AMERICA/ECUADOR - Los Obispos aclaran que “de ninguna manera aceptarían una ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales como fuente específica de particulares derechos y obligaciones”

viernes, 2 mayo 2008

Guayaquil (Agencia Fides) - Mons. Antonio Arregui, Arzobispo de Guayaquil y Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, ha enviado una carta abierta a los católicos del país en la que se aclaran algunas orientaciones impartidas por los Obispos que han causado preocupación en un apreciable número de creyentes, al ser mal interpretadas.
En su carta, el Arzobispo señala que "la única finalidad de toda intervención de la Iglesia Católica en materias sociales y jurídicas consiste en la promoción y tutela de la dignidad de la persona humana a la luz del Evangelio y de la recta razón". Recuerda a continuación que el matrimonio es “una relación natural del hombre con la mujer, fuente de las nuevas generaciones, un bien humano que caracteriza todas las épocas y todas las culturas. Bien inscrito en la naturaleza misma de la persona humana que, en cuanto tal, no está a disposición de ningún poder político”. Sin embargo, en Ecuador, con ocasión de los debates sobre la nueva Constitución, “ han surgido ciertas propuestas encaminadas a equiparar la unión entre personas homosexuales al matrimonio y a la familia”. Según explica el Presidente de la Conferencia Episcopal, “esas uniones o asociaciones son contrarias a la naturaleza y de suyo estériles y de ningún modo pueden asemejarse a la recíproca donación personal, propia y exclusiva, por la que el hombre y la mujer tienden a su propia realización como personas, para colaborar con Dios en la generación y educación de los hijos”. No puede por tanto haber un ‘matrimonio homosexual’ ni una ‘familia homosexual’.
Por otro lado, además, “la moral cristiana considera la práctica homosexual como un grave desorden moral incompatible con la vida de fe, porque contrasta con la ley natural y los mandamientos de la Ley de Dios”,si bien mantiene siempre el respeto a toda persona humana y a sus libres decisiones. Por ello, “la Iglesia acoge con respeto, comprensión y delicadeza a los hombres y mujeres que tienen tendencias homosexuales”.
Llevando todo esto al campo de la legislación, considera Mons. Antonio que “ninguna ley puede tratar de asimilar estas relaciones y convivencias con la incomparable riqueza del matrimonio y la familia”.
Una vez explicados y aclarados todos estos puntos esenciales para una conciencia cristiana considera el Prelado que la confusión se ha producido “al hablar de la regulación de los derechos y obligaciones que puedan originarse en una relación duradera entre personas homosexuales, respecto de las cuales no podría darse un vacío jurídico”. Es decir, “como todos los ciudadanos, también ellos (los homosexuales), gracias a su autonomía privada, pueden también recurrir al derecho común para obtener la tutela de situaciones jurídicas de interés recíproco’”. Pero de ningún modo aceptarían los Obispos en este sentido “una ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales como fuente específica de particulares derechos y obligaciones”.
Concluye la carta con un llamamiento a todos para unir esfuerzos “por encima de las diferencias políticas, para un buen servicio a nuestra Patria”. (RG) (Agencia Fides 2/5/2008 Líneas: 39 Palabras: 522)


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