EUROPA/ITALIA - “Descubrir en la salud un ‘itinerario’ de salvación, en el sufrimiento un ‘camino’ para la esperanza” - Entrevista de la Agencia Fides al Presidente del Camillianum, padre Luciano Sandrin

lunes, 14 julio 2008

Roma (Agencia Fides) - El Instituto Internacional de Teología Pastoral Sanitaria “Camillanium” es un centro de investigación, de formación teológica y de práctica en el mundo de la salud que pertenece al Orden de los Ministros de los Enfermos (Camilianos). Este año el Camillianum celebra veinte años de actividad y con esa ocasión la Agencia Fides le hizo una entrevista al Director, Padre Luciano Sandrin, recientemente reelegido para el próximo trienio.

Padre Sandrin, ¿porque nació el Camillianum hace 20 años? ¿Quiénes lo frecuentan y cuales son sus principales guías educativas?
El Camillianum nace del carisma de San Camillo de Lellis, un santo que precisamente a través de su experiencia de enfermo descubrió la importancia de “atender” a los que sufren en su integridad, “alma y cuerpo” y de “salvar” a las personas comprometiéndose con su salud. Como el Instituto académico, incorporado al Teresianum, el Camillianum está llamado a realizar un trabajo de investigación para fundar teológicamente este “atender” a los enfermos y encontrar los caminos relacionales para trasmitirlo. La profundización en problemas relacionados a la vida, a la salud y al sufrimiento de las personas es realizada desde una perspectiva teológico-pastoral, en la que “dialogan” la teología, la filosofía, la medicina, la bioética, el counseling y las ciencias humanas. Una aproximación que le permite respirar a la mente, amplia la capacidad de lectura de las situaciones y estimula a dar respuestas espirituales menos estandarizadas (y también menos banales). Los estudiantes provienen de distintas partes del mundo. Son sacerdotes, religiosos y laicos que quieren comprometerse en el mundo de la sanidad y en el basto campo de la salud, con una atención particular por la dimensión espiritual de las personas afectadas.
Los enfermos y sus parientes, los médicos y los agentes de la salud... ¿qué cosa encuentran en el contacto y en la relación con los que frecuentan el Camillianum? ¿Cuál es el valor agregado que enriquece el trabajo y la vida de vuestros estudiantes y ex estudiantes?
Creo que se puede encontrar, en los que se han formado en el Camillianum, una manera particular de entrar en contacto con las personas “donde estas se encuentren”, de caminar con los enfermos y con todos los que los asisten y los curan, compartiendo con ellos “las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias” citando al a Gaudium et spes, sus dudas y sus preguntas, comunicando la Palabra de Dios que consuela y celebrando los sacramentos que sanan desde la “diakonia” de la presencia, de la escucha y de la relación. El valor agregado es una sensibilidad empática capaz de expresar la compasión divina, una presencia que sepa trasmitir la misericordia del Padre.

¿Le ha tocado encontrar personas enfermas, que preguntan por qué Dios permite su sufrimiento y no lo hace cesar? ¿De qué manera sois sus compañeros, en esa pregunta? ¿Lográis trasmitir a cuantos asistís también la experiencia de la fuerza de vuestra fe?
“¿Por qué?”, “Por qué a mi?”, “¿Qué mal he cometido?”, “¿Por qué dios me está castigando?”, son algunas de las preguntas más frecuentes que el enfermo y sus familiares les dirigen especialmente a las personas (capellanes, religiosas, agentes pastorales) que más de cerca simbolizan lo divino. Son varias las respuestas que “teológicamente se pueden dar” pero en los momentos de mayor sufrimiento estas no llegan al corazón de la pregunta. No son escuchadas pues las personas están “pre-ocupadas”, es decir, están ya ocupadas por emociones que pueden quitarles la lucidez del pensamiento. Junto al que sufre es importante descubrir la “teodicea pastoral” hecha de una compañía paciente pero constante, de cercanía y amor, frágil pero preciosa traducción de la silenciosa presencia divina. Jesús curó en profundidad a las personas que se acercaban a Él iniciando muchas veces con el perdón de sus pecados, a veces con la curación del cuerpo y a veces con la reconciliación relacional. El fin es el de salvar a “la persona”, el camino debe ser “personalizado”. El propio testimonio de fe, ofrecido en el momento oportuno y de manera discreta, deja siempre su huella. Puede ser de consolación pero puede ser también una provocación.

Permanecer cotidianamente y dignamente frente a la vida, frente a la muerte y al dolor: ¿Cómo se prepara uno a afrontar esta problemática, en un periodo histórico en el que muchas veces la que está enferma e inquieta es el alma más que el cuerpo?
No es fácil estar cotidianamente frente al que sufre y muere, “velar con ellos” en el momento de la angustia más fuerte. También los discípulos se “quedaron dormidos” y casi todos huyeron. Precisamente para poder ayudar al enfermo y a sus familiares cotidianamente, y por largos periodos, es importante “tener cuidado de uno”, conocerse (las fortalezas y las debilidades), tener viva la propia capacidad de pensar y sobre todo de llegar a ser “competentes” desde un punto de vista relacional. Me permito citar al respecto mi último libro: “Cuídate a ti mismo”. “Hay un tiempo para los otros y un tiempo para uno mismo. En el cuerpo se reflejan las inquietudes del alma y cuando se enferma el cuerpo regresan las grandes “cuestiones” olvidadas. Para una relación de ayuda, también espiritualmente eficaz, es importante ayudar al enfermo y a los que lo asisten a redescubrir el alma, a darle un lugar a aquello que le da sentido a la vida, al sufrimiento y a la muerte. ¿Pero si nosotros mismos hemos perdido el alma y nuestra vida ha perdido su sabor? Es importante ocuparse de uno mismo, del propio cuerpo y de la propia alma”. Esto se reflejará positivamente en el amor a los demás, en las relaciones de ayuda y en los cuidados.

¿Cuál es el corazón de la teología sanitaria pastoral, de la que se nutre toda la actividad del Camillianum?
Se trata de una teología que se refleja en el actuar de la comunidad creyente y que, siguiendo el ejemplo de Jesús, se toma en serio la “curación integral del hombre” (palabras de Benedicto XVI en el Ángelus de hace algunos domingos atrás). Anuncio del Reino y curación de los enfermos eran para Cristo expresión de una única misión. También lo debe ser para la pastoral de la Iglesia. Reflexionar, teológicamente, sobre las distintas dimensiones de este actuar significa comprender que la pastoral de la salud tiene una especificidad propia de las estructuras sanitarias pero que no puede quedarse encerrada en esos lugares. Cada vez más está llamada a integrarse con otras sensibilidades pastorales e influenciar la pastoral cotidiana de las diócesis y de las comunidades parroquiales. Basta pensar a cuantos enfermos y personas que sufren viven en familia junto a nuestra puerta. Con frecuencia tomamos conciencia de estas situaciones sólo cuando suceden dramáticos acontecimientos de crónica, cuando la carga de dolor pesa más que el amor. La pastoral de la salud tiene una propia constitución que se expresa en determinados lugares de asistencia y de atención, pero que también constituye una importante dimensión pastoral dentro de una pastoral integrada. Realizar en la actualidad una pastoral de la salud y reflexionar teológicamente sobre esto, significa sobre todo, descubrir la dimensión “sanante” (salvadora-saludable) de todo el actuar eclesial (anuncio, celebración, diaconía y realización de comunión).

¿Vuestra obra tiene una dimensión internacional: como se conjugan medicina y misión?
Si el modelo de referencia es el mismo Cristo, no creo que sea difícil. No se puede anunciar el amor de Dios sin comprometerse a favor de la vida, especialmente en sus momentos más frágiles, de la calidad de la vida y de la salud de las personas. A veces este compromiso se hace concreto en estructuras sanitarias específicas, a veces se expresa en un trabajo de prevención de las enfermedades y de promoción de la salud, otras veces en un trabajo de formación sanitaria o más específicamente pastoral. Inculturar el mandato de Jesús de “anunciar y sanar” es el objetivo de la misión camiliana, en los diversos modos en los que ella se expresa. El camiliano está llamado ha trabajar a favor de la dignidad de las personas, en la integridad de su vivir, de su relacionarse, de su sufrir y morir.

A mitad de mayo, en el ámbito de los eventos por los 20 años de actividad, se llevó a cabo en el Camillianum un congreso sobre ‘Salud y Salvación’: ¿cuál es la relación entre estas dos grandes exigencias – morales y materiales – del hombre?
La misión que Jesús confió a su comunidad es la de anunciar una salvación (salus) que es “participación a la vida divina” y que lo será plenamente sólo cuando veremos a Dios cara a cara, y por lo tanto hoy “aún no se está plenamente expresada”, haciéndola presente “ya” en nuestras diaconías de cuidado y sanación, en el lavar los pies, en mejorar la vida de las personas, defendiendo sobre todo su plena dignidad en todos los momentos de la vida, a través de una caridad que se expresa en la justicia y que sabe ir más allá “creativamente” y comunitariamente. El compromiso por la salud es ese signo “ya” eficaz de un “todavía no” de la salvación cuya expresión plena será solo en el escaton de Dios. El fin es el de descubrir en la salud un “itinerario” para la salvación, en el sufrimiento un “camino” para la esperanza. La última encíclica de Bendicto XVI habla del sufrimiento como lugar de aprendizaje de la esperanza y de todos nosotros como “ministros de la esperanza”. El Camillianum está sintonizado en esta longitud de onda.

Recientemente Vd ha sido reconfirmado Director por el próximo trienio: ¿qué se espera para los próximos años de su cargo y de la vida del Camillianum?
Me espero que el Camillianum sea apreciado cada vez más como un don a la Iglesia y como una escuela de teología pastoral donde se aprende no sólo a ser buenos capellanes de hospital, sino también a dirigir una oficina diocesana que coordine a los muchos sujetos y asociaciones que trabajan en este ámbito, a tener cursos sobre la pastoral de la salud, sobre la teología del dolor y sobre el acompañamiento del morir, en los Seminarios y en las Facultades teológicas, así como también a sensibilizar a toda la comunidad cristiana sobre los grandes temas de la vida, de la enfermedad, de la discapacidad, del dolor y de la muerte, sabiendo acoger las preguntas radicales (y serias) que en estos ámbitos se hacen. Sabiendo, sobre todo, estar con las personas (como María al pie de la cruz, stabat mater) incluso cuando no podemos “resolver” sus problemas. Sueño con una comunidad cristiana (en todos sus miembros) que entienda la provocación pastoral implícita en estas experiencias de vida y que sea más cercana, no sólo con palabras sino también en la práctica pastoral, a quines las están viviendo en su propia piel. Y sobre todo que entienda que la persona enferma (con discapacidad, y que sufre en diversos modos) es “sujeto de evangelización y de salvación”: palabras de Juan Pablo II en la Christifidels laici, que alguno todavía no ha leído o que ha olvidado demasiado rápidamente. (P.C.) (Agencia Fides 14/7/2008)


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