VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - La infalibilidad del Papa en la Iglesia

miércoles, 30 abril 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - A tres años del inicio del ministerio de Supremo Pastor del Papa Benedicto XVI, lo que más destaca en su enseñanza es el acento sobre el problema capital: la personalización de la vida de la Iglesia, es decir, la génesis, la nueva concepción de la vida de la persona. A esto apunta la nueva evangelización, tanto como la antigua: conducir a la conversión del yo. De esto depende la eficacia de la así llamada pastoral que sería mejor llamar “apostolado”, término que recuerda a sacerdotes y laicos que son enviados por Alguien y que deben sólo llevarlo a Él a cada persona humana.
En sus viajes pastorales el Santo Padre ha siempre sabido estimular en los Pastores y en los fieles la conciencia de que la Iglesia católica debe dirigirse con todo el vigor posible hacia el individuo. Sin embargo, en no pocos temas de las visitas pastorales y de las homilías, de los mensajes y de los congresos, esto está presente raramente: parece que el problema fuese otro. Desde los diversos tipos de catequesis a los diversos tipos de pastoral, se considera obvio que los hombres modernos están bien dispuestos hacia la Iglesia o que los cristianos están exentos de problemas personales. En una palabra, que la conversión de la que parte el Evangelio no es el objetivo permanente, la condición para hacer nacer y vivir la comunidad eclesial. ¿Cómo así? En el fondo, parece que la figura de Jesús es rechazada en la práctica o al menos reducida a inspiración, para hacer después algo completamente distinto con relación a los así llamados “desafíos”, palabra ya usual en el lenguaje eclesial tomado del lenguaje mundano, como otras veces hemos evidenciado. Entonces uno no se debe maravillar si los programas nacionales o los planes pastorales permanecen en gran parte desatendidos o ineficaces. ¿Se trata de una desatención? Esperemos. Pero hay algo más.
Se puede observar en la Iglesia un modo suave de contestación por parte de algunos Pastores y laicos adultos: no discutir las cosas que dice el Papa. “Lo contestan sin discutir las cosas que dice. Intuyen que dice algunas cosas demasiado comprometedoras, y por lo tanto se niegan a discutirlas, negándose incluso a decirlas, a hacerlas saber. Y se cierran en un rechazo prejudicial contra el Papa ‘antimoderno’” (cf. Il Pontefice visto da Sandro Magister, “Mi ricorda sant’Agostino” por R. Fontolan, Tracce-Revista internacional de CL 2008/4 p 33).
Quizás porque, a diferencia del modo normal de proceder por parte de expertos y analistas, el Papa “no hace de la geopolítica religiosa uno de los ejes de su pontificado”. En efecto “la visión de la que se hace portador es un poco diversa, es más de teología de la historia que de geopolítica” (ibid). Estamos de acuerdo con Magíster que individua “el núcleo esencial del pensamiento de Benedicto XVI” en las dos encíclicas, en el libro Jesús de Nazaret y en los tres discursos, a la Curia Romana, en Regensburg y en La Sapienza. Ahora, estos apuntan no a la reflexión sobre la Iglesia y su organización, sino sobre Jesús camino, verdad y vida y sobre las implicancias para el hombre; esto es en breve el Evangelio transmitida por los apóstoles a la Iglesia. Ahora, “para mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles, Cristo, que es la Verdad, quiso conferir a su Iglesia una participación en su propia infalibilidad. Por medio del "sentido sobrenatural de la fe", el Pueblo de Dios "se une indefectiblemente a la fe", bajo la guía del Magisterio vivo de la Iglesia” (Catecismo de la Iglesia Católica, art. 889; cf Lumen gentium, n 12 y Dei Verbum, n 10).
Allí donde esto no es contestado, ocurre sin embargo de verlo reducido en la Iglesia a la opinión que dice que el magisterio del Papa es infalible sólo cuando proclama los dogmas. De otro modo es un pensamiento de respetable opinión, pero no más, por lo que cada uno hace lo que quiere. Es el relativismo en la Iglesia, alimentado especialmente por la ignorancia doctrinal. Es vencido si los Pastores en primer lugar comienzan a enseñar de nuevo el Catecismo, que es también el compendio de la tradición, incluyendo la actualización del Concilio Vaticano II. Uno se lamenta de que los fieles no conocen los documentos del Concilio: ¿pero se puede pretender que su contenido sea conocido por la masa? En cambio el Catecismo está al alcance de todos y deben conocerlo todos. Esto es lo que dice al respecto: “La asistencia divina es también concedida a los sucesores de los apóstoles, cuando enseñan en comunión con el sucesor de Pedro (y, de una manera particular, al obispo de Roma, Pastor de toda la Iglesia), aunque, sin llegar a una definición infalible y sin pronunciarse de una "manera definitiva", proponen, en el ejercicio del magisterio ordinario, una enseñanza que conduce a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres. A esta enseñanza ordinaria, los fieles deben "adherirse...con espíritu de obediencia religiosa" (LG 25) que, aunque distinto del asentimiento de la fe, es una prolongación de él.”. (CCC 892). A menos que no se dude no sólo de la infalibilidad de la Iglesia, sino de la verdad de Jesucristo.
En verdad a todos nosotros, Pastores y fieles, se nos pide humildad y obediencia, dos virtudes propias de Jesucristo, de la Virgen María y de los Santos que son indispensables para que nosotros nos hagamos santos. Sin esto no basta que aumente en la Iglesia el “consenso”, como hoy se dice, a favor de Benedicto XVI, como ocurrió con Juan Pablo II después del impacto y la hostilidad inicial que lo encuadraba en la Polonia preconciliar. Un detalle: no hay que asombrarse que sin estas virtudes permanezcan sin ser escuchados Motu propria, Instrucciones y documentos de la Curia romana y de las Curias diocesanas. (Agencia Fides 30/4/2008; líneas 60, palabras 991)


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