VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - Construir la Iglesia es la “solución” a la emergencia educativa

jueves, 31 julio 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Todo bautizado sabe que está llamado a edificar la Iglesia, convocando a los hombres para que sean parte de ésta. La Iglesia es la familia de Dios, la comunión de los santos del cielo que desciende sobre la tierra, haciendo de los fieles un solo cuerpo con el Señor Jesús, es el ágape de caridad. Por lo tanto, todo sacerdote es ministro de Cristo en la medida en que se esfuerza por ampliar los espacios de este ágape, como afirma San Agustín. ¿Qué cosa sino el amor de Dios puede mover a la Iglesia a educar a las nuevas generaciones? La Iglesia educa porque es “Mater et Magistra”.
Jesús nos ha dejado un mandamiento supremo: “haced discípulos a todas las gentes... enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado...” (cf. Mt 28, 19-20). El sacerdote no está llamado a fundar asociaciones de libre pensamiento o a ponerse de la parte de unos contra los otros, con tal de que se haga algo ético o social, y tampoco a oponerse a todas las mafias. Él está llamado a una tarea mucho más alta: a entregarse por la conversión de los malvados. El compromiso de los cristianos en el mundo, siguiendo el ejemplo de Cristo, no es el de juzgar al mundo sino el de salvarlo.
En el discurso a los Obispos italianos (29 de mayo de 2008) el Papa Benedicto XVI señaló como centro de su trabajo “la emergencia educativa”, que para la Iglesia “asume un aspecto muy preciso: el de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones”, en un tiempo donde hay que tener en cuenta “los obstáculos que plantea el relativismo: una cultura que pone a Dios entre paréntesis y desalienta cualquier opción verdaderamente comprometedora y, en particular, las opciones definitivas, para privilegiar en cambio, en los diversos ámbitos de la vida, la afirmación de sí mismos y las satisfacciones inmediatas”.
El Santo Padre no se detiene en el análisis sino que nos invita a mirar lo que está sucediendo: “Para afrontar estas dificultades, el Espíritu Santo ya ha suscitado en la Iglesia muchos carismas y energías evangelizadoras, particularmente presentes y activas en el catolicismo italiano. Los obispos tenemos el deber de acoger con alegría estas nuevas fuerzas, sostenerlas, favorecer su maduración, guiarlas y dirigirlas de modo que se mantengan siempre dentro del gran cauce de la fe y de la comunión eclesial”. Se trata de las asociaciones y de los movimientos eclesiales, de las nuevas comunidades que ya antes del concilio, y sobre todo después, se han hecho cargo de la educación cristiana. De esas experiencias, que ya no son sólo juveniles, han nacido muchas familias auténticamente cristianas.
El Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el Cardenal Angelo Bagnasco, declaró que “la obra educativa necesita una gran alianza entre varios sujetos. En primer lugar la familia [...] que siendo el sujeto irrenunciable de la educación, no puede ser sustituida”. Así mismo, la familia - palabra que de “famulus” hace referencia al servirse unos a otros - es el resultado maduro de la educación de los jóvenes. En la Iglesia esto se da sobre todo al interior de la experiencia eclesial de los movimientos y grupos que realizan un recorrido de fe, esperanza y caridad.
El Espíritu Santo, como siempre en el pasado, ha encontrado la “solución educativa” al problema de la educación: construir la Iglesia, tarea fundamental de todas las generaciones. El Catecismo de la Iglesia católica le puede aplicar a la familia dicho dato doctrinal y existencial afirmando: “En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, ‘Ecclesia domestica’ (LG 11; cf. FC 21). En el seno de la familia, ‘los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada’” (CCC n. 1656). (Agencia Fides 31/7/2008 líneas 714 palabras 48)


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