VATICANO - Mensaje del Santo Padre para la Jornada Misionera Mundial 2008: "Contemplando la experiencia de San Pablo comprendemos que la actividad misionera es respuesta al amor con el que Dios nos ama. Su amor nos redime y nos empuja a la missio ad gentes”

lunes, 14 julio 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Siervos y apóstoles de Cristo Jesús": es el tema del Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la 82 Jornada Misionera Mundial, que este año se celebra el domingo 19 de octubre. " Con ocasión de la Jornada Misionera Mundial - escribe el Papa al inicio del Mensaje -, quisiera invitaros a reflexionar sobre la urgencia persistente de anunciar el Evangelio también en nuestro tiempo. El mandato misionero continúa siendo una prioridad absoluta para todos los bautizados, llamados a ser "siervos y apóstoles de Cristo Jesús", en este inicio de milenio”.
Cómo modelo de este empeño apostólico, el Santo Padre indica a san Pablo, el apóstol de las gentes, en el año en que celebramos el especial jubileo a él dedicado: "Es el Año Paulino, que nos ofrece la oportunidad de familiarizarnos con este insigne Apóstol, que recibió la vocación de proclamar el Evangelio a los Gentiles, de acuerdo con lo que el Señor le había anunciado. ¿Cómo no aprovechar la oportunidad que este año jubilar ofrece a las iglesias locales, a las comunidades cristianas y a cada fiel, para llevar hasta los confines del mundo el anuncio del Evangelio, fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree? (Rm 1, 16)”.
En el primer párrafo del Mensaje, Benedicto XVI recuerda que también hoy "la humanidad necesita ser liberada y redimida". El panorama internacional ofrece por un lado "perspectivas de desarrollo económico y social prometedoras", por otra muestra "algunas graves preocupaciones en lo que se refiere al futuro del hombre". Entre estos elementos de aprensión cita la violencia, la pobreza, las discriminaciones y a veces incluso las persecuciones por motivos raciales, culturales y religiosos; el progreso tecnológico, "cuando su finalidad no es la dignidad ni el bien del hombre, ni ordenado a un desarrollo solidario"; la amenaza de la relación hombre-ambiente "debido al empleo indiscriminado de los recursos, con repercusiones sobre la misma salud física y mental del ser humano"; los atentados contra la vida humana, que asumen diversas formas y modalidades. La respuesta a los interrogantes sobre el futuro de la humanidad y la creación " nos viene, a nosotros, los creyentes, del Evangelio. Es Cristo nuestro futuro... San Pablo había comprendido muy bien que sólo en Cristo la humanidad puede encontrar redención y esperanza”.
Si es "un deber urgente para todos anunciar a Cristo y su mensaje salvífico", el Papa subraya que san Pablo, “en el camino de Damasco, había experimentado y comprendido que la redención y la misión son obra de Dios y de su amor.". Fue precisamente el amor de Cristo el que lo llevó "a recorrer los caminos del imperio Romano como heraldo, apóstol, divulgador, maestro del Evangelio". "Contemplando la experiencia de San Pablo- continúa el Mensaje -, comprendemos que la actividad misionera es respuesta al amor con el que Dios nos ama. Su amor nos redime y nos empuja a la missio ad gentes; es la energía espiritual capaz de hacer crecer en la familia humana la armonía, la justicia, la comunión entre las personas, las razas y los pueblos, a la que todos aspiran”. El Papa recuerda que "continúa siendo necesaria y urgente la primera evangelización en no pocas regiones del mundo", y también frente a crecientes dificultades como la escasez de clero y la falta de vocaciones misioneras, "el mandato de Cristo de evangelizar a todas las gentes continua siendo una prioridad. Ninguna razón puede justificar una ralentización o un estancamiento". A continuación Benedicto XVI recuerda: " Hoy son innumerables los que esperan el anuncio del Evangelio, que se encuentran sedientos de esperanza y de amor. ¡Cuántos se dejan interpelar hasta lo más profundo por esta petición de ayuda que se eleva de la humanidad, dejan todo por Cristo y transmiten a los hombres la fe y el amor por El!”
Exhortando a "remar mar adentro en el vasto mar del mundo", confiados en la constante ayuda del Señor, el Santo Padre dirige a continuación una serie de invitaciones. A los "queridos hermanos Obispos" les recuerda que el Obispo como el apóstol Pablo, está llamado “a ir a los lejanos que todavía no conocen a Cristo, o que todavía no han experimentado su amor que libera; su compromiso es hacer que toda la comunidad diocesana sea misionera, contribuyendo con gozo, según las posibilidades, a enviar presbíteros y laicos a otras iglesias para el servicio de evangelización". Exhorta luego a los presbiterios a ser "generosos pastores y entusiastas evangelizadores", siguiendo las huellas de quienes, en estas décadas, han ido a los territorios de misión como consecuencia de la Encíclica Fidei Donum. "Confío en que no falte esta tensión misionera en las Iglesias locales, no obstante la escasez de clero que aflige a no pocas de ellas". A los religiosos y religiosas el Papa confía la tarea de llevar el anuncio del Evangelio a todos, "especialmente a los lejanos, a través de un testimonio coherente de Cristo y un seguimiento radical de su Evangelio". Por último, los fieles laicos están llamados a tomar parte, de manera cada vez más relevante", de la difusión del Evangelio en los diversos ámbitos de la sociedad. Se abre así ante vosotros un areópago complejo y multiforme que hay que evangelizar: el mundo".
En la conclusión del Mensaje, el Santo Padre desea que la Jornada Misionera Mundial anime a todos "a tomar una conciencia renovada de la urgente necesidad de anunciar el Evangelio", y da las gracias en particular a las Obras Misionales Pontificias por el apoyo que ofrecen a todas las Comunidades: "Ellas son instrumento válido para animar y formar en la responsabilidad misionera al Pueblo de Dios y alimentan la comunión de personas y bienes entre las diversas partes del Cuerpo místico de Cristo. Que la colecta, que en la Jornada Misionera Mundial se hace en todas las parroquias y comunidades, sea signo de comunión y de solicitud recíproca entre las Iglesias. En fin, intensifíquese cada vez más en el pueblo cristiano la oración, medio espiritual indispensable para difundir entre todos los pueblos la luz de Cristo”. (S.L) (Agencia Fides 14/7/2008,


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