno a la propia persona y no ser capaz de descubrir la existencia de otros hermanos. Otras veces se descubre la presencia del otro, pero solamente en su aspecto más superficial. Que todos los hombres lleguen a conocer el amor de Dios manifestado en Cristo, que lleguen a participar de la filiación divina por el don del Espíritu Santo, ésta debe ser la meta, puesto que es la voluntad del Señor: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10, 10). Orar por la extensión del Reino de Dios en el corazón de los hombres, orar por los misioneros y por el éxito de sus trabajos, orar para que los hombres abran su corazón a la gracia del Espíritu Santo, son intenciones propias de alguien que ama y valora la misión. En palabras del Santo Padre: “es preciso que en el pueblo cristiano se intensifique cada vez más la oración, medio espiritual indispensable para difundir entre todos los pueblos la luz de Cristo” (11-05-2008).
El segundo aspecto al que se refiere el Santo Padre es el sacrificio. Palabra desagradable en esta sociedad del confort y del placer. Cuando toda la existencia se plantea para “gozar de la vida” en el sentido material de la expresión, no se quiere oír hablar de sacrificio. Con demasiada frecuencia los cristianos nos olvidamos de la cruz de Jesucristo. Se acusa de “fe dolorista” a quien quiere fijar los ojos en el Crucificado. San Pablo no quería saber otra cosa sino a Jesucristo, y éste crucificado ( 1 Cor 2, 2) y señalaba que “muchos viven como enemigos de la cruz de Cristo” (Flp. 3 ,18). Olvidar que el sacrificio por amor a Cristo y unidos con Él, nos introduce en el misterio de la comunión de los santos y nos hace partícipes de la redención, sería un gravísimo error. ¡Sólo Dios sabe cuántas conversiones y cuántas gracias derramadas en las misiones, se deben a la penitencia y sacrificios de muchas personas escondidas, sencillas, religiosas de clausura, que como Sta. Teresa de Lisieux, se ofrecen a Dios con sus dolores y sus penas de cada día!
Finalmente, Benedicto XVI se refiere a la ayuda concreta. Debemos tener siempre ante los ojos la figura de la pobre viuda del Evangelio: ella dio lo que necesitaba para vivir. Nadie puede excusarse diciendo que no puede aportar nada a los hermanos necesitados. Muchas veces la abundancia de bienes materiales crea una especie de insensibilidad hacia los otros o se intenta tranquilizar la conciencia con alguna pequeña ayuda. No debemos olvidar la ley de la proporcionalidad. Dentro de la tradición bíblica, los diezmos han sido una forma tradicional de limosna. Sea más o sea menos, todos podemos aportar algo.
Gracias a Dios existen muchas formas de voluntariado donde, por motivaciones de caridad sobrenatural, numerosas personas realizan servicios de cooperación misionera en sus periodos de vacaciones, dedicando lo mejor de sus talentos y de su persona a ser manifestación del amor de Dios por los hombres, sea en servicios asistenciales, sanitarios o de evangelización.
Que María, la Virgen del Rosario, San Pablo y Sta. Teresa de Lisieux intercedan ante Dios para que el amor y el compromiso misionero crezca en los corazones de todos los fieles. La misión es cuestión de amor.
Pidamos también para que las Obras Misionales Pontificias realicen cada vez con mayor generosidad su labor de llevar el Evangelio hasta los últimos rincones del mundo. Ellas “son un instrumento válido para animar y formar en el espíritu misionero al pueblo de Dios, y alimentan la comunión de bienes y de personas entre las diferentes partes del Cuerpo místico de Cristo” (Mensaje para la Jornada Misionera Mundial 2008). (Agencia Fides 26/9/2008)


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