VATICANO - Benedicto XVI preside la Santa Misa y la Procesión del Corpus Domini: “arrodillarse ante la Eucaristía es una profesión de libertad: quien se inclina ante Jesús no puede y no debe postrarse ante ningún poder terreno”

viernes, 23 mayo 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “¿Cuál es el significado propio de la solemnidad de hoy, del Cuerpo y Sangre de Cristo?”, preguntó el Santo Padre Benedicto XVI en la homilía de la Santa Misa que presidió en el sagrato de la Basílica de San Juan de Letrán, en la tarde del jueves 22 de mayo, Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. La respuesta viene del desarrollo de sus gestos fundamentales: “ante todo - explicó el Santo Padre - nos hemos reunido alrededor del altar del Señor, para estar juntos en su presencia; en segundo lugar se realizará la procesión, es decir el caminar con el Señor; y finalmente el arrodillarse ante el Señor, la adoración”. El Papa luego profundizó en la explicación de estas tres actitudes, “para que sean verdaderamente expresión de nuestra fe y de nuestra vida”.
El primer acto, el “reunirse” a la presencia del Señor, era llamado antiguamente “statio”. “Imaginemos por un momento que en todo Roma no haya sino este único altar, y que todos los cristianos de la ciudad están invitados a reunirse aquí, para celebrar al Salvador muerto y resucitado - recordó el Santo Padre -. Esto nos da la idea de qué cosa fue al origen, en Roma y en tantas otras ciudades a donde llegaba el mensaje evangélico, la celebración eucarística: en cada Iglesia particular había un solo Obispo y alrededor de Él, alrededor de la Eucaristía por él celebrada, se constituía la Comunidad, única porque uno era el Cáliz bendecido y uno el Pan partido”. Subrayando cómo “la revolución más profunda de la historia humana” se experimento justamente alrededor de la Eucaristía, donde “se reúnen a la presencia del Señor personas diversas en edad, sexo, condición social, ideas políticas”, Benedicto XVI prosiguió: “La Eucaristía no puede ser nunca un hecho privado, reservado a personas que se han escogido por afinidad o amistad. La Eucaristía es un culto público, que no tiene nada de esotérico, de exclusivo. También aquí, esta tarde… estamos unidos más allá de nuestras diferencias de nacionalidad, profesión, sector social, ideas políticas: nos abrimos los unos a los otros para hacernos una cosa sola a partir de Él. Esta ha sido desde los inicios una característica del cristianismo realizada visiblemente alrededor de la Eucaristía, y es necesario velar siempre para que las constantes tentaciones de particularismo, incluso de buena fe, no vayan de hecho en sentido opuesto”.
El segundo aspecto, “el caminar con el Señor”, lo manifiesta la procesión después de la Santa Misa, “casi como su natural prolongación”. “Con el don de Sí mismo en la Eucaristía - prosiguió el Pontífice -, el Señor Jesús nos libera de nuestras ‘parálisis’, nos hace ponernos de nuevo en pie y nos hace ‘pro-cedere’, nos hace dar un paso hacia delante, y luego otro paso, y así nos pone en camino, con la fuerza de este Pan de la vida… La procesión del Corpus Domini nos enseña que la Eucaristía nos quiere liberar de todo abatimiento y desaliento, nos quiere poner de pie, para que podamos retomar el camino con la fuerza que Dios nos da a través de Jesucristo. Es la experiencia del pueblo de Israel en el éxodo desde Egipto, la larga peregrinación a través del desierto… Cada uno puede encontrar el propio camino, si encuentro a Aquel que es Palabra y Pan de vida y se deja guiar por su presencia amistosa. ¿Sin el Dios-con-nosotros, el Dios cercano, como podemos sostener la peregrinación de la existencia, tanto singularmente cuanto como sociedad y familia de pueblos? La Eucaristía es el Sacramento del Dios que no nos deja solos en el camino, sino que se pone a nuestro lado y nos indica la dirección. En efecto, no basta ira hacia delante, es necesario ver hacia donde se va. No basta el “progreso”, si no hay criterios de referencia. Es más, si se corre fuera del camino, se corre el riesgo de acabar en un precipicio, o de alejarse más rápidamente de la meta. Dios nos ha creado libres, pero no nos ha dejado solos: se ha hecho Él mismo ‘camino’ y ha venido a caminar junto a nosotros, para que nuestra libertad tenga también el criterio para discernir el camino correcto y lo recorra”.
Para explicar el tercer elemento constitutivo del Corpus Domini, arrodillarse en adoración ante el Señor, el Papa recordó el inicio del decálogo, los diez mandamientos: “Adorar al Dios de Jesucristo, que se ha hecho pan partido por amor, es el remedio mejor y más radical contra las idolatrías de ayer y de hoy. Arrodillarse ante la Eucaristía es una profesión de libertad: quien se inclina ante Jesús no puede y no debe postrarse ante ningún poder terreno, por fuerte que sea. Nosotros los cristianos nos arrodillamos sólo ante Dios, ante el Santísimo Sacramento, porque en él sabemos y creemos que está presente el único Dios verdadero, que ha creado el mundo y lo ha amado tanto que entregó a su Hijo unigénito. Nos postramos ante un Dios que se ha inclinado antes Él hacia el hombre, como Bueno Samaritano, para socorrerlo y darle de nuevo la vida, y se ha arrodillado ante nosotros para lavar nuestros pies sucios. Adorar el Cuerpo de Cristo quiere decir creer que allí, en ese pedazo de pan, está realmente Cristo, que verdaderamente le da sentido a la vida, tanto al inmenso universo como a la más pequeña criatura, tanto a la historia humana completa como a la existencia más breve” (S.L.) (Agencia Fides 23/5/2008; líneas 61, palabras 960)


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